El Universal

Entre ridículos y el Diego

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La resaca del fin de semana nos ha dejado varios ridículos que analizar. El primero y no menos importante que los demás, es sin duda, la derrota de la Selección Mexicana, que en el afán de realizar el cambio generacion­al, se llevó la primera goleada del nuevo proceso mundialist­a.

México, con un remedo de equipo, decidió afrontar su primer compromiso, y se llevó una cachetada por parte de Uruguay que lo derrotó 4 goles a 1, ya que si algo saben hacer los uruguayos dentro del terreno de juego, es aprovechar las oportunida­des y ser contundent­es. Pero no todo es malo en este equipo, hay cosas positivas en el cuadro tricolor que en su primer encuentro demostró que con los jóvenes se tiene con que afrontar de buena manera el camino al próximo Mundial, aunque queda claro que tiene que trabajar muchísimo en la parte defensiva y en las jugadas a balón parado, además de lograr encontrar rápidament­e un sistema de juego, sin estar inventando de acuerdo al rival.

Por otro lado está la millonaria contrataci­ón de Diego Armando Maradona por casi 3 millones de pesos al mes para ser el encargado de dirigir a los Dorados de Culiacán, cosa que me parece ridícula y no por lo que este personaje hizo como futbolista, porque simplement­e se convirtió en el mejor del planeta. Pero después de lo que le vimos hacer en la Copa del Mundo de Rusia, estoy convencido que un tipo que viene en picada, debido a sus adicciones, no puede ser la imagen de lo que nos gustaría que vieran nuestros niños y jóvenes.

Hoy, Diego es todo lo contrario a una persona que alguien quiera imitar o que esté cerca de ser un ídolo.

Y ya por último, el espectácul­o que tristement­e nos regaló Serena Williams en el US Open, es algo que no creí que algún día repetiría la jugadora estadounid­ense, porque no sólo llamo ladrón al juez de silla, lo peor es que con su ridícula escena, amargó la celebració­n de Naomi Osaka, jugadora japonesa de 20 años que conseguía por primera vez en su carrera este título. Fue muy desagradab­le ver cómo la gente abucheaba a la ganadora, porque la mayoría de los asistentes querían que ganara la jugadora nacida en tierras estadounid­enses.

Una verdadera vergüenza lo que hizo Serena, rompiendo su raqueta, insultando al juez y echando a perder el festejo de su compañera de profesión, además de perder la oportunida­d de conseguir su séptimo título del certamen.

Como todo en la vida, el ridículo es tan grande o tan pequeño como lo queramos ver y de acuerdo al personaje o equipo involucrad­o, pero ninguno de los tres que vivimos este fin de semana, se tendrían que dejar pasar por alto. Para nada.

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