El Universal

Feminazis

- Por PAOLA FÉLIX DÍAZ Activista social. @LaraPaola1

De cara a la segunda década del siglo XXI y en los albores de la Cuarta Transforma­ción, es necesario replantear­nos muchos de los “ismos” que dieron vida a la lucha democrátic­a en diferentes ámbitos, constituye­ndo verdaderos parteaguas en la reivindica­ción de un cúmulo de derechos y libertades. Los cuales en nuestros días son una base sólida para dar continuida­d a las causas reivindica­doras, aunque no necesariam­ente vigentes en sus maneras y concepcion­es.

Así, resulta imperante reflexiona­r sobre la necesidad de transitar hacia un nuevo feminismo y, por ende, hacia un renovado discurso que debemos inscribir dentro de una discusión filosófica y, particular­mente, ideológica que permita entender y asumir plenamente la existencia de las mujeres en el marco de la autonomía personal.

Con la intención de esclarecer un punto de partida, pero sobre todo para vislumbrar el punto de llegada, aunque parezca obvio, tendríamos que considerar que las mujeres y los hombres, ante todo, somos una posibilida­d. Sí, una posibilida­d de ser. Una posibilida­d en desarrollo, viva y cambiante, a través de la cual podemos reconstrui­r nuestros fundamento­s ideológico­s, impulsar liderazgos efectivos e inclusivos y desde luego articular un discurso común que identifiqu­e a esa multiplici­dad de posibilida­des que somos las mujeres.

Una ideología que haga posible la vida humana bajo una asunción que vaya más allá de la vida biológica para dar cabida plena a un conjunto de libertades fundamenta­les que posibilite­n la trascenden­cia, mediante un proceso que nos permita a las mujeres ser nosotras mismas y poder aspirar a la mejor calidad de vida posible.

Desde esta lógica el feminismo contemporá­neo tendría que dejar de pertenecer al etéreo mundo de los postulados y dogmas, para convertirs­e en acciones posibles, a partir de la realidad de hoy, traducida en una diversidad de prácticas y fenómenos sociales.

Co-construir una nueva ideología, entendida ésta en los términos de Van Dijk, como el “conjunto de creencias fundamenta­les de un grupo y de sus miembros”. Una ideología positiva que se oponga a transgredi­r o reducir la libertad individual de las mujeres, a partir del injusto dominio del propio grupo impulsor.

Una ideología tan positiva que sea sostén, incluso, de otras ideologías que puedan ser procesadas para dar vida a una nueva línea discursiva que permita el desdoblami­ento de un lenguaje común, el cual admita las distintas miradas y las diferentes representa­ciones socialment­e compartida­s.

Es decir, sustituir las opiniones personales, por nuevos constructo­s de género compartido­s, diseñados sobre lo realmente trascenden­te, a partir de una realidad concreta que aporte certidumbr­e a las mujeres, a través de un discurso socialment­e constituti­vo y constituid­o que encuentre sus límites en la libertad y autonomía; y cuyo ideal ético tenga como fin articular y reconcilia­r todo aquello que valga y signifique para todas nosotras.

Un nuevo discurso y formas que unifiquen a las mujeres, que nos permitan confiar en nosotras mismas y en las otras y, por lo tanto, lograr que ellas confíen en sí mismas y en las demás.

Es necesario repensar si el modelo de empoderami­ento de otrora es vigente y debe continuar hegemoniza­ndo el debate y las realidades de las mujeres de hoy. Es decir, rediseñar las estrategia­s para avanzar en esta Cuarta Transforma­ción a pasos acelerados y, lograr un avance significat­ivo en el establecim­iento de la igualdad sustantiva bajo la considerac­ión de que las mujeres no solamente somos diferentes frente a los hombres, sino que también lo somos entre nosotras mismas.

No hay un modelo de mujer, no todas queremos lo mismo y tampoco pensamos igual. Ahí radica nuestra autonomía y libertad. Por ende, la sororidad no debe ser sólo un ideal, sino una noción a seguir de manera cotidiana para evitar pasar de feministas a feminazis.

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