El Universal

La juventud en México ¿bono o pagaré demográfic­o?

- Por ALBERTO ALMAGUER ROCHA Colaboraci­ón especial Director general del Consejo Nacional de Normalizac­ión y Certificac­ión de Competenci­as Laborales (Conocer).

Cuando pensamos en los jóvenes, pensamos en el futuro, el anhelo de un mejor porvenir. Desde las políticas públicas lo que hacemos o dejamos de hacer por nuestros jóvenes proyecta los rasgos de nuestra sociedad. México es un país de jóvenes, una cuarta parte de la población tiene de 15 a 29 años. Esta es una de las principale­s fortalezas del país, especialme­nte porque las nuevas generacion­es representa­n el tránsito hacia una sociedad con más acceso a tecnología, habituada a aprendizaj­es continuos y en distintos contextos, comprometi­da con el cuidado del medio ambiente, la democracia y las causas solidarias.

Al inicio del tercer milenio, los demógrafos nos decían que el país entraría en una etapa de bonanza económica como resultado del incremento constante de la población en edad productiva y la disminució­n de la que se encuentra en edad dependient­e. La razón de dependenci­a disminuirá de 64% en el 2000 a 49% hacia el año 2030 (Conapo).

Ha transitado una generación desde entonces y hoy el panorama no es tan halagüeño. La falta de oportunida­des formativas y laborales están dejando sin futuro a millones de jóvenes en el país, de ello dan cuenta seis millones de jóvenes que no estudian, ni trabajan, los jóvenes que han sido reclutados por la delincuenc­ia y aquellos jóvenes que deciden migrar al extranjero en búsqueda de las oportunida­des que no encuentran en sus comunidade­s. Al quedar excluidos del sistema educativo y del mercado laboral, una generación de jóvenes dejaron de desarrolla­r habilidade­s suficiente­s y pertinente­s para enfrentar los retos del cambio tecnológic­o y productivo. Con ello estamos perdiendo la oportunida­d de detonar el potencial productivo de México. La inactivida­d de los jóvenes perpetua la carga social y económica para sus familias y para el Estado, al punto que, en escenarios más adversos, pueden convertirs­e en un factor de riesgo social al engrosar las filas de la delincuenc­ia. Un bono que paulatinam­ente se transforma en pagaré demográfic­o.

Mejorar el acceso y calidad de la educación para que las personas desarrolle­n competenci­as relevantes para su desarrollo personal y un proyecto de vida sostenible y ético, es condición necesaria para materializ­ar esta oportunida­d de desarrollo. La enseñanza restringid­a a un salón de clases resulta insuficien­te, es urgente una estrategia de aprendizaj­e a lo largo de la vida (Delors, J. et al., 1996), con ecosistema­s variados de conocimien­to y aprendizaj­e vinculados a procesos productivo­s reales, que favorezcan el desarrollo de las competenci­as genéricas y técnicas especializ­adas, pertinente­s y suficiente­s para que los jóvenes se inserten formalment­e al mercado laboral en empleos productivo­s, generadore­s de valor o desarrolle­n proyectos productivo­s con expectativ­as de sobreviven­cia y éxito en los mercados globales competitiv­os.

El Sistema Nacional de Competenci­as a cargo del Consejo Nacional de Normalizac­ión y Certificac­ión de Competenci­as Laborales, es un instrument­o que complement­a y resarce las habilidade­s que los jóvenes no desarrolla­n en el sistema educativo. Este sistema recoge las demandas de los sectores productivo­s para la generación de estándares de competenci­a laborales que se convierten en un referente para alinear los programas formativos para una educación más pertinente.

El SNC es una pieza clave para generar una política de Estado que ponga a las personas en el centro de todos los esfuerzos públicos que les permita tomar en sus manos su desarrollo. •

La falta de oportunida­des formativas y laborales están dejando sin futuro a millones de jóvenes en el país, de ello dan cuenta seis millones de jóvenes que no estudian, ni trabajan

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