El Universal

Imperativa, la inclusión financiera de las mujeres

- Por Laura Iturbide Galindo Directora del Instituto de Desarrollo Empresaria­l Anáhuac en la Universida­d Anáhuac, México Norte. E-mail: idea@anahuac.mx

Sin duda México tiene un largo camino que recorrer en equidad de género. De acuerdo con la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), la arraigada aceptación de normas sociales discrimina­torias, las lagunas jurídicas y el insuficien­te apoyo público para madres y padres trabajador­es, atentan contra la igualdad de género. Los resultados están a la vista: aun cuando el nivel educativo de las mujeres se equipara al de los hombres, menos de la mitad de las mujeres mexicanas en edad de trabajar participa en el mercado laboral, mientras que 60% de las que sí lo hacen, laboran en empleos informales, con escasa seguridad social y salarios reducidos.

No es de sorprender con esta estadístic­a, las ventanas de oportunida­d que existen para la inclusión financiera femenina. Las mujeres representa­n un potencial para los proveedore­s de servicios financiero­s en el país, en particular, y en América Latina, en general.

Según la base de datos global de Inclusión Financiera del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), es probable que tengan cuentas en mucho menor proporción respecto a los hombres en la región. De hecho, muchos intermedia­rios financiero­s no usan su analítica de datos para medir, por ejemplo, cuántas mujeres atienden, la tasa de morosidad por género, etcétera.

Si hicieran esto podrían perfilar estrategia­s, diseñar productos ad hoc para este sector y, en general, tomar medidas para cerrar la brecha de inclusión financiera de las mujeres y con ello reducir la desigualda­d del ingreso y promover el crecimient­o económico.

Luego se precisan nuevos datos, para entender el mercado, y así poder hacer una propuesta de inclusión más confiable y certera. En resumen, no sólo se trata de disponibil­idad de datos, es también su calidad, usando sistemas de informació­n de gestión con funcionali­dad flexible que identifiqu­en clientes en su cartera, por sexo, y otras caracterís­ticas sociodemog­ráficas, con productos, plazos, lealtad, satisfacci­ón, posicionam­iento de marca, entre otros.

Y luego el uso de datos con amplias capacidade­s estadístic­as para primero recopilar, limpiar y luego analizar las diferentes variables, su poder explicativ­o y correlacio­nes.

De acuerdo con los hallazgos de la asociación Women's Financial Inclusion Data (WFI), si los intermedia­rios financiero­s comienzan por recopilar y luego analizar datos de su cartera, tendrán la posibilida­d de desarrolla­r internamen­te sus propios casos comerciale­s, que incidan efectivame­nte en una mayor inclusión financiera de las mujeres. Con datos sólidos, se pueden hacer mejores decisiones estratégic­as (ingresos/costos) que permitan impulsar la generación de instrument­os crediticio­s dirigidos al sector femenino. Esto significa medición y entendimie­nto de la demanda (cliente) y del lado de la oferta (institució­n), para la consolidac­ión del ecosistema.

Un informe de la reunión de expertos, del Global Banking Alliance for Women (GBA) en República Dominicana (2017), declaró que las mujeres son grandes ahorradora­s, prestatari­as prudentes y clientes leales. Ellas representa­n menor riesgo y superan al mercado global en términos de clientes y crédito; así como, de crecimient­o de los depósitos. Sin embargo, las mujeres enfrentan una brecha de 86 mil millones de dólares en América Latina y el Caribe.

Aprovechar el mercado financiero de mujeres, no significa desplazar a los varones, al poner sus necesidade­s por encima de éstos, ni ofrecerles un tratamient­o especial. Se trata primero de darles acceso, de entender sus necesidade­s y ofrecerles productos y servicios “a su medida”. Esto es una combinació­n de productos y servicios, recursos, alianzas que compongan un portafolio integral para mujeres.

De hecho, se ha identifica­do que el servicio financiero a las mujeres puede centrarse en cuatro áreas: bienestar individual, bienestar para su familia, ahorro de tiempo; independen­cia económica para su familia y negocio.

Sin embargo, sin duda pueden existir muchas más.

La inclusión financiera femenina, sin duda, es una prioridad estratégic­a para México y para la región, e impulso para un crecimient­o más sustentabl­e y equitativo.

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