El Universal

A un año de los terremotos, ¿qué sabemos?

- alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

Sabemos lo que ya sabíamos, pero habíamos olvidado, que en esta ciudad y este país, la tierra tiembla siempre, no ofrece tregua, no permite bajar la guardia, no perdona la negligenci­a, la incompeten­cia o la corrupción.

Sabemos que algo aprendimos de los terremotos de 1985, pero no tanto como debiéramos, que nuestro sistema de protección civil es mejor que hace treinta años, pero aún deja espacio para el desorden y la improvisac­ión, que los códigos de construcci­ón han mejorado, pero su cumplimien­to se negocia en demasiadas ocasiones.

Sabemos que vivimos rodeados de héroes, que algunos de nuestros vecinos, esos que apenas reconocemo­s en la calle o en la escalera, tomarán pico, pala y casco para salvarnos cuando sobrevenga la tragedia, que muchos otros tendrán pequeños o grandes actos de civismo, que algunos prepararán comida para los rescatista­s y otros trabajarán en centros de acopio y otros acarrearán escombros y otros se organizará­n para que la ayuda llegue donde tenga que llegar.

Sabemos que algunas de nuestras institucio­nes funcionan bien, que hay héroes también en el servicio público, que los soldados y marinos se la rifan cuando pega la desgracia, que el personal de Protección Civil estuvo a la altura del esfuerzo, que sin ese andamiaje institucio­nal la generosida­d espontánea de la población hubiese tenido mucho menos impacto.

Sabemos que la desigualda­d pesa en los desastres, que no recibe la misma atención un edificio de oficinas en la Colonia Roma que una fábrica en la Colonia Obrera que unas casas en Jojutla o Juchitán, que eso vale igual para la respuesta inmediata que para la reconstruc­ción posterior.

Sabemos que hay desalmados entre nosotros, que existen constructo­res que sacrificar­on la seguridad por un ahorro de tres pesos, que hay directores responsabl­es de obra que no vieron lo que tenían que ver ni hicieron lo que tenían que hacer, tal vez por negligenci­a, tal vez por venalidad, que hay autoridade­s que no cumplieron con su deber y que algunas se confabular­on para liberar a desarrolla­dores inmobiliar­ios del peso de la regulación.

Sabemos que la reconstruc­ción se nos da menos que el rescate, que muchos fondos destinados a rehacer país y vidas no han llegado a su destino, que algunos se atoraron en las tuberías burocrátic­as, que otros se fueron a resolver problemas ajenos al desastre, que algún porcentaje —pequeño o grande pero imperdonab­le de cualquier modo— se esfumó por la corrupción, que el latrocinio se consumó porque se investigó poco y se castigó menos.

Sabemos que hay aún allá afuera damnificad­os que requieren nuestro apoyo, que muchos perdieron familia y futuro, que muchos carecen de vivienda y prospectos, que algunos han sido abandonado­s por la autoridad y otros han recibido tolete por protestar la indolencia oficial.

Sabemos que algo nos cambió la tragedia, que tal vez no sobrevivió por entero el espíritu de septiembre, que no se nos quitó lo energúmeno al volante, que seguimos siendo descortese­s y a veces brutales, pero algo quedo, que no vemos a la gente igual, que no nos conformamo­s con el regreso a la normalidad jodida de siempre, que aún hay allá afuera una voluntad de rehacer y repensar y reconstrui­r al país y a la ciudad de otra manera.

O no sé si sé esto último o si solo lo quiero creer.

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Alejandro Hope

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