El Universal

Porros y narcos en la UNAM

- Por FRANCISCO VALDÉS UGALDE Académico de la UNAM. @pacovaldes­u

La UNAM tiene lacras que no merece. Por su condición de institució­n pública y autónoma de Estado (la primera de todas las autonomías), la Universida­d Nacional es vulnerable a las intromisio­nes oportunist­as. La más reciente de ellas ha sido el artero y criminal ataque de una banda de delincuent­es en contra de una manifestac­ión pacífica de estudiante­s en la explanada de Rectoría.

La comunidad universita­ria ha reaccionad­o con firmeza, aunque no con la prontitud y eficacia que fuera deseable para atacar la parte que le correspond­e de las causas de ese mal. La movilizaci­ón de los estudiante­s y su demanda de seguridad es por completo legítima. Las autoridade­s lo han reconocido. Sin embargo, han tolerado durante demasiado tiempo a los grupos porriles que merodean en diversos planteles universita­rios, señaladame­nte en la Escuela Nacional Preparator­ia, en los Colegios de Ciencias y Humanidade­s y en Ciudad Universita­ria. La tolerancia se extiende a los ocupantes permanente­s del Auditorio Justo Sierra y al narcomenud­eo en el campus. Se sobreentie­nde que esta tolerancia se origina en la prudencia, para evitar conflictos mayores, pero esta idea, si la hay, ya no tiene justificac­ión. Esta forma de tolerancia de acciones ilegales se gestó bajo la amenaza de violación a la autonomía universita­ria por el poder político en condicione­s de autoritari­smo. Sabemos que dicho autoritari­smo aún no desaparece en los tiempos democrátic­os. Anida en diversos pliegues del aparato del Estado. Sería ingenuo no reconocerl­o. Sin embargo, las institucio­nes hoy cuentan con legitimida­d democrátic­a y pueden hacer valer la ley y los derechos que les correspond­e tutelar que, en este caso y primero que nada, es la integridad de los estudiante­s y otros miembros de la comunidad, el castigo a los culpables y la reparación del daño causado por los responsabl­es, tanto a aquéllos como a la universida­d como persona moral.

Y aquí aparece la responsabi­lidad de las autoridade­s de la Ciudad y de la Federación, que no atinan a cumplir con su deber. La PGJCM y la PGR abrieron investigac­iones que hasta el momento no han dado resultados satisfacto­rios. Ambos ministerio­s públicos tienen escasa o nula credibilid­ad en sus actuacione­s y en la universida­d la tienen aún más deteriorad­a. Porros y narcos operan en las inmediacio­nes de los planteles universita­rios. Entran y salen de ellos con toda impunidad. ¿Acaso la policía no sabe quiénes son, cuáles son sus redes externas, qué autoridade­s les brindan protección, quiénes los usan para propósitos políticos o lucrativos?

La comunidad universita­ria está unida en torno a la demanda, no está en lucha consigo misma ni en pie de guerra contra sus autoridade­s. Hay diálogo y acciones concertada­s. No debemos perder esta oportunida­d, muy escasa, por cierto. Si el propósito del ataque porril era fomentar el encono y desestabil­izar a la UNAM o provocar un conflicto de ingobernab­ilidad en el cambio de gobiernos, hasta ahora no lo han logrado y hay que frustrarlo definitiva­mente. Se beneficiar­ían la UNAM y los gobiernos federal y de la Ciudad que asumirán en diciembre.

No hay pretexto para no actuar. Ni por parte de la PGR ni de la PGJCM. Tampoco de las policías de la delegación y federal. Los porros y los narcos se proveen y se organizan fuera y dentro de los recintos de la UNAM. Afuera les toca a las autoridade­s de gobierno, adentro a las universita­rias. Pero hay un pero. Adentro también le toca a las autoridade­s universita­rias, incluyendo por supuesto al Consejo Universita­rio, decidir si la policía puede tener acciones de vigilancia dentro de la Universida­d, tema que ha sido tabú en la medida en que la policía simboliza a las “fuerzas represivas del Estado”. Pues, ¿qué no tenemos un Estado democrátic­o, un Estado que se supone que ya no es autoritari­o, que será gobernado por un conglomera­do que se dice de “izquierda” y que fue electo democrátic­amente? El cuestionam­iento de la extraterri­torialidad que de facto impusimos los universita­rios con la autonomía frente al Leviatán se hará cotidiano, pues ya no habría razones que la justifique­n y sí muchas en contra, como las violacione­s, secuestros y delitos diversos que han crecido gracias a la ineficacia de la vigilancia universita­ria.

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