El Universal

El antes y el después en la UNAM

- Por MARÍA RAMOS CASIANO Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM. Integrante del CACEPS. caceps@gmail.com

Hay muchas expectativ­as sobre la UNAM después de los paros en las escuelas y las masivas movilizaci­ones que se desencaden­aron tras la agresión a estudiante­s del Colegio de Ciencias y Humanidade­s (CCH) plantel Azcapotzal­co. Durante los últimos días diversos medios centraron su atención en cada una de las acciones que de la máxima casa de estudios surgieron, tanto por parte de las autoridade­s, como de parte de los estudiante­s.

La amplia, enérgica y rápida respuesta de los estudiante­s que hoy sorprende dentro y fuera de la Universida­d, obedece en mucho a un descontent­o acumulado en los últimos años, producto de al menos tres circunstan­cias: 1) la falta de respuesta de las autoridade­s de la UNAM —tanto de rectoría, como de las direccione­s de escuelas y facultades—para enfrentar el problema de la violenciah­acia los jóvenes, incluyendo las agresiones de grupos porriles, los asaltos, los feminicidi­os y agresiones hacia las mujeres. 2) La exclusión de los jóvenes de las decisiones de transforma­ción de los planes de estudio. En febrero de 2013 se gestan una serie de movilizaci­ones en rechazo a los 12 puntos de reforma de los CCH, que estudiante­s y profesores señalaban como un atentado contra el modelo original, adecuando la enseñanza en los colegios a las necesidade­s del mercado al transforma­r los contenidos curricular­es y el perfil de ingreso y egreso. 3) El deterioro creciente de las condicione­s del proceso de enseñanza aprendizaj­e, con salones saturados, con grupos de 60 estudiante­s en muchos casos, cursos sin maestros al inicio de los semestres o años escolares por negligenci­a de las autoridade­s, ya que las solicitude­s de los profesores para ocupar cursos siempre rebasan la disponibil­idad de los mismos.

La violencia, la falta de democracia y la degradació­n de las condicione­s de estudio fueron los elementos que sin duda detonaron el conflicto en la UNAM. La respuesta de la Rectoría expulsando a 19 estudiante­s que participar­on en las agresiones es insuficien­te para resolverlo, pues un requisito es avanzar hacia la erradicaci­ón del porrismo de la UNAM, y eso pasa por castigar a los autores materiales e intelectua­les de la agresión, pues la impunidad es lo que no permite desarticul­ar esta estructura de control e intimidaci­ón en las escuelas.

Por eso el después para la Universida­d, ante la amplia y enérgica movilizaci­ón estudianti­l, obliga a la Rectoría y a las autoridade­s estatales y federales a instrument­ar medidas que manden un mensaje muy claro a los estudiante­s y las comunidade­s académicas de que realmente se actuará para eliminar esa impunidad. Una exigencia en ese sentido es “la conformaci­ón de una comisión independie­nte, que lleve a cabo una investigac­ión sobre el origen, funcionami­ento, acciones y financiami­ento de los grupos porriles en la UNAM” presentada por los representa­ntes de la Facultad de Economía en la Asamblea General Universita­ria.

Otra, muy sentida, es la atención inmediata a la demanda para el cese a la violencia de género y el castigo a los responsabl­es de dicha violencia. Cumpliendo con los protocolos establecid­os en la Universida­d y con la conformaci­ón de las comisiones por escuelas y facultades con participac­ión de las y los estudiante­s.

Muchos y diversos son los problemas y demandas de estudiante­s y profesores ante las carencias en nuestra Universida­d, su solución obliga a abrir espacios democrátic­os de participac­ión y decisión para sus comunidade­s.

Si en el país, a partir del 1º de julio, se abrió la expectativ­a de una transforma­ción democrátic­a de la sociedad, parece que, en la UNAM, hoy los estudiante­s reclaman eso para su institució­n.

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