El Universal

BOLILLOS DE MIL PESOS

En enero de 1993 entró en vigor un decreto que creaba una nueva unidad monetaria, al “nuevo peso” se le quitaron tres ceros, de modo que $1,000 pesos se convirtier­on en N$1

- GAMALIEL VALDERRAMA

Recordamos cuando le quitaron los tres ceros a la moneda.

Qué pasaría si usted saliera a la panadería a comprar un bolillo y le dijeran que debe pagar mil pesos por su pan. Quizá la reacción sería: “pues de qué está hecho”. Pero antes del primero de 1993, esos precios eran muy comunes.

Por ejemplo, en octubre de 1992 un litro de aceite de cártamo se cotizaba en 3 mil 250 pesos; un café soluble 8 mil 850 y una margarina de 190 gramos podía costar hasta mil 310.

Pero, ¿qué hizo que los precios de productos comunes llegaran a cotizarse hasta en millones de pesos? Especialis­tas apuntan que se debió “a la inestabili­dad económica de los años ochenta en el país.

La inflación provocó un crecimient­o descomunal en el precio de las mercancías, por lo que fue necesario emitir monedas con denominaci­ones cada vez más altas”, lo que ya no resultaba tan eficiente para la década de los años noventa.

Por tal motivo, según señala el Reporte Anual 1992 del Banco de México (Banxico), el poder Ejecutivo, encabezado por Carlos Salinas de Gortari, propuso “crear una nueva unidad monetaria” a la que se le denominó “nuevo peso” –para distinguir­la de la anterior– y así eliminar 3 ceros al “peso”, de tal manera que 1,000 “pesos” equivaldrí­an a 1 “nuevo peso” (N$), a partir de enero de 1993.

Así lo recuerda la señora Rosario Gámez Olalde, tendera desde hace más de 40 años, “el anuncio de la nueva moneda nos tomó por sorpresa, se pensaba que era una nueva devaluació­n del peso”.

De la campaña que explicaba el cambio, asegura, tuvieron que estar muy atentos para no tener sorpresas o pérdidas en su negocio. “El día que entraron los nuevos pesos algunas personas se confundían con las cantidades, pero poco a poco nos fuimos acostumbra­ndo”. En tanto, Francisco Juárez, tendero desde hace más de 35 años, recuerda cuando entraron en circulació­n los nuevos pesos.

“El cambio nos agarró en un fin de semana, yo no abrí la tienda en año nuevo, pero sabía que era bueno tener billetes y monedas nuevos, así que mandé a mi hermano, pero se tardó horas en regresar y no pudo cambiar todo el dinero”.

El 2 y 3 de enero cayeron en fin de semana, a pesar de ello los bancos abrieron para el cambio de pesos.

Los cambios propuestos, que entrarían en vigor el primer día de enero de 1993, serían en tres etapas: la primera del 23 de junio de 1992 al 31 de diciembre de ese año, en ésta se informaría a la población a través de los medios, además iniciaría la fabricació­n de nuevas monedas y billetes.

A través de spots en televisión, radio y publicacio­nes, se informó al público sobre la forma en que se llevaría a cabo el cambio de unidad monetaria: “Nuevo peso. Más práctico y más sencillo”, repetía la propaganda.

Mientras seguía el despliegue mediático para informar del cambio en la moneda a los ciudadanos, a finales de 1992 el Banco de México daba inicio a la distribuci­ón de “nuevos pesos” y monedas fraccionar­ias a las institucio­nes bancarias del país.

Pero la incertidum­bre, desconocim­iento, confusión e inquietud privaba “en la generalida­d de las personas ante la puesta en circulació­n de la nueva moneda y la quita de tres ceros a la actual a partir de enero”, sostenía una nota publicada en este diario el 30 de diciembre de 1992.

La segunda fase para la introducci­ón del nuevo peso iniciaría el primer día de 1993 y consistirí­a en la circulació­n gradual de los nuevos billetes y monedas, además de la paulatina sustitució­n de los “viejos pesos”, y al retirarlos totalmente, quedaría concluida esta etapa y comenzaría la siguiente. En la tercera fase se suprimirá la palabra “nuevos” y la letra “N” de las emisiones de la nueva familia de billetes y monedas metálicas, para volver a la denominaci­ón de “pesos” y al símbolo “$”.

El viernes primero de 1 enero de 1993, todas las sucursales bancarias recibieron su dotación de la nueva moneda y así inició la circulació­n del “nuevo peso”. Pero la incertidum­bre, desconocim­iento, confusión e inquietud privaba “en la generalida­d de las personas”.

En la capital había “confusión, desinforma­ción, insuficien­tes nuevos pesos, escasas sucursales bancarías abiertas y excesiva demanda de dólares”, publicaba este diario.

“En los establecim­ientos comerciale­s se vivió un desquiciam­iento entre vendedores y compradore­s al hacer intercambi­o de monedas. Aun cuando los empleados daban los precios con nuevos pesos, recibían y daban cambio con la moneda anterior”.

Fue hasta el 15 de noviembre cuando el Banco de México daba a conocer que a partir del primer día de 1996, se suprimiría “la palabra nuevo del nombre de la unidad del sistema monetario –mexicano– para volver a la denominaci­ón peso”.

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Debido a las crisis económicas de los 80, fue necesario la emisión de moneda con denominaci­ones cada vez más altas.
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Para informar del cambio monetario se realizó una gran campaña en medios.

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