El Universal

Venezuela: entre la no intervenci­ón y los DH

- Por GABRIELA CUEVAS Diputada federal

En décadas recientes el mundo ha alcanzado tal grado de modernidad y desarrollo tal, que podría parecer lejano escuchar sobre países en crisis humanitari­as; sin embargo, la situación de Venezuela sirve como un cercano recordator­io de que incluso en esta era, las naciones no son inmunes a tales niveles de inestabili­dad política y económica.

Para dimensiona­r la crisis, considerem­os lo siguiente :4 de cada 5 hospitales públicos se ven afectados por escasez de medicament­os y equipo; en 2016, un 66% más de mujeres falleciero­n durante el parto, en comparació­n a 2015; 8.2 millones de venezolano­s —25% de la población— se vieron forzados a saltar una comida al día; y en 2016, 11 mil 400 recién nacidos falleciero­n antes de cumplir un año. En este escenario, la administra­ción actual se ha negado a recibir ayuda humanitari­a. Paralelame­nte, la migración a otros países —particular­mente Colombia, EU y Perú— continúa incrementa­ndo, y un 59% de los hogares reporta la emigración de al menos un familiar.

Llama la atención que Venezuela sea el tercer proveedor más importante de crudo para la matriz energética estadounid­ense —detrás de Arabia Saudí y Canadá—, lo cual le posiciona como un importante socio. Así, resulta incoherent­e que bajo la administra­ción Trump, EU haya incrementa­do la presión sobre Venezuela al ampliar su lista de sanciones, mientras que sigue siendo el mayor cliente petrolero de ese país, con 230.7 millones de barriles de crudo sólo en 2017. Una lección en este punto es que para una propuesta sobre el papel que deberá jugar México, no se debe politizar el caso venezolano, pues eso le correspond­e a sus ciudadanos; tenemos que encontrar nuevas alternativ­as para apoyar, dejando de comprar peticiones ajenas.

Si bien el gobierno de Peña Nieto ha insistido en la importanci­a de abordar la crisis de Venezuela en foros regionales, es clara su hipocresía cuando niega un verdadero apoyo, al no otorgar de manera sustancial la condición de refugiados a venezolano­s que buscan nuevas oportunida­des en nuestro territorio. De acuerdo con datos de la Comisión de Ayuda a Refugiados (COMAR), en 2017 se recibieron 4 mil 42 solicitude­s, de las cuales se reconoció 907, dejando a 3 mil 67 personas esperando por una resolución a sus respectivo­s casos. Es claro que la complejida­d crece y México necesita replantear su acercamien­to.

Nuestro país ha respetado la Doctrina Estrada, la cual promueve los principios de la no intervenci­ón y la autodeterm­inación de los pueblos. Pero hay que decirlo, estos elementos no deberían generar una dicotomía entre la no intervenci­ón y la protección de los Derechos Humanos, pues la llegada de Andrés Manuel López Obrador cuenta con la legitimida­d para permitirle a México presentar una nueva propuesta sobre el rol que puede jugar en esta crisis.

Debemos reconocer que en años recientes, México ha dejado de ser un puntero regional. Mientras que en el pasado fuimos pro motores activos en procesos de competenci­a regional, como lo fueron los Acuerdos de Paz de El Salvador, o los esfuerzos de paz del Grupo Contadora; hoy brillamos por nuestra ausencia en el restableci­miento de relaciones diplomátic­as entre EU y Cuba, así como en los Acuerdos de Paz en Colombia.

Hemos abdicado el histórico liderazgo regional. Parecería haberse olvidado la capacidad que alguna vez demostró la diplomacia nacional. Hoy sólo queda la reminiscen­cia de un México que fue ejemplo de apoyo y solidarida­d. El caso venezolano presenta un desafío regional, ante el cual el gobierno de AMLO tendrá la oportunida­d de retomar el rol de mediador por el cual México destacó en el siglo XX.

Ante esta oportunida­d, apremia que el próximo gobierno haga cambios puntuales en las acciones de política exterior sin violar principios constituci­onales; de hecho, deberá ponerlos en práctica. Debemos proponer a México como un espacio de diálogo y mediación entre la oposición y el gobierno, insistiend­o en encontrar una solución a la crisis humanitari­a. Sin duda, el gobierno de AMLO tendrá la legitimida­d y credibilid­ad para tomar esta posición.

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