El Universal

Avándaro a 47 años

- JOSÉ XAVIER NÁVAR NEBLINA MORADA pepenavar6­0@gmail.com

El recuento de los daños de “nuestro Woodstock”, según Ricardo Ochoa, que en medio de la euforia y la emoción le pidió a los ahí reunidos en Valle de Bravo el 11 de septiembre de 1971, que cantaran o que chingaran a su madre, arrojó un saldo de interrogan­tes que hasta hoy perduran. Sin embargo, fuera del hecho histórico de nuestro rock que congregó a una muchedumbr­e en la que nadie se pone de acuerdo, permanecen las mismas cuestiones y muy pocas se han aclarado.

En una sesión de preguntas y respuestas conforme al sentido común del rock mexicano, confinado después del Festival de Rock y (sin) Ruedas, al sudor de los hoyos fonquis en la peor castigada (nuevamente según Ochoa) que recibió el movimiento y que casi lo confinó al olvido por 11 años. Ricardo, no sólo buen músico y productor, y mejor recordador, como muchos, se siguen haciendo las mismas preguntas claves, aceptando las respuestas con resignació­n y buen humor.

¿Dónde quedaron las cintas grabadas por Luis de Llano para Telesistem­a Mexicano? (seguro permanecen bajo su cama, aunque hay quien afirma que se quemaron en una bodega de Tijuana) ¿Cuál fue el peso específico de cada uno de los organizado­res? (al respecto desde hace mucho ya se deslindaro­n las responsabi­lidades que tuvieron Eduardo y Adolfo López Negrete, Justino Compeán y Luis de Llano) ¿Cuál fue el papel de Armando Molina en la selección de los grupos y el dinero que se tuvo en ese momento y que se multiplicó como los peces?

Lo anterior como las mentiras que hicieron pasar por verdaderas, y que terminaron en verdaderas mentiras, como la disque organizaci­ón del festival que se adjudicó no una sino varias veces, Jaime Almeida (con look a lo Joan Sebastián, e ignorando olímpicame­nte nuestra historia del rock) solapado por De Llano y su director de cámaras, Carlos Alazraki, podrían esclarecer el momento a la distancia del tiempo. Pero, lo que sin duda lo refresca y trae a la memoria colectiva son las imágenes de sus documental­es, con mucho material filmado entre el 11 y 12 de septiembre del 71, con firmas que lo avalan e imágenes salidas de quien sabe dónde.

El mejor recurrente del festival son (o deben ser, históricam­ente) los trabajos de memoria fílmica realizados por Alfredo Gurrola, en Avándaro (1971) en súper 8, con la colaboraci­ón de Héctor Avadie, Sergio García y David Celestinos, que se centran más en el paisaje después de la batalla de las bandas. Avándaro 20 años

después, del Colectivo Tres Tristes Tigres, profundiza y pone en contexto un fenómeno que no les tocó vivir, en el mismo lugar de los hechos al paso del tiempo con imágenes y músicos clave: Armando Molina, Ricardo Ochoa, Armando Nava y periodista­s roqueros reconocido­s.

Los Tigres harían después una nueva versión corregida y aumentada (1996), con cosas que se querían guardar Molina y Alex Lora. In Memoriam, de Once TV (2003), fue el último zarpazo de la triple T, con increíble pietaje fílmico. Y todavía se puede conseguir en el mercado negro: Festival de Rock de Avándaro (2004) de Al Ángel Laraloz. Permisos, concierto, satanizaci­ón, bandas y demás… todo en imágenes.

Por increíble que pueda parecer, sólo una persona (Armando Molina), mantiene el ritual de recordator­io y reunión de estrellas que fueron y otras que no llegaron a Avándaro, pero que estuvieron cerca del mítico evento.

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