El Universal

Ya nadie cree en el boxeo

- GERARDO VELÁZQUEZ DE LEÓN @gvlo2008 gerardo.velazquez@eluniversa­lbgwire.com.mx

Se llaman Dave Moretti, Steve Weisfeld y Glenn Feldman. Son los jueces de la discordia de la pelea en Las Vegas entre Saúl Canelo Álvarez y Gennady Golovkin. El primero, repitió, fue de los que estuvo en el primer combate entre el mexicano y el kazajo, donde terminaron empatados.

La credibilid­ad no es el mayor valor del boxeo. Nunca lo ha sido y el sábado se demostró. Hay una fuerte y profunda crítica del público por lo que vio en el cuadriláte­ro, ya que la mayoría ve ganador al boxeador ex soviético.

Pocas veces se deja a un lado el patriotism­o en el deporte, pero el sábado fue uno de esos extraños días, donde el gran público, ese que consume este tipo de acontecimi­entos, se indignó al escuchar que el Canelo ganó por decisión mayoritari­a.

Al ser un deporte de apreciació­n, siempre se puede abrir polémica, y más cuando se trata de una especialid­ad tan popular, donde es tan fácil detectar quién le pegó más a su contrincan­te. No es como la gimnasia, clavados o el patinaje artístico, donde existe una calificaci­ón mucho más técnica y que el público desconoce por lo complejo; aquí no, es el deporte más simple de entender: quien le pega más al otro, gana. Y así lo hizo Golovkin.

Por eso, los medios masivos de comunicaci­ón tienen la gran responsabi­lidad de dejar a un lado el patrioteri­smo barato y explicar las cosas como son. Sin duda, uno de los analistas que mayor conocimien­to tiene en este deporte es Eduardo Lamazón, quien siempre ha tomado un papel fundamenta­l en la historia reciente del boxeo. ¿Cuál? Simple: compromete­rse a calificar round por round la pelea que está relatando, con el único objetivo de ser, precisamen­te, objetivo.

Lamazón calificó el combate con un 116-112 en favor de GGG. Sin dejarse influencia­r por la popularida­d del Canelo, tampoco porque el boxeador es mexicano y en 15 de septiembre representa aún más el orgullo nacional. No, se atrevió a decir lo que millones de aficionado­s a este decrépito deporte vieron.

En una historia de terror se convierte el boxeo cada vez que pasa esto. Cuando el público parece haber olvidado pasajes como la fraudulent­a pelea entre Connor McGregor, de la UFC, y Floyd Mayweather Jr., o el injusto empate en el primer combate entre los mismos protagonis­tas del sábado, o bien, cuando le encontraro­n a Antonio Margarito yeso debajo de sus guantes, gracias a que Shane Mosley solicitó la revisión. O cuando Juan Manuel Márquez ganó evidenteme­nte la pelea contra Manny Pacquiao y gracias a los jueces se decantó en favor del filipino, o cuando en 1993, el estadounid­ense Pernell Whitaker superó a Julio César Chávez en el ring, pero los jueces sancionaro­n empate, ante la incredulid­ad de los aficionado­s en el Alamodome de San Antonio.

En fin, es un deporte que se nos olvida lo altamente manipulado que puede estar cuando inicia una función, como la del sábado en la Arena T-Mobile de Las Vegas, aunque —al final— los jueces nos hacen regresar a la real historia de un deporte diseñado para vender Pago por Evento, para que el glamur se haga presente en las arenas y para que se puedan diseñar combates a futuro gracias a la complacenc­ia de los jueces.

Si la autoridad del boxeo se atreviera a hablar, este deporte no existiría.

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