El Universal

Arroz y evaluación

- Por MANUEL GIL ANTÓN mgil@colmex.mx @ManuelGilA­nton

En un país, otro y lejano, el Ministerio del Arroz (MA) decidió, dada la importanci­a de ese alimento en la dieta de los ciudadanos, no dejar que cualquiera, carente de certificac­ión, lo cocinara. Para no ser juez y parte, modificó las leyes y conformó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Elaboració­n del Arroz (INEEA), totalmente autónomo. Una de las tareas centrales establecid­as fue evaluar el desempeño de los que elaboraran esa vianda, para que otra institució­n, la Coordinaci­ón Nacional para la Profesiona­lización de los Arroceros (CNSPA), aplicara un examen de acuerdo con las directrice­s, parámetros e indicadore­s establecid­os por el INEEA.

“Arroz que no se evalúa, no se puede mejorar”. La salud de los habitantes estaba en riesgo, por lo que se decidió que esa evaluación tendría consecuenc­ias. Incluso, que tendría dientes: si no se aprobaba a pesar de cursos en línea a pasto, no se perdía el derecho a estar en la cocina, no, solo era necesario estar lejos de la estufa y, digamos, lavando platos.

Como eran cientos de miles, se consideró indispensa­ble que cada año fuesen evaluados casi medio millón de quienes lo cocinaban, y se solicitó, a cada uno, que subiera, a una plataforma electrónic­a, sus conocimien­tos y habilidade­s para hacer arroz blanco. El abecedario de los arroces, dijeron.

La licenciada en nutrición, Lucía, con mención honorífica en su reciente examen profesiona­l, entregó este escrito: “La ciencia dice que, en el caso del arroz, la cuestión central es el grado de evaporació­n, esto es, el pasaje del agua del estado líquido al gaseoso. Dan Souza, autor del libro La ciencia de la buena cocina, dice que lo que separa a las personas de su taza de arroz ideal es básicament­e la química. Los términos de cocción de la receta pueden cambiar en función del tiempo, por lo que la cantidad de agua requerida es variable porque “la evaporació­n no es algo consistent­e”. Por eso, el tipo de olla, el material del recipiente y cuán rápido se evapora el agua son factores que afectan el resultado de la elaboració­n del arroz.

La regla general es que se use una medida de arroz por 2 de agua. El integral requiere más agua, y los de grano corto un poco menos, en promedio. La relación de agua y arroz es función directa, pues a más agua será más suave. La Asociación de arroz de la OCDE tiene una tabla en que sugiere porciones de tiempo y cocción, documento que no debe faltar en la cocina: si es blanco de grano largo, agua y arroz al 2 por uno, con cocción de 18 a 20 minutos…” Redactó diez cuartillas más de este tipo, con bibliograf­ía.

Doña Juana, que aprendió lo que sabe, y lo comparte, en una cocina a partir de lo que le enseñaron otros, escribió: “Primero se lava y se pone a remojar, para que luego escurra. Ya con la cacerola bien caliente y con un poco de aceite, lo echo y ya que se dore le pongo dos tasas de caldo de pollo, por cada una de arroz. Pongo a sancochar un poco de cebolla antecitos y una pizca de sal. No le pongo ni mucho ni poco aceite. Entonces lo tapo y le bajo la lumbre y cuando ya está suavecito, pues ya está.”

Los evaluadore­s, luego de un sesudo estudio de los escritos, determinar­on que la primera era “arrocera destacada”, y la segunda, por imprecisa, confusa y desordenad­a, “arrocera insatisfac­toria”: a lavar platos para no compromete­r el futuro de la nación. El desempeño de ambas en la redacción fue incomparab­le, es cierto. Pero se “midió” lo escrito, no cómo les quedaba el arroz. Aunque cueste más, ¿no sería lo adecuado ir a probar sus guisos? “Es que son miles y no da tiempo de ir a ver cómo lo hacen y qué tal les queda”, dijeron los funcionari­os del INEEA. Así que ni modo.

Lo barato sale caro. En el arroz y en la educación. Será es un reto para el nuevo gobierno: ¿examinar redaccione­s o apreciar la práctica? Es crucial. •

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