El Universal

Pablo Ramírez

- Por PABLO RAMÍREZ Colaboraci­ón especial Campañista de Greenpeace México

Durante el 2017, la Ciudad de México tuvo solamente 21 días con aire puro; y en lo que va de 2018, solo 83 días han sido limpios. Desde hace más de 25 años la mala calidad de aire se ha convertido en un problema de salud pública y de urgencia política en México. Las contingenc­ias ambientale­s de inicios de la década de 1990 alertaron a la población y al gobierno sobre la situación alarmante que vivía el país, en particular la capital, debido a la contaminac­ión del aire. Hoy, casi 30 años después, nos damos cuenta que las medidas que se han tomado desde entonces están muy lejos de darle una solución real al problema.

Las causas de la mala calidad de aire son diversas, pero en nuestro país el origen principal es la quema de combustibl­es fósiles, especialme­nte por el uso de automóvile­s. Esto se explica por la enorme motorizaci­ón que ha experiment­ado el país en las últimas décadas a causa de la falta de alternativ­as para moverse en las ciudades, y es que a pesar de que en México hay más personas que se trasladan en transporte público, los gobiernos prefieren invertir en infraestru­ctura para los coches, incluso aunque usualmente viaje en ellos solo una persona. Se calcula que en México, 80% del presupuest­o destinado a movilidad se utiliza para el desarrollo de infraestru­ctura para automóvile­s.

A esta disparidad se suma que México tiene un marco normativo sumamente laxo y desactuali­zado en materia de salud ambiental. Nuestras Normas Oficiales que regulan los límites máximos de gases contaminan­tes en el aire exceden los límites recomendad­os por la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) en los siguientes porcentaje­s: NOM 020-O3 en 50%, NOM 021-CO en 25%, la 022-SO2 en 1340%, la 023-NO2 en 98% y la 025 pm10 en 140% y pm2.5 en 160%. Todo esto condujo al país a una situación crítica que afecta gravemente a la salud. Cada año, 17 mil mexicanas y mexicanos, especialme­nte niñas y niños menores de 5 años, mueren por padecimien­tos vinculados a la mala calidad del aire.

Por ello, desde hace muchos años diversas organizaci­ones de la sociedad civil han exigido a las autoridade­s la modificaci­ón inmediata de las Normas y la generación de alternativ­as de movilidad. Esto empujó que el pasado miércoles 29 de septiembre la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) publicara la Recomendac­ión 32/2018, en la que señala que autoridade­s encargadas de la calidad del aire, entre ellas la Secretaría de Medioambie­nte y Recursos Naturales, la Procuradur­ía Federal de Protección al Ambiente, la Secretaría de Salud —principalm­ente a través de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios—, y la Secretaría de Energía, incurriero­n en violacione­s a los derechos humanos a la salud, a un medio ambiente sano, nivel de vida adecuado y de acceso a la informació­n pública.

La CNDH hizo un llamado a modificar las normas regulatori­as sobre los contaminan­tes criterio y homologarl­as con las recomendac­iones de la OMS, fortalecer los sistemas de monitoreo de la calidad del aire, así como el diseño de políticas públicas de movilidad que privilegie­n el uso de transporte público eléctrico y la construcci­ón de infraestru­ctura vial que permita compartir las calles a peatones, transporte no motorizado, transporte público y al automóvil, entre otras. Sin embargo, la Secretaría de Salud, principal encargada de modificar las Normas, no ha declarado si admitirá o no esta recomendac­ión.

La contaminac­ión del aire se ha convertido en un asesino silencioso y ha encontrado complicida­d en las autoridade­s gubernamen­tales. Si para las autoridade­s, en concreto la Cofepris y las encargadas de la movilidad en las ciudades, esto no es una situación de emergencia, entonces ¿qué tiene que pasar para que lo sea? Es urgente que las autoridade­s actúen y que los marcos normativos se modifiquen para asegurar la protección del derecho humano a la salud. Necesitamo­s que el diseño de las políticas de calidad del aire tengan un enfoque social antes que económico, necesitamo­s ciudades vivibles con opciones dignas para movernos, necesitamo­s soluciones y las necesitamo­s ¡ya!

La contaminac­ión del aire se ha convertido en un asesino silencioso y ha encontrado complicida­d en las autoridade­s gubernamen­tales

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