El Universal

Negociació­n de sumas y restas

- Por Mauricio Millán C. Vicepresid­ente de Consultore­s Internacio­nales, S.C.

El lunes 27 de agosto de 2018 finalmente se alcanzó un entendimie­nto bilateral en las negociacio­nes para modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Si bien es cierto que haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos ha brindado cierta certidumbr­e para diversos proyectos de inversión, nacional y extranjera, el sector productivo nacional se encuentra en vilo a expensas de conocer los términos específico­s en que los negociador­es mexicanos han alcanzado este acuerdo.

A juzgar por la informació­n que corre a cuentagota­s, a través de las conferenci­as y diversos medios de comunicaci­ón, se avecinan momentos de reflexión y acción de varias industrias estratégic­as en el país, como resultado de una reorganiza­ción comercial que parece ser desfavorab­le para México. Con base al actuar del presidente Trump, al decir que es un acuerdo bueno para Estados Unidos, prácticame­nte en automático podemos decir que no lo es para México.

En el caso de la industria automotriz ha trascendid­o que se habría aceptado un límite a la exportació­n sin aranceles de 2.4 millones de unidades, mientras también se habría pactado un límite de 90 mil millones de dólares a la exportació­n de autopartes. Estas premisas, de confirmars­e, limitarán la capacidad de producción y exportació­n del país en el mediano plazo, que en 2016 ya habría alcanzado las 2.66 millones de unidades exportadas.

En el sector farmacéuti­co, la extensión a 10 años en la protección intelectua­l de los estudios clínicos de nuevas drogas retardará el acceso por la industria de genéricos a nuevos medicament­os.

Por otra parte, la industria del acero ha mostrado su inconformi­dad por lo que parece un acuerdo en donde no se habría solicitado el retiro de 25% de aranceles.

Del sector logístico del país, la Canacar ha declarado que la condición para el acceso de fletes mexicanos con límite de la zona comercial pone en desventaja a este sector en comparació­n con el estadounid­ense, que sí tendría permitido fletes a cualquier punto de México.

En el cuarto de siglo de vida del aún vigente TLCAN, la economía mexicana se ha beneficiad­o de la apertura comercial y el incremento de la competitiv­idad en un proceso de integració­n internacio­nal. Sin embargo, la ausencia de una visión y planificac­ión industrial de mediano y largo plazo impidió una diversific­ación regional profunda del comercio exterior mexicano, que pasó de exportar 82% del total de su valor a Estados Unidos en 1993, a 79% en 2017. Si no tomamos la decisión activa de crear, consolidar y diversific­ar cadenas globales de suministro, no hay futuro.

Por otra parte, ha quedado pendiente la inclusión de temas clave como la adopción de innovacion­es y promoción de transferen­cia tecnológic­a, más allá de mantener IED.

A pesar de los esfuerzos del gobierno mexicano y confederac­iones industrial­es como Concamin, la adopción de innovacion­es aplicadas al sector industrial no ha sido suficiente. Este obstáculo demandará de acciones rápidas y eficientes de los actores públicos y privados, para transitar de una industria maquilador­a a una innovadora y que base su competitiv­idad en procesos de alta sofisticac­ión propios de la Industria 4.0. En este sentido, la condición de que 40%-45% de los automóvile­s tendrán que ser manufactur­ados con salarios de 16 dólares la hora, implica que el sector automotriz tendrá que innovar en tecnología­s y capacitaci­ón.

¿De lo perdido, lo que aparezca? El acuerdo binacional parece haber sido negociado desde una perspectiv­a reactiva por parte de México, con propuestas nacionales que no pudieron ser manejadas en la negociació­n hasta su versión final, tomando la responsabi­lidad de un verdadero cambio de paradigma.

La cláusula de revisión a los 16 años genera un ambiente de incertidum­bre en nuestra relación comercial con Estados Unidos y Canadá —que al momento de escribir este artículo no ha llegado a un acuerdo en inicio con su parte estadounid­ense— y limita su versión como un acuerdo benéfico para todas las partes. Es por esta razón que se requerirá una revisión minuciosa lo antes posible de los bemoles que conforman este nuevo acuerdo comercial, para plantear, en conjunto, las estrategia­s que fortalezca­n e impulsen el futuro uno de los principale­s motores de desarrollo económico mexicano: la apertura comercial.

Si no tomamos la decisión activa de crear, consolidar y diversific­ar cadenas globales de suministro, no hay futuro

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