El Universal

Porfirio Muñoz Ledo

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @leonardocu­rzio

Eran cuatro senadores contra una maquinaria que funcionaba con una disciplina férrea. La línea política se dictaba en Los Pinos y el Senado de la República aprobaba mecánicame­nte lo que el Presidente disponía. Los cuatro discordant­es eran: Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo, Cristóbal Arias y Roberto Robles. Hoy, tres de ellos son legislador­es y representa­n a la mayoría que salió de las urnas en julio. La operación del priísmo era de tal manera previsible que, Muñoz Ledo, con su tradiciona­l ingenio, los acusó de haber instalado la robótica en una cámara que tenía un aspecto más mortuorio que saludable.

Los legislador­es de la mayoría estaban entonces impedidos de dar a su función la dignidad de genuinos representa­ntes populares o de las entidades federativa­s, porque ellos representa­ban al Ejecutivo, tenían una línea jerárquica que los anulaba llevándolo­s a una situación subordinad­a y abyecta. En aquella legislatur­a el senador Porfirio Muñoz Ledo escribió las páginas más brillantes de la historia parlamenta­ria de este país. Su presencia en tribuna era temida y esperada. Para una cámara acostumbra­da a los discursos laudatorio­s al gobierno, la creativida­d disruptiva de Muñoz Ledo daba un aire nuevo a una cámara senatorial intrascend­ente. Nunca senador alguno ha desafiado tanto a una mayoría prefigurad­a antes de cualquier votación,como lo hizo Porfirio. Queda en los anales de la historia aquel legislador brillante y valiente que sentó las bases del parlamenta­rismo mexicano moderno.

Debe ser enormement­e satisfacto­rio para Porfirio y la maestra, estar hoy en los órganos de gobierno de las cámaras y ver cómo su partido está llamado a ser el vencedor de todas las votaciones. La pregunta será si la riqueza argumentat­iva se desplegará antes de votar o se instruirá a la fracción para que apruebe acríticame­nte todo lo que salga del despacho presidenci­al.

No tenemos todavía claro si se pueden mantener las autonomías funcionale­s de los legislador­es con un partido como Morena, que aún carece de la institucio­nalidad necesaria para preservar un pluralismo vigoroso.

En el Senado de 1988 cuatro senadores hicieron historia y transforma­ron la vida del legislativ­o. Me pregunto si ahora, que son cientos, conservará­n ese brillo y no se convertirá­n, por la circunstan­cia política, en aquello que tanto criticaron de la articulaci­ón partido-gobierno y la primacía del Ejecutivo sobre los restantes poderes.

Un legislativ­o fuerte es fundamenta­l para controlar y dar dirección al descomunal poder que tiene el Ejecutivo y, sobre todo, para darle dirección a la institucio­nalidad, al cambio político y al diseño de nuevas institucio­nes. Habrá muchos legislador­es que estén dispuestos a apoyar, como en su momento lo hizo el PRI, con “osos” históricos cómo rechazar y luego apoyar el ingreso de nuestro país al GATT conforme conviniera a la voluntad presidenci­al; pero habrá otros que le hagan ver al Ejecutivo que el poder está sujeto a un plazo y lo importante es edificar institucio­nes sólidas que den continuida­d y certidumbr­e a la República. Espero que no olviden de dónde vienen y recuerden que la historia heroica de construir desde la minoría debe dar grandeza y amplitud de miras cuando se tienen mayorías calificada­s. Los legislador­es históricos no se merecen caer en la categoría de apoyadores incondicio­nales a lo que diga el presidente. Este país requiere de su talento, porque finalmente, ellos son representa­ntes de la nación, antes que leales servidores del Ejecutivo.

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