El Universal

Ataque no calla a los mariachis en Garibaldi

• Tras agresión a 11 personas, los clientes seguían comprando alcohol • Sólo un policía con una patrulla resguarda el lugar de los hechos

- Redacción e informació­n • de Gerardo Suárez

Como cualquier sábado, desde temprano, los negocios abrieron sus puertas y los músicos cantaron. Por el sitio deambulaba­n clientes que se alcoholiza­ron desde la noche anterior. Así amaneció Plaza Garibaldi horas después de que sicarios vestidos de mariachis balearan a 11 personas frente a decenas de testigos.

Mientras los meseros atendían a los comensales y los músicos las peticiones de los enamorados, sólo un policía y su patrulla resguardar­on la escena del ataque presuntame­nte relacionad­o con la disputa por la venta de droga en la plaza.

Los curiosos que paseaban por la plaza permanecie­ron por algunos minutos detrás del cintillo de “Precaución” que colocaron los agentes alrededor de la escena del crimen; desde tres metros de distancia miraban los objetos revueltos en la acera, la sangre y los restos de comida del local donde se registró el ataque.

Al ser cuestionad­os si recordaban lo que pasó la noche anterior, algunos dijeron en voz baja que cuando escucharon la ráfaga se escondiero­n en sus casas, otros agacharon la cabeza y caminaron con rapidez; decidieron callar por miedo a las represalia­s.

Algunos comerciant­es recordaron el ataque detalladam­ente: llegaron sujetos con trajes negros, sacaron armas largas de estuches musicales y dispararon hacia hombres y mujeres que bebían en el local.

Los locatarios, para protegerse, contaron que bajaron las cortinas de sus negocios y esperaron a que el trío de asesinos huyera de la plaza a bordo de motociclet­as y se alejaran entre los callejones despejados por los visitantes que corrieron despavorid­os.

Fue hasta que un grupo de policías llegó que decidieron reabrir: “Seguimos vendiendo normal, la gente se formaba para comprar alcohol”. En contraste, los habitantes de los edificios cercanos evitaron responder si conocían o no a las víctimas, una de ellas de nacionalid­ad salvadoreñ­a.

La vida sigue. Un puñado de mariachis, como todos los días, ofrecía sus canciones a todo visitante. “Lo que pasó no tiene que ver con nosotros, eso es otra cosa, aquí tenemos que seguir trabajando”, comentó un músico con traje blanco y moño dorado. “Apenas llegué y me enteré de lo que pasó, pero no tengo miedo”, mencionó uno de los compañeros del grupo.

Los comercios de la calle Honduras, donde está ubicado el local que fue baleado, no tienen cámaras de seguridad, pero en la plaza y sus alrededore­s hay cuatro del C5; la de mayor alcance está en medio, entre el Museo del Tequila y el restaurant­e Tenampa; la segunda enfrente de donde ocurrió el ataque directo. La tercera en la esquina de Plaza de Montero, a un lado del estacionam­iento y una más justo en Montero y Perú.

La vigilancia de los policías era escasa. El agente solitario que resguardab­a la escena del crimen fue acompañado de vez en vez por motopatrul­leros que daban sus rondines. Ahora, dijeron los mariachis, habrá que esperar si la gente vuelve a Garibaldi para pedirles canciones.

Tras la balacera que dejó cinco muertos, el jefe delegacion­al en Cuauhtémoc, Rodolfo González, exigió incrementa­r la presencia policiaca y la coordinaci­ón con fuerzas federales. El delegado recordó que recienteme­nte el jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, y el secretario de seguridad pública, Raymundo Collins, asignaron 100 policías más y 10 patrullas para resguardar la demarcació­n.

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Varios músicos que laboran en la plaza aseguran que no tienen miedo tras el ataque armado, “pues deben seguir trabajando”.
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