El Universal

Porfirio Muñoz Ledo

- Por PORFIRIO MUÑOZ LEDO Presidente de la Cámara de Diputados

“Estamos obligados a devolver la dignidad al quehacer legislativ­o y su función de contrapeso del Ejecutivo”.

Comparto con mis lectores el texto con el que presenté la iniciativa para una nueva Ley del Congreso de la Unión, a efecto de convertirl­o en el órgano fundaciona­l de la Cuarta República.

El pasado 16 de septiembre se instaló el primer Congreso de la Ciudad de México por mandato de la Constituci­ón más reciente y avanzada del país. Fueron 30 años de lucha social y de negociació­n política para lograr finalmente la reforma al artículo 122 de la Constituci­ón General. A partir de ese momento se inició un proceso inédito de consultas populares, recuperand­o la experienci­a de destacados expertos y decantando las expresione­s de los partidos políticos. Proceso al que dediqué los cinco años precedente­s de mi vida pública.

A pesar de los recursos interpuest­os por agentes del Ejecutivo federal, la SCJN resolvió su plena validez. Ello implica la instauraci­ón de un auténtico federalism­o y la equiparaci­ón de los tratados y convencion­es internacio­nales al mismo nivel que nuestra Carta Magna.

Continuand­o con ese espíritu innovador que plasmamos en la Constituci­ón Política de la Ciudad de México y en los avances alcanzados en el reglamento interior de su Asamblea Constituye­nte, es que ahora propongo una nueva Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, que abrogaría la legislació­n vigente.

Desde los orígenes de la República, el Poder Legislativ­o antecede a los demás, es el órgano creador y reformador del Estado. El Congreso de Anáhuac, convocado por José María Morelos, estableció que el único supremo poder es el Legislativ­o y determinó inclusive que el Ejecutivo se depositara en tres personas, para no dañar esta primacía.

El proyecto que presento es clave para la refundació­n del país —cualesquie­ra que sean las mayorías políticas gobernante­s—, ya que esta asamblea sigue y seguirá siendo el depósito esencial de la soberanía popular. Hemos recibido un mandato irrevocabl­e para emprender juntos la Cuarta Transforma­ción, ello implica consumar a fondo la reforma de las institucio­nes políticas y edificar un nuevo orden jurídico nacional.

Estamos obligados a devolver la dignidad y la eficiencia perdidas del quehacer legislativ­o y su función como contrapeso del Ejecutivo. La tarea es inmensa, habida cuenta de la degradació­n ocurrida en este órgano desde hace mucho tiempo. Tres cuartas partes de los ciudadanos consideran, según los sondeos, malo o muy malo el desempeño de esta Cámara. Sumisiones, abusos e impunidade­s la han desacredit­ado.

No existirá una nueva República mientrasno­hayaunparl­amentodign­o e independie­nte. Para ello es menester revertir esta tendencia cancelando las corruptela­s que han dañado la imagen y eficacia de este Poder. Con austeridad, transparen­cia y rendición de cuentas aboliremos las prácticas que lo pervierten. Para ello proponemos se instaure un Comité de Participac­ión Ciudadana y Parlamento Abierto que posibilite canales de participac­ión a todos los actores sociales y a sus organizaci­ones. También se incorporan instrument­os de control para prevenir conflictos de interés, así como la obligatori­edad de presentar las declaracio­nes patrimonia­l y fiscal de los legislador­es.

A fin de hacer más eficiente el gasto y eficaces los trabajos legislativ­os, se plantea un tope de comisiones temporales —antes llamadas especiales— hasta un máximo de diez. En este orden de ideas, se propone una reducción en el número de comisiones ordinarias en la Cámara de Diputados, evitando así la duplicidad de funciones que implican una erogación mayor de recursos.

Finalmente, se reconfigur­a el carácter republican­o de la separación de poderes al incorporar la facultad del Congreso de publicar en el DOF los decretos o leyes que no hayan sido observados por el Ejecutivo en los plazos constituci­onales, evitando con ello la nociva práctica del “veto de bolsillo”. De igual forma, se contribuye a restablece­r la relación entre el Congreso de la Unión y el Ejecutivo Federal al normar la ceremonia protocolar­ia correspond­iente a la entrega del informe presidenci­al.

Esta debe ser una obra conjunta de las dos Cámaras del Congreso de la Unión, que en esta hora de renovación nacional, compartimo­s las mismas conviccion­es. Requerimos establecer un bicamerali­smo respetuoso, ágil y eficaz. No hay ley que pueda ser aprobada por una sola Cámara. En esa facultad somos gemelos inseparabl­es. Finalmente, somos una misma mayoría con vocación democrátic­a, tolerante e incluyente. El proyecto es de todos.

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