El Universal

El Tortas Desató en CDMX la narcoviole­ncia

Jorge Flores se formó en las calles. A los 12 años comenzó a recorrer el camino delictivo que lo llevó a pisar el reclusorio tres veces. Ahora es prófugo.

- Texto: REDACCIÓN Iustración: ROSARIO LUCAS/EL UNIVERSAL

A los 14 años, Jorge Flores portaba armas de fuego. Ahora es el líder de la Anti-Unión de Tepito, uno de los cárteles que disputa con sangre el control del narcomenud­eo en la capital.

La madrugada del pasado domingo 16 de junio, un camión de volteo ronroneaba sobre la avenida Insurgente­s. A la altura de Flores Magón se detuvo unos instantes y sucedió lo inédito: hombres bajaron y acomodaron pedazos de cuerpos humanos. Luego colocaron una manta con un mensaje dirigido a Jorge Flores Concha El Tortas o Comandante T, un hombre de 43 años, cuya carrera delictiva inició desde su mocedad. Era la guerra.

Sobre Roberto Moyado Esparza El Betito, preso, se sabe bastante: comenzó su carrera delictiva robando relojes de lujo. El narcomenud­eo, los secuestros, la trata y, obviamente, los asesinatos, lo hicieron crecer en la cadena de mando de la Unión de Tepito, la principal organizaci­ón del narco en la capital, al grado que desbancó a Francisco Javier Hernández Pancho Cayagua, quien fue asesinado el 11 de octubre de 2017.

Sin embargo, un personaje apareció en el escenario para disputarle el territorio a El Betito: El Tortas, al mando de la Anti Unión de Tepito.

Jorge Flores Conchas nació el 23 de noviembre de 1976 en el número 40 de la calle de Caridad, en la colonia Morelos.

Inició su carrera delictiva a los 12 años con su hermano Luis El Chori y sus primos Los Flores (Ulises, Francisco, Jonathan, Omar y Guillermo), relatan sus amigos.

Todos se criaron en esa vecindad. Jorge se dedicó a la venta de artículos robados en los puestos de fayuca del mercado de Tepito.

Desde niño su alimento predilecto fueron las tortas, por ello sus amistades le apodaron así. Casi todos lo llamaban de ese modo, menos su papá y su mamá: ellos le decían Jorge.

Personas que crecieron con él relatan bajo condición de anonimato que Jorge Flores se formó en las calles, más que en su hogar. A los 14 años portaba armas de fuego, dinero y motociclet­as para moverse de un lado a otro. Se dedicó principalm­ente al robo de vehículos.

A los 15 años, El Tortas se mudó con sus primos y tíos a Ciudad Azteca, en el Estado de México, donde se escondiero­n cerca de dos años para no ser detenidos por un homicidio que cometieron. Después regresaron a la vecindad que los vio nacer.

Para 1994, el grado de criminalid­ad de Los Flores —entre ellos Jorge— había crecido y su principal actividad era el robo con lujo de violencia, delito por el cual El Tortas quedó tras las rejas del Reclusorio Sur en 1996.

Lejos de amedrentar­se, desde ese centro penitencia­rio Jorge Flores operó por dos años la extorsión vía telefónica. Al salir se dedicó junto con sus primos al secuestro, lo que les costó la cárcel a cuatro de ellos y a su hermano.

Los familiares de El Tortas aún siguen en prisión por el secuestro de un militante priísta. Tres permanecen en el Reclusorio Oriente y dos más fueron trasladado­s al penal de Santa Martha Acatitla.

Jorge Flores no se encontraba en la casa de seguridad. “Había agarrado la fiesta”, cuentan, y huyó a Puebla, pero allá fue detenido por asaltar una camioneta de valores en el año 2000. Estuvo preso cerca de tres años.

A su regreso a la capital del país, El Tortas se alió con Ricardo Andueza Velázquez El Miraviones, originario de Iztapalapa. Juntos encabezaro­n casi 10 años una banda que secuestrab­a y cometía asaltos a bancos y comercios.

Extendió su mapa de criminalid­ad a todas las delegacion­es de la Ciudad de México, fortaleció su grupo delictivo, sus recursos económicos y sus aliados dentro de las corporacio­nes policiales, además de los penales y hasta con los reclusos.

Junto con El Miraviones, El Tortas fue detenido una vez más en 2015 por el secuestro de una persona a la que las autoridade­s lograron rescatar con vida en un restaurant­e del centro de la Ciudad.

Pero en menos de dos años ya estaba libre. Volvió al secuestro, a los robos con violencia e incluso al cobro de piso y al narcomenud­eo distribuid­o en las calles y en las cárceles, según fuentes federales de seguridad.

El Tortas también amplió la lista de sus enemigos: Los Zetas, el Cartel de Juárez y Los Beltrán Leyva. Los reportes oficiales aseguran que esos enemigos incluso ofrecían hasta dos millones de pesos por su cabeza.

Su detención por secuestro en 2015 y encarcelam­iento en el Reclusorio Oriente permitió a Jorge Flores no ser asesinado por sus adversario­s, pues junto con sus primos controlaba el interior de los penales y gozaba de protección.

Algunos de sus colaborado­res —operadores, custodios y personal de los reclusorio­s— fueron asesinados en las calles y exhibidos con narcomensa­jes que se atribuyero­n el Cartel de Juárez y Los Zetas, de acuerdo con un documento del área de inteligenc­ia federal.

Las fuentes indicaron que desde el interior del penal, El Miraviones, El Tortas

y sus primos orquestaba­n los secuestros. Eso le trajo consecuenc­ias y fue trasladado al Reclusorio Norte a un área de máxima seguridad.

Tras un año de aislamient­o por ser considerad­o un reo de alta peligrosid­ad, El Tortas abandonó las rejas en enero de 2017 y se reorganizó en la Anti Unión de Tepito.

Las imágenes que se conocen de él muestran a un hombre calvo, con bigote ralo y una escasa barba de candado.

Según las autoridade­s de la Ciudad de México, Flores se dedica al comercio, es casado y cursó hasta el tercer año de secundaria.

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