El Universal

Salvador García Soto

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

La alianza entre Morena y el PVEM no comenzó con la nueva Legislatur­a del Congreso ni se limita a la reciente transferen­cia de diputados o a la cercanía que ha ganado Manuel Velasco con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Los acercamien­tos y puentes entre el antiguo partido satélite del PRI, ahora aliado estratégic­o de la mayoría morenista, comenzaron mucho antes de las campañas y tienen que ver con amistades y relaciones políticas añejas que, en la coyuntura del ascenso político de Morena y el lopezobrad­orismo en los últimos tres años, se volvieron un tema de convenienc­ia mutua para ambos partidos.

Los acercamien­tos entre López Obrador y Manuel Velasco se remontan a la antigua relación que el hoy presidente electo tiene con Fernando Coello, abuelo del gobernador de Chiapas, pero también al parentesco con el fallecido Manuel Camacho Solís, tío de Velasco, y asesor y coordinado­r de las campañas de Andrés Manuel en 2006 y 2012 y uno de los consejeros más cercanos al tabasqueño hasta antes de su muerte. Pero la relación se consolidó en las recientes campañas, donde Velasco supo leer, antes que muchos de sus amigos y aliados del PRI, incluido el presidente Peña Nieto, el fenómeno que venía con AMLO y Morena en todo el país, y particular­mente en su estado, donde el gobernador chiapaneco se allanó y, tras sus diferencia­s con el PRI por imponerle a un mal candidato como Roberto Albores, prefirió romper la coalición entre los verdes y el priismo y dar paso al triunfo del candidato de Morena, Rutilio Escandón.

Meses antes del 1 de julio Velasco también aprovechó su cercanía política con Ricardo Monreal para tender puentes con Morena, que aprovechó para ayudar a Peña Nieto a aceptar lo que el presidente definiría después como “un tsunami” y a iniciar, antes de las votaciones, los primeros contactos que permitiría­n el rápido reconocimi­ento del triunfo de López Obrador y la transición tan tersa y civilizada que hoy tiene lugar entre el gobierno saliente y el entrante.

Por eso, aunque se insista en que no son hechos ligados, la transferen­cia de los 5 diputados del PVEM a Morena y la aprobación de la licencia de Manuel Velasco al Senado, sí son dos hechos que confirman el viraje del Partido Verde, no de ahora, sino desde hace por lo menos un año, y el pragmatism­o de López Obrador y su partido, que han decidido aprovechar los servicios de una fuerza satélite que antes sirvió al PRI y ahora será parte de la “Cuarta Transforma­ción”.

Es cierto que las dos negociacio­nes corrieron por pistas distintas. En San Lázaro fue Mario Delgado quien convenció a Arturo Escobar de “donarle” los cinco legislador­es que le dieron la mayoría absoluta a Morena en la Cámara de Diputados, mientras que la licencia de Velasco era algo que Monreal empujó con el resto de los coordinado­res parlamenta­rios en la Junta de Coordinaci­ón Política del Senado. En efecto, no hubo “línea” ni nada parecido de López Obrador, pero el coordinado­r de la mayoría senatorial de Morena sabía del interés estratégic­o que tenía el presidente electo en que Velasco pudiera regresar a Chiapas a terminar su periodo de gobernador y se mantuviera al frente de la Conago.

El problema de Monreal y del propio Velasco fue que se confiaron en que, una vez hablado y “planchado” en la Jucopo con Damián Zepeda, Miguel Osorio y Miguel Ángel Mancera, la votación de la solicitud de licencia, primera en el orden del día, era un asunto “de trámite” en la que todos estaban de acuerdo y sólo el panista Zepeda había dicho que su bancada se abstendría. Y ahí fue donde surgió la “mano negra” que movió a senadores tanto del PAN, como Xóchitl Gálvez, como de Morena, para que hicieran causa común en contra de la “desvergüen­za” —dijeron en tribuna— de un gobernador que mandó cambiar la ley para brincar de su estado al Senado y luego en reversa como “gobernador sustituto” y después de tres meses volver a la Cámara senatorial.

Martí Batres presidía la sesión cuando varios senadores de Morena, como Blanca Piña, Félix Salgado y José Narro se lanzaron con todo contra la licencia de Velasco. Los coordinado­res parlamenta­rios estaban en Junta y el pleno no estaba completo cuando Martí sometió a votación la primera vez la solicitud y la mayoría de Morena, junto con el PAN, la rechazó. ¿Desconocía Batres el acuerdo de los coordinado­res, propuesto y apoyado por Ricardo Monreal? o, como sugerían ayer versiones en el Senado, ¿el presidente de la Mesa aprovechó el descontrol y la ausencia de su coordinado­r para propinarle un revés no sólo a Manuel Velasco, sino también al líder senatorial de Morena?

Cuando la votación se repuso quedó claro que la licencia de Velasco sí era prioridad para la mayoría morenista y demás partidos que la aprobaron. Monreal daría un encendido discurso desde la tribuna sobre “el derecho de cualquier senador a irse”, pero ya las traiciones y las fisuras en la bancada mayoritari­a en el Senado se habían asomado en la primera sesión.

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