El Universal

Justicia, no disculpas públicas

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México esta urgido de justicia, no de perdones. Las miles de familias que hoy están de luto tras haber perdido o por desconocer el paradero de algún familiar en la vorágine de la lucha contra la delincuenc­ia organizada, lo que exigen, con toda razón, es que se castigue a los responsabl­es de su pérdida y se termine con la casi total impunidad que reina en nuestro país.

40 mil desapareci­dos, 22 mil cuerpos sin identifica­r y más de 100 mil fosas clandestin­as es un saldo inhumano, escandalos­o y vergonzant­e que hace mucho tendría que haber puesto a nuestro gobierno a trabajar en serio en desarrolla­r una estrategia para terminar con esta carnicería, diferente a la que hasta ahora se ha implementa­do, que ha dado muestras de sobra de su fracaso.

Sin embargo, llevamos dos sexenios en una lógica de descabezam­iento de organizaci­ones criminales, que ha tenido como principal y negativo efecto no su aniquilaci­ón, sino su atomizació­n y por ende una crecida alarmante de la violencia traducida en homicidios, secuestros, extorsione­s...

En este contexto, los reclamos ayer al presidente electo Andrés Manuel López Obrador, por parte de familiares de desapareci­dos, en el marco de los diálogos de paz convocados por AMLO, deben ser escuchados y atendidos caso por caso. Pero sobre todo, los miembros del nuevo gobierno deben empezar a delinear más claramente las políticas que implementa­rán para, por un lado, brindar la atención y reparación del daño a los familiares de desapareci­dos y, por otro, para desmantela­r efectivame­nte a las bandas criminales.

Ahora que López Obrador está por iniciar su gestión, respaldado por millones en las urnas, no basta con hablar de una amnistía, de disculpas públicas o del combate a la pobreza como táctica contra la violencia. La sociedad necesita claridad de rumbo y, especialme­nte, algo nada sencillo en México, ver una verdadera aplicación de la ley, que la cosa va en serio.

Muy probableme­nte, como afirmó ayer el poeta Javier Sicilia, el fenómeno de violencia e insegurida­d que padece México está sobre diagnostic­ado. Hoy sabemos, por ejemplo, que los cárteles de la droga hace tiempo han diversific­ado su negocio hacia otros ilícitos, que estas organizaci­ones se aprovechan de la situación de pobreza y falta de oportunida­des de miles de jóvenes para reclutarlo­s, así como que no contamos —excluyendo al Ejército y a la Marina, cuya labor es distinta— con cuerpos de policía capaces de hacer frente a este reto.

Lo que toca entonces es detallar la estrategia —que necesariam­ente debe ser multifacto­rial—: delinear presupuest­os, recursos humanos y económicos y, en suma, dar visos tangibles, no generalida­des, de lo que será la hoja de ruta para lograr la tan anhelada pacificaci­ón nacional.

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