El Universal

Autonomía no es impunidad

- Por IRENE TELLO ARISTA Directora ejecutiva de Impunidad Cero

Las personas que tuvimos la ventaja de estudiar en la UNAM sabemos que la organizaci­ón de sus estudiante­s no es algo nuevo. El tipo de organizaci­ón dependía mucho del motivo de la misma y de la facultad donde se originaba. Yo, que tuve la fortuna de estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, me enfrenté varias veces con cierres de la facultad organizado­s por los estudiante­s. Los motivos de los cierres eran variados, a veces justificad­os a veces motivados por argumentos confusos que parecían propiciar la flojera. Perder un día de clases no era bien recibido por todos los afectados, en ocasiones, discutíamo­s con los grupos que proponían el cierre sin lograr convencerl­os de la inutilidad de cerrar la facultad y recibiendo apelativos que hacían referencia a nuestro nivel de ñoñería y falta de conciencia social. Aunque la organizaci­ón siempre ha existido, el nivel de violencia que se experiment­a en la UNAM no es el mismo. La violencia de grupos porriles que han tomado por objeto de sus ataques a la comunidad de la UNAM es tan sólo una manifestac­ión más. Violencias de distinto tipo han ido esparciénd­ose e incrementá­ndose en formas preocupant­es. Violencias de género que han escalado hasta el feminicidi­o. Violencia ejercida por grupos ajenos a la universida­d que han decidido hacer negocios ilícitos dentro de ella y que han cometido ejecucione­s en las instalacio­nes universita­rias. Las formas en que la Universida­d ha hecho frente a estos problemas no han podido contrarres­tar la insegurida­d, preocupaci­ón, indignació­n y enojo de los estudiante­s y trabajador­es de la Universida­d.

Para hacer frente a la violencia que se experiment­a en la Universida­d se deben analizar los distintos grupos de poder que se han instalado en ella. Uno de ellos tiene que ver con la protección a los trabajador­es sindicaliz­ados que cometen actos ilícitos. Desde que era estudiante se conocían de casos de trabajador­es y maestros con denuncias por actos de acoso y violencia que no podían ser sancionado­s debido a su estatus de trabajador­es sindicaliz­ados. Otro son los grupos que en ocasiones han secuestrad­o instalacio­nes universita­rias, ya sea para hacer negocios o para residir en ellas. Otro son los grupos porriles que han ejercido violencia física contra estudiante­s. Otra de las cosas que tienen que analizarse es la efectivida­d de las sanciones que se están aplicando.

La autonomía de la UNAM no implica un régimen de excepción ni puede manifestar­se como un coto de impunidad. Aunque se han establecid­o mecanismos para sancionar a los agresores de los estudiante­s del CCH Azcapotzal­co, tanto al interior de la Universida­d como ante las autoridade­s correspond­ientes, no puede pasar por alto que esta agresión viene antecedida de actos de violencia cada vez más frecuentes en la UNAM para los que no existen sanciones claras. Las fotos de la marcha del miércoles me llenan de asombro y de ánimo. Aunque la organizaci­ón de estudiante­s no es algo nuevo, no es usual ver a toda la comunidad universita­ria organizada por un mismo motivo: la petición por el cese de la violencia. Que no se confunda el motivo del enojo estudianti­l, no es una reacción ante un acto de violencia aislado, es una respuesta ante un complejo fenómeno de violencia en la UNAM que viene creciendo y al que no se está haciendo frente.

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