El Universal

De la crisis de 2008 a hoy 2018

- Por ROGELIO RAMIREZ DE LA O Analista económico. rograo@gmail.com

El 15 de septiembre ya quedó establecid­a como la fecha memorable de la crisis de 2008 que pudo llevar al mundo a una segunda Gran Depresión, cuando la correduría Lehman Brothers se declaró en quiebra. Hoy el mundo sigue viviendo los efectos de esta crisis. Aunque no hubo una Gran Depresión, sí hubo un largo periodo de muy bajo crecimient­o, mal distribuid­o entre grupos y cuestionad­o por amplios grupos sociales.

Aunque la crisis estalló en los créditos hipotecari­os de los bancos en Estados Unidos y de otros países, su origen fue más que bancario. Surgió después de un largo periodo de desbalance­s entre ingreso y gasto de sectores de población y entre unos países y otros. Cuando los acreedores ya no siguieron financiand­o a los deudores, el valor de sus créditos se desplomó, por ser impagables.

El principal remedio aplicado por las autoridade­s fue con inyeccione­s de liquidez de los bancos centrales dedicadas a comprar bonos hipotecari­os y luego otros créditos, para impedir el colapso de precios de los bonos y del sistema financiero.

Sin embargo, por la excesiva deuda de las familias y los gobiernos, los acreedores insistiero­n en programas de austeridad antes de renovarles créditos. El consumo, la inversión y el crecimient­o se desplomaro­n. De la “Gran Recesión” de 2008, surgió el desempleo y la pérdida del nivel de vida de millones. El desempleo estadounid­ense llegó a 10% de la población económicam­ente activa (hoy en 3.9%).

Como, simultánea­mente, la fuerte inyección monetaria por los bancos centrales mantuvo alto e incluso elevó los precios de los bonos y de las acciones, los dueños de esas carteras resultaron fortalecid­os. La desigualda­d dio origen a la inconformi­dad de grupos sociales contra la forma del rescate financiero y los líderes políticos que la impulsaron.

La inconformi­dad se extendió a las relaciones financiera­s entre países, sobre todo en Europa, en donde los gobiernos rescataron bancos y luego la Comisión Europea coordinó el rescate de gobiernos, pero a condición de austeridad, la cual afectó a la mayoría. De ahí la inconformi­dad pasó a la migración y luego al comercio internacio­nal.

Cambios electorale­s importante­s surgieron de esta inconformi­dad, pero no llegan al grado extremo al que llegaron en los 1930s. Una primera lección es que la masiva expansión monetaria por lo menos frenó el peor escenario. El desempleo estadounid­ense llegó entonces a 25%; ahora sólo a 10%.

Otra lección es que los gobiernos se considerar­on impedidos de aumentar más la deuda pública, lo que puso en el asiento del piloto a los banqueros centrales, funcionari­os no electos. No es un detalle menor.

Una tercera lección es que las medidas de política monetaria sólo tuvieron efectos lentos: el banco central compraba valores y a través de esto aumentaba el valor de los bonos y las acciones en poder de los tenedores. Este “efecto riqueza” impulsó el consumo y la inversión y eventualme­nte la confianza, pero sólo después de varios años.

Una cuarta lección es que hoy los bancos centrales no saben cuándo van a poder deshacerse de los valores que compraron durante diez años, para comenzar a normalizar el tamaño de sus balances.

México no tenía crisis hipotecari­a ni una burbuja de crédito y, sin embargo, su economía cayó en 2009 5.3%, cuando América Latina cayó 1.8% y Estados Unidos 2.8%. En gran parte, esto fue por nuestra alta exposición a las exportacio­nes (28% del producto), al desplomars­e el comercio mundial, mayor a la exposición de Estados Unidos, de 11%.

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