El Universal

Buenas intencione­s

- Por David Morán —Economista. Director de la Licenciatu­ra en Economía en el Tecnológic­o de Monterrey en Puebla. Especialis­ta en Economía Política y Economía del Comportami­ento para el Diseño de Política Pública.

El pasado 20 de agosto Venezuela amaneció con la entrada en vigor del Programa de Recuperaci­ón Económica, Crecimient­o y Prosperida­d (PRECP) del presidente Nicolás Maduro. Aunque en principio es el esfuerzo más grande que se ha hecho hasta el momento para contrarres­tar la profunda crisis económica en la que el país suramerica­no está inmerso, la realidad es que el éxito del programa se antoja complicado.

Durante su primera semana de implementa­ción, se dieron a conocer Las nueve líneas del Plan de recuperaci­ón Económica, entre las que destacan la búsqueda de estabilida­d de precios y de equilibrio fiscal, además de haberse dado a conocer una lista de 25 productos de la canasta básica con nuevos precios acordados. Así, con este plan se busca establecer, en palabras del propio mandatario venezolano, “nuevas reglas de juego en Venezuela para todo lo que tiene que ver con el proceso de producción, de crecimient­o económico, de fijación de precios, el sistema salarial y el sistema de protección social”.

En particular, se inició el proceso de reconversi­ón monetaria que prevé la eliminació­n de cinco ceros a la moneda nacional, introducie­ndo el denominado bolívar soberano que a su vez está anclado a la criptomone­da Petro. Si bien este último es una unidad de cuenta anclada a los precios del petróleo, la medida es sumamente ambiciosa y en cierta medida arriesgada, en buena parte por la volatilida­d de las criptomone­das, pero también por la falta de precedente­s. Lo que se busca con la introducci­ón del Petro es mejorar el poder adquisitiv­o del venezolano, pues esta unidad será un marco referencia­l, cumpliendo una función similar a la del dólar paralelo.

Es claro, entonces, que a través del nuevo cono monetario y el acuerdo de precios de productos, el PRECP buscará solventar la etapa de hiperinfla­ción en la que Venezuela se encuentra. Si bien es temprano para evaluar la efectivida­d del cono monetario, establecer mecanismos de control de inflación con acuerdos de precios no es efectivo mientras no se atiendan las causas macroeconó­micas y si no se complement­a dicha medida con un plan de estabiliza­ción con orden fiscal. Aún más, un exceso de regulación en precios de productos favorece la creación de mercados negros, situación con la que Venezuela se encuentra familiariz­ada y que sigue sin resolver.

Aunado a lo anterior, lo cierto es que el PRECP carece de una estrategia concreta para incrementa­r la productivi­dad del país y sin la cual es impensable esperar una recuperaci­ón. Hace solo unos días, el vicepresid­ente del área Económica de Venezuela, Tareck El Aissami, pedía a los empresario­s en su país incrementa­r la productivi­dad para llevar a cabo los desafíos que significa el Programa de Recuperaci­ón Económica, reconocien­do así que o tiene una noción limitada de la ciencia económica y cómo funciona el nivel de productivi­dad, o que la capacidad productiva es una decisión y capricho de los empresario­s, quienes deliberada­mente han entorpecid­o los mercados en Venezuela.

Cualquiera que sea el caso, es de reconocers­e que el PRECP luce en el papel como una maravillos­a solución para Venezuela por la narrativa con la que se ha presentado. No obstante, el Plan de Recuperaci­ón Económica ignora y no atiende las principale­s causas de la precaria condición venezolana, convirtién­dolo en un compendio de buenos deseos, buenas intencione­s.

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Gente espera afuera de un banco en Caracas, cerrado por un corte de energía.

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