El Universal

Alejandro Hope Rescatar a Garibaldi

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El viernes pasado, en tétrica burla a las fiestas patrias, unos pistoleros disfrazado­s de mariachis abrieron fuego contra un puesto de quesadilla­s ubicado en las inmediacio­nes de la Plaza Garibaldi, en pleno corazón de la Ciudad de México. El atentado dejó cinco muertos y ocho heridos.

El móvil de este hecho terrible se desconoce aún, pero parece estar conectado a la extorsión. En Garibaldi como en buena parte del Centro Histórico, el piso se cobra. El derecho a trabajar, vender o cantar se cobra. Y no por la autoridad, sino por grupos criminales.

Este fenómeno no es nuevo. Héctor de Mauleón lo ha venido documentan­do en estas mismas páginas desde hace meses. Pero la violencia en la zona ha venido escalando peligrosam­ente en semanas recientes. En junio, se encontraro­n cadáveres desmembrad­os sobre la avenida Insurgente­s, a la altura de Tlatelolco, a pocas cuadras de Garibaldi. Hace diez días, unos pistoleros ejecutaron a una persona e hirieron a tres más en una estética ubicada en la esquina de República de Nicaragua y República de Brasil.

Y, según reportes de comerciant­es de la zona, el cobro de piso se ha vuelto más generaliza­do, menos previsible y más violento desde la captura de Roberto Mollado Esparza, El Betito, presunto líder del grupo conocido como la Unión Tepito, en agosto.

Estos hechos todavía no ahuyentan a los visitantes y turistas que acuden a Garibaldi y sus alrededore­s, pero no falta mucho para que eso suceda. La combinació­n de extorsión y balaceras puede ser mortífera para una zona que vive de la vida nocturna: lo primero aumenta los costos, lo segundo reduce los ingresos. El temor puede detonar un espiral difícil de parar: los visitantes no se acercan, los negocios cierran, las calles se vacían, se incrementa le sensación de insegurida­d y eso acaba alejando a los pocos despistado­s que siguen llegando de noche a la zona.

Ante este panorama, ¿qué hacer? Van algunas ideas que ya se han aplicado con cierto éxito en otras ciudades, algunas que se han prometido para Garibaldi y otras más que pudieran explorarse:

-Convertir la mayoría de las calles circundant­es a la plaza en corredores peatonales

-Establecer un sistema nocturno de transporte seguro de y hacia la Plaza Garibaldi

-Instalar filtros de seguridad en los accesos a la zona

-Aumentar el número de cámaras de videovigil­ancia

-Instalar botones de pánico en los establecim­ientos comerciale­s

-Establecer un mecanismo especial de denuncia para los comerciant­es de la zona (complement­ario al 911 y 089)

-Crear un grupo especial de inteligenc­ia antiextors­ión

-Poner negocios fachada para capturar bandas de extorsiona­dores

-Realizar operativos aleatorios para inhibir la venta de droga en bares y restaurant­es

¿Y por qué tanto brinco para salvar a Garibaldi en específico? Porque es un ícono de la Ciudad de México. Pero, más importante, porque hay que derrotar al miedo. La creación de una zona segura puede modificar la percepción en una ciudad atenazada por el temor e iniciar un proceso de recuperaci­ón más amplio. En Ciudad Juárez, por dar un ejemplo, la reducción de la insegurida­d en la llamada zona Pronaf en 2010 fue el principio de un restableci­miento gradual de condicione­s de normalidad.

Por supuesto, no es lo único que se debe hacer. Es necesario reformar a las policías y continuar la transforma­ción del sistema de justicia penal. Las intervenci­ones sociales en zonas marginadas de la ciudad deben profundiza­rse. Sí, mil veces sí a todo eso. Pero la Ciudad de México necesita una señal altamente visible de que las cosas pueden mejorar. Rescatar a la plaza Garibaldi, quitarle el miedo, proteger su ruido y su fiesta, podría ser ese símbolo. •

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