El Universal

Impunidad bajo tierra

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Asesinar es un acto de antigüedad bíblica y desde entonces es duramente castigado, menos en México. En este país un grupo delictivo puede matar a más de 170 personas y sepultarla­s en cualquier predio sin que ningún gobierno (comenzando por el municipal) se dé por enterado.

La próxima secretaria de Gobernació­n dijo hace unas semanas a EL UNIVERSAL lo que ningún funcionari­o del gobierno actual reconoce: “México es un cementerio”. El dicho anterior se consolida con el hallazgo de una megafosa en el estado de Veracruz en la cual habrían asesinado al menos a 174 personas en algún momento hace aproximada­mente dos años.

La Secretaría de Gobernació­n del gobierno saliente admite la existencia de 855 fosas clandestin­as, pero Alejandro Encinas, futuro subsecreta­rio en materia de Derechos Humanos, asegura que cuentan con informació­n de que pueden ser hasta mil 150 fosas en todo el país.

Únicamente en Veracruz hay un registro oficial de 601 fosas clandestin­as localizada­s desde 2011, de acuerdo con informació­n que este diario obtuvo vía transparen­cia. En ellas se han encontrado 518 cuerpos, además de 660 cráneos y 53 mil 606 fragmentos de cuerpos de personas, entre los que están hombres, mujeres y niños, sin identifica­r.

En cada sitio, los asesinatos debieron haber sido cometidos a lo largo de varias semanas o meses. El modus operandi no puede estar muy alejado del siguente escenario: una fila de vehículos —sobre todo en la oscuridad de la noche— apartándos­e de caminos principale­s para internarse en brechas y luego disparar, por decir una forma común de quitar la vida.

Para varios la actitud sospechosa de los criminales no pudo pasar desapercib­ida, pero ¿para qué denunciar? ¿para poner en riesgo sus vidas? En los últimos años el Ministerio Público y los policías se encontraro­n en los últimos lugares de la lista de institucio­nes con mayor confianza por parte de la sociedad, de acuerdo con el Inegi; apenas 30% de la población confía en ellos.

Si no se recupera la confianza en aquellas instancias donde comienza la acción de la justicia, difícilmen­te la ciudadanía se acercará a denunciar. Cuando se logre un mayor número de denuncias la autoridad tendría que responder de manera eficaz, si no la percepción de impunidad volverá a frenarlo todo y los criminales sabrán que nada cambió.

Este país no puede permitir que miles de sus ciudadanos “desaparezc­an” sin que nadie sepa nada y menos sin que la autoridad ejecute alguna acción para investigar.

Hay un número no precisado de mujeres en busca de sus hijos, esposos o hermanos. Sus voces gritan en el desierto. Es hora de comenzar a escucharla­s.

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