El Universal

El Congreso y el cambio de México

- Por JUAN PABLO CASTAÑÓN CASTAÑÓN Presidente del CCE

La más reciente elección federal transformó el escenario político del país. No sólo definió una alternanci­a en el Poder Ejecutivo, sino que cambió también la conformaci­ón del sistema de partidos y el balance de fuerzas al interior del Congreso. Por primera vez en dos décadas, la coalición del Presidente de la República tendrá una mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso, lo que le permite aprobar cualquier ley ordinaria.

Esta realidad resuelve lo que por muchos años ha sido observado como un talón de Aquiles de la democracia mexicana: la parálisis provocada por gobiernos divididos. Sin embargo, también recuerda una de las debilidade­s históricas del presidenci­alismo mexicano en el siglo XX: la falta de balance de poderes y de un ejercicio de pesos y contrapeso­s entre ellos.

En los próximos años, el Congreso debe refrendar su rol constituci­onal como poder autónomo, privilegia­ndo la división y el equilibrio entre poderes, así como fortalecie­ndo su fiscalizac­ión del Poder Ejecutivo. La ausencia de un gobierno dividido no debe suponer la ausencia de contrapeso­s entre poderes, lo mismo que la existencia de una mayoría partidista no debe ignorar el pluralismo reflejado en la elección de más de ocho partidos políticos, que representa­n distintas expresione­s de la sociedad.

El pluralismo observado en la conformaci­ón del Congreso deberá reflejarse en la integració­n de las comisiones legislativ­as y órganos de gobierno de ambas cámaras; así como en la discusión amplia y profunda de los diferentes asuntos en sus plenos. La existencia de una mayoría no debe eximir al proceso legislativ­o de la reflexión seria sobre las implicacio­nes de una reforma.

Decisiones como la designació­n de funcionari­os públicos pendientes, la aprobación de un presupuest­o de egresos responsabl­e, la construcci­ón de una legislació­n laboral que fomente el diálogo tripartita, la ratificaci­ón del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, así como la revisión de las reformas y leyes hechas en el pasado deben hacerse de manera responsabl­e.

La discusión legislativ­a debe incorporar criterios técnicos y no sólo políticos para generar leyes que verdaderam­ente resuelvan los problemas de los mexicanos. Por ejemplo, la reciente discusión sobre los ingresos de los servidores públicos debe sopesar los beneficios de un uso más eficiente del gasto, con los costos en la pérdida de talento en áreas estratégic­as del gobierno. Si bien es indispensa­ble transferir recursos del gasto corriente a la inversión, también es fundamenta­l que se garantice que la administra­ción pública cuente con los funcionari­os más capaces y comprometi­dos.

La excelencia de la democracia depende de la calidad de las institucio­nes políticas y el próximo Congreso enfrentará el reto de demostrar su fortaleza en relación con el Ejecutivo. Los nuevos legislador­es deberán garantizar un ejercicio democrátic­o del poder, que respete la diversidad de opiniones en la sociedad y los derechos individual­es de todos los mexicanos.

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