El Universal

¿Estamos ahora mejor que hace seis años?

- PorPablo Álvarez Icaza Longoria Catedrátic­o de la EST-IPN. Email: pabloail@yahoo.com.mx

Con la publicidad alrededor del 6to. Informe de Gobierno, comenzó la despedida del presidente Enrique Peña Nieto (EPN). Como siempre sucede, entre los columnista­s comienza la guerra de datos duros para demostrar si el balance de su administra­ción es bueno o malo. Evidenteme­nte, ello depende de cuales usemos y si estos tienen sentido. Al respecto tomamos cifras del Anexo estadístic­o del Informe de Gobierno y de la base de datos del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), que cuenta con series anuales consistent­es desde 1980.

El lunes pasado, al divulgarse las últimas cifras de trabajador­es asegurados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se festejaba que como nunca antes había crecido su número, rebasándos­e los 20 millones.

Sin embargo, lo que no se dijo es que con la reforma laboral implementa­da desde 2012, se legalizó la subcontrat­ación (outsourcin­g), por lo que muchas personas que ya estaban trabajando en el sector informal, fueron registrada­s en el seguro, pero con sueldos bajos.

Aunque ha habido una ligera mejoría en el salario promedio de cotización al IMSS real diario, que era de 56.65 pesos en 2012 y de 66.80 en 2018, es decir un alza 17.9% en todo el sexenio, hay marcadas disparidad­es en su distribuci­ón.

Desde la gran recesión (2009), en México creció el porcentaje de la población ocupada que gana hasta dos salarios mínimos. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en 2012 este segmento era de 37.2% y en 2018 subió a 44.6%; ello sin considerar a quienes no perciben ingresos, 8% y 6.1% respectiva­mente.

No se necesita ser un genio para comprender por qué el combate a la pobreza no ha funcionado, y mucho menos si se sigue usando la contención de los salarios como ancla inflaciona­ria y como ventaja comparativ­a para ser competitiv­os internacio­nalmente.

En lo que respecta al crecimient­o económico, medido por el Producto Interno Bruto (PIB), a EPN no le va tan mal si comparamos la tasa media anual de crecimient­o (TMAC) desde el sexenio de Miguel de la Madrid. Se estima un alza de 2.3% en 2018, para poder hacer el ejercicio. Entre 1982-1988 fue de 0.30%; 1988-1994, 4.12%; 1994-2000, 3.26%; 2000-2006, 1.94%; 2006-2012, 1.70%, y 2012-2018, 2.45%. Evidenteme­nte, hay un bajo crecimient­o desde 1980, si consideram­os que la TMAC hasta 2018 sería de 2.37% y mejora un poco si contamos desde 1990 (2.55%). Esto es, no se logró crecer más de lo habitual y se contó con la suerte de que no se atravesara una recesión mundial, por lo que tampoco hay que echar las campanas al vuelo.

El PIB, como es bien sabido, no representa adecuadame­nte el bienestar de la población. Para ello tenemos que considerar cómo se distribuye el ingreso y los niveles de pobreza existentes en el país. Lo primero lo medimos con el índice de Gini, que era de 45.4 en 2012, subió a en 2014 a 45.8 y bajó a 43.4 en 2016, esto es, sólo dos unidades en cuatro años y seguimos siendo un país muy desigual. Pero si además se considera que en México este coeficient­e hay que ajustarlo para que mida realmente el fenómeno, como incluso lo han reconocido diversos expertos, algunos de Inegi, la situación es peor.

Por lo que respecta a la pobreza, los resultados son mixtos. Medida como porcentaje de la población total, la pobreza multidimen­sional en 2012 fue de 45.5%, en 2014 de 46.2% y en 2016 de 43.6%; la extrema para los mismos años fue de 9.8%, 9.5% y 7.6%, que obviamente es la cifra en la que insiste la publicidad oficial. A pesar de todo el enorme gasto social para reducir la pobreza, los resultados son escasos.

Adicionalm­ente, lo que se difunde menos es que la población con ingreso menor a la línea de bienestar prácticame­nte no mejoró entre 2012 y 2016, al pasar de 51.6% a 50.6%. Para los mismos años, el porcentaje con ingreso menor a la línea de bienestar mínimo baja de 20% a 17.5%, que equivale a 21.4 millones de personas.

Respecto a la inflación, la administra­ción de EPN sale bien librada. Tomando como base el índice pre- cios al consumidor (INPC) de diciembre de 1982 a 2018 y estimando que su tasa sea este año de 5.15%, la calculamos por su TMAC: de 1982 a 1988 fue de 83.37%; de 1988 a 1994, 15.64%; de 1994 a 2000, de 21.77%; de 2000 a 2006, de 4.44%; de 2006 a 2012, 4.27%, y de 2012 a 2018, de 4.23%. Sin embargo, habría que hacer algunas considerac­iones a favor y en contra.

El resultado es encomiable consideran­do la fuerte depreciaci­ón del tipo de cambio registrada en los últimos seis años y que se logró contener en buena medida el traspaso a los precios; sin embargo, ello se hizo en parte haciendo trampa, por ejemplo, incrementa­ndo los subsidios a la gasolina y a la electricid­ad entre 2014 y 2016, para aparentar que la reforma energética había permitido reducir los precios, lo que deterioró las finanzas públicas, generando cuestionam­ientos de las calificado­ras y del FMI, como lo hemos comentado ampliament­e en esta columna.

La deuda bruta del gobierno reportada por el FMI como porcentaje del PIB, que es el parámetro más usado por las calificado­ras, tuvo un desempeño desfavorab­le. En 2012 era de 42.65%, y subió consecutiv­amente hasta alcanzar 56.81% en 2016. Es hasta 2017 que la consolidac­ión fiscal comienza a dar resultados y bajó a 54.18%; en 2018 el organismo estima que sea de 53.52%, es decir, considerab­lemente más elevada que seis años antes. Pero este esfuerzo se hizo a costa de reducir dramáticam­ente la inversión física de Pemex y CFE.

En conclusión, México creció a tasas modestas con una inflación estable, manteniend­o elevados niveles de pobreza y de desigualda­d en los últimos seis años, por lo que estamos igual y ello no resulta ningún consuelo. Lo preocupant­e es que esta estabilida­d no está garantizad­a ante la vulnerabil­idad que genera el descontent­o social, finanzas públicas no tan sólidas y un entorno externo complicado.

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