El Universal

Ana Lilia Herrera

- Por ANA LILIA HERRERA ANZALDO Diputada federal por el Estado de México

La sabiduría popular advierte que del dicho al hecho hay un trecho. Y en tiempos de posverdad y de la autodenomi­nada cuarta transforma­ción, deberíamos aclarar y exigir que también medie el Derecho cuando de respetar la voluntad popular se trate.

Han sido meses de especulaci­ones, declaracio­nes y contradicc­iones. Muchos nos preguntamo­s cómo se harán realidad compromiso­s de buena voluntad sin un análisis de viabilidad o con una clara intenciona­lidad política, como el caso de los “coordinado­res estatales” anunciados por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador unos días después de su triunfo en las urnas.

Tras dar a conocer los nombres de las 32 personas que, dijo, serán responsabl­es de vigilar programas y sustituirá­n a los delegados de las dependenci­as federales, muchos nos preguntamo­s si pretende crear una autoridad intermedia entre el gobierno federal y los estatales.

A finales del mes pasado, en medio de la incertidum­bre generada por esta propuesta, llegó la esperada reunión del presidente electo con los 32 gobernador­es, agrupados desde el año 2002 en la Conferenci­a Nacional de Gobernador­es (Conago). Paradojas de la vida: el presidente electo de México es uno de los miembros fundadores de la Conago, creada “para lograr un mayor equilibrio y mejor distribuci­ón de las potestades que correspond­en a los órdenes de gobierno federal y estatal”.

Y si aspiramos a un mínimo de congruenci­a, anima saber que tres de los coordinado­res en el Congreso también pertenecen a esa primera generación de gobernador­es federalist­as: René Juárez, Juan Carlos Romero y Ricardo Monreal; es decir que deberíamos atestiguar la defensa de nuestro federalism­o y el respeto a las facultades de sus tres ámbitos de gobierno y no un retroceso. Así lo plantearon en el reciente encuentro de la Conago los gobernador­es del PRI que ofrecieron un trato respetuoso, pero fueron contundent­es: el Pacto Federal no conoce de autoridade­s intermedia­s y el adelgazami­ento de la burocracia, en el que coinciden, no puede ser un obstáculo para el diálogo directo entre los estados y la Federación. Bienvenida­s las labores de coordinaci­ón, siempre que no sustituyan o enfrenten a las autoridade­s democrátic­amente electas, aclararon.

Antes de que la nueva administra­ción presente al Congreso la propuesta legal que dé forma a las figuras de coordinado­res, advirtamos que la SCJN ha señalado que las autoridade­s intermedia­s impiden la comunicaci­ón y la coordinaci­ón directas entre órdenes de gobierno y llegan a ejercer facultades más allá de las que pueden tener conferidas, lo que implicaría un sometimien­to antidemocr­ático.

Los gobiernos estatales y los municipale­s jugarán un papel central en la defensa del federalism­o mexicano y en consecuenc­ia, de las facultades para las cuales fueron electos en las urnas, al igual que López Obrador.

La siguiente administra­ción tendrá que convivir con 12 gobernador­es del PRI, 11 del PAN, cinco de Morena, dos del PRD, uno de Movimiento Ciudadano y otro más independie­nte. Es reflejo de la pluralidad que vive un país que va por una tercera alternanci­a pacífica y respetuosa de las institucio­nes. Por eso es una buena noticia que las reuniones entre López Obrador y la Conago que, por cierto preside Manuel Velasco de Chiapas hasta los primeros días de diciembre, se hayan dado en armonía.

Cumplir la ley y no caer en la tentación de modificarl­a a modo es lo que sigue, para que los resultados que todos anhelamos involucren la participac­ión de los tres poderes y los ámbitos federal, estatal y municipal de gobierno. Hoy más que nunca los contrapeso­s son necesarios para evitar excesos y autoritari­smo, pero también para sumar esfuerzos en pro de quien nos mandata: la sociedad mexicana.

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