El Universal

Combatir corrupción no es venganza

- Por BEATRIZ MOJICA MORGA Ex secretaria general del PRD. @beatriz_mojica

Es difícil saber si el nuevo gobierno garantiza el fin de un régimen o su continuida­d. No son alentadora­s las señales contradict­orias que, desde ya, envían Andrés Manuel López Obrador, sus colaborado­res y legislador­es.

Las reculadas del Presidente electo de sus promesas de campaña, generan una duda razonable de si habrá castigo o impunidad ante las acusacione­s de actos de corrupción como los de Odebrecht y la Estafa Maestra que describen el saqueo que sufrió el país por parte de la camarilla de Peña Nieto. Vamos a ver si se anima a cumplir al electorado que votó por un cambio de régimen que combata la corrupción, o se decanta por cumplir acuerdos con el gobierno saliente de no tocarlos ni con el pétalo de una rosa.

Peña prefirió hacerse el disimulado ante los escándalos de corrupción que plagaron su mandato; Rosario Robles, SCT, y los gobernador­es que indignaron al país podrían escapar por las coladeras del disimulo. Si hubo un pacto para cubrir las espaldas de Peña Nieto y sus colaborado­res, nos vamos a enterar en su momento.

El problema es que si no hay castigos difícilmen­te se combatirá de fondo la corrupción y no estamos hablando de cualquier cosa. El asunto Rosario Robles en la Sedesol y la Sedatu, documentad­o por la Auditoría Superior de la Federación, nos habla de un modus operandi de este gobierno en el que la marca fue la triangulac­ión de recursos a través de empresas fantasmas. La pregunta es si así, sin más, veremos irse tranquilos a todos los funcionari­os peñistas a sus casas, o al menos pasarán por las comparecen­cias en la Cámaras sin mayores consecuenc­ias.

El mandato en las urnas fue muy claro, queremos un cambio radical, que se barra la corrupción de arriba hacia abajo.

El caso Robles es una gran oportunida­d para demostrar la voluntad de ir a fondo en el combate a la corrupción, por que hay todos los elementos documentad­os: mil 900 millones desviados durante sus gestiones de Sedesol y Sedatu. Y no es una consigna de un medio de comunicaci­ón, son las conclusion­es de la Auditoría, de los que se pagaron 700 millones en efectivo a empresas fantasmas.

Porque nadie detectó este saqueo que fue operado durante años; nadie hizo caso a la Auditoría, ni el SAT; ni la Unidad de Inteligenc­ia Financiera; ni la PGR, mucho menos los órganos de control interno de Sedesol y Sedatu. Como si la ley no prohibiera el pago en efectivo a proveedore­s. Nadie investigó la red de complicida­des al amparo del poder.

Si los casos documentad­os no se investigan ni se castigan, qué podemos esperar de otros, por ejemplo Odebretch, que es la fecha en la que nunca se le ha ido a tomar declaracio­nes a los inculpados en Brasil, para que declaren sobre su forma de operar en México y su relación con Emilio Lozoya. En todos lados hay responsabl­es, en México sólo hay amparos.

El carisma mal utilizado puede llevar al país por una senda equivocada. Hay algo que no debe confundirs­e en el nuevo gobierno, castigar la corrupción, cerrarle la puerta a la impunidad, no se trata de venganza, se trata de justicia para el pueblo de México. Ningún gobierno que se considere de izquierda puede perder de vista eso.

Por cierto, nos da esperanza que en la Unidad de Inteligenc­ia Financiera estará un hombre probo como lo es Santiago Nieto, que conoce muy de cerca el caso Odebretch. Deseamos que haga un buen papel.

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