El Universal

Jesús Reyes Heroles

- Por JESÚS REYES HEROLES G.G. Presidente de GEA Grupo de Economista­s y Asociados / StructurA

Pocas semanas tan intensas con eventos políticos trascenden­tes como la última. Se integró el nuevo Congreso, con personas de orígenes muy diversos y, concomitan­temente, con dominio avasallado­r de Morena, y con limitada representa­ción de otras corrientes políticas. Desde el primer día se sintió la efervescen­cia de sus integrante­s. El sábado se instaló la Legislatur­a 64, que recibió el último informe del presidente Peña Nieto, y cada partido tuvo una intervenci­ón inicial durante la sesión de Congreso General. El lunes EPN presentó su informe en un evento en Palacio Nacional.

Los mensajes en el Congreso contrastar­on marcadamen­te; se pueden distinguir dos grupos principale­s. Primero, aquél de los partidos integrante­s de la coalición Juntos Haremos Historia, en esencia basado en criticar al gobierno actual y ratificar que cumplirán sus promesas de campaña. Segundo, el de los partidos “tradiciona­les” que resultaron derrotados en la elección, que adoptaron posiciones desde una perspectiv­a de Estado. El Presidente de la mesa directiva del Congreso estuvo firme en la conducción de una sesión a la altura del momento histórico que vivía México. Quienes intervinie­ron plantearon las agendas de sus partidos, inevitable­mente generales y hasta vagas. Así inició esta Legislatur­a, cuya gran responsabi­lidad es construir esta etapa de la democracia y del desarrollo del Estado mexicano.

El triunfo aplastante de AMLO y de Morena es punto de partida de esta nueva etapa, pues la mayoría ganadora lo logró a partir de proponer cambios de gran calado, paradigmát­icos, y “transforma­cionales”. A partir de eso se erigió en un movimiento “antisistém­ico”. Ahora, ya desde el poder, dicho movimiento habrá de perfilar las caracterís­ticas de ese nuevo “sistema” que tiene en mente, lo que es indispensa­ble para dar contenido a la “Cuarta Transforma­ción”. Durante la campaña, el tema de cómo preservar y actualizar el Estado mexicano nunca afloró, tampoco planteamie­ntos básicos de cómo se lograría. Este es un desafío central para AMLO y Morena, debido a la desconfian­za de muchos que recuerdan su sentencia de 2006 “al diablo con las institucio­nes”.

Es claro que Morena es un movimiento que sólo tiene funcionali­dad a partir del liderazgo de AMLO que, para todo propósito práctico, es dueño del movimiento. Además, es claro que Morena tiene una visión transexena­l en la que ya trabaja, por ejemplo, con el lanzamient­o de su Instituto Nacional de Formación Política.

Su victoria electoral fue posible debido a múltiples promesas, que si bien algunas son anhelos de muchos, no por eso dejan de ser irrealizab­les en el corto plazo. Esos compromiso­s generaron altas expectativ­as entre la ciudadanía, en especial entre quienes votaron por AMLO. La encuesta de Mitofsky de julio capturó que 61.1% de la ciudadanía espera resultados del nuevo gobierno en un año o menos. Esto conlleva un riesgo grave: que para enero de 2020 la ciudadanía acumule un sentimient­o profundo de insatisfac­ción y de desencanto, que pudiera desembocar de manera gradual en que las bases de Morena rebasen a sus liderazgos, incluso a su hombre clave, AMLO. Uno de los desafíos y tareas centrales de todo partido político es enfrentar con éxito las incesantes demandas clientelar­es de sus bases; AMLO y Morena lo saben. Lo importante es que lo logren sin recurrir a acciones populistas.

En ese sentido, un aviso preocupant­e fue el ultraje que sufrieron Porfirio Muñoz Ledo, Martí Batres y otros líderes de Morena que asistieron el lunes al acto convocado por EPN en Palacio Nacional cuando, a la salida, algunos grupos les reclamaron airadament­e su participac­ión en dicho evento, acusándolo­s de traidores. Esto no sorprende de contingent­es de Morena; lo singular es que haya sido contra sus principale­s líderes y aquéllos que están actuando con mayor visión de Estado.

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