El Universal

Tras perdón a 3 hijos en Malasia, madre recupera la tranquilid­ad

• Carmen Villarreal dice que al saber que iban a morir, descuidó su salud • Tiene la esperanza de que ocurra un milagro y regresen con sus familias

- JAVIER CABRERA Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

Culiacán.— La sentencia a muerte que un juez de Kuala Lumpur, Malasia, decretó contra tres de sus hijos, quebró la salud de Carmen Villarreal, lo que derivó en la amputación de sus dos piernas, pero la tranquilid­ad le volvió ahora que se dio a conocer la conmutació­n de la pena para los tres mexicanos.

Luis González Villarreal, de 51 años, casado y con dos hijos; José Regino, de 47 años, con una hija adolescent­e, y Simón, de 41, con dos hijos, fueron detenidos hace 10 años en una nave industrial donde se procesaba droga, en la comunidad de Johor Bahru, y en 2012 sentenciad­os a la pena capital.

El pasado jueves, la Secretaría de Relaciones Exteriores informó que “El sultán del estado de Johor en Malasia, decidió otorgar el perdón a los tres connaciona­les”.

Sentada en su silla de ruedas en el pórtico de su humilde hogar de la colonia Lomas de Rodriguera —uno de los barrios más alejados de Culiacán—, la madre de Luis, José Regino y Simón se enteró de que sus tres hijos habían logrado conmutar la pena capital por 30 años de prisión.

Junto a su hija Leticia, la mujer de 74 años afirmó que se siente con fuerzas para esperar que suceda un milagro y que retornen a México.

Doña Carmen se casó a los 19 años con Héctor González Ríos, quien era fabricante de ladrillos y con quien procreó 15 hijos, la mayoría de ellos varones.

Con tristeza, la mujer evocó que el mismo día que fueron detenidos en la comunidad de Johor Bahru se comunicaro­n con ella para narrarle lo que les sucedía y pedirle que no se preocupara, pues aseguraron que eran inocentes de los cargos.

La madre de familia refirió que sus tres hijos son ladrillero­s —como su padre— y fueron invitados por amigos que les ofrecieron trabajo sin decirles su destino. Así llegaron a Malasia, donde meses después fueron detenidos en una redada de la policía.

Sin embargo, doña Carmen aún está a la espera de conocer de viva voz de sus hijos la resolución de la conmutació­n que les concedió el sultán y le expliquen qué seguirá.

Su precaria situación económica y su salud le impiden aspirar a viajar a Malasia para visitarlos, pero reconoce que gracias a la asistencia diplomátic­a de autoridade­s mexicanas sus hijos se pueden comunicar con ella, sus nueras y nietos en forma periódica.

La madre de los tres hombres que seguirán en Malasia admitió que cuando conoció la noticia de que los habían colocado en el pabellón de la muerte sufrió el mayor dolor de su vida, por eso se descuidó, su diabetes salió de control y la llevó a perder sus dos piernas.

En tanto, Leticia, una de las tres hijas de doña Carmen, que casi siempre la acompaña, ha podido visitar en dos ocasiones a sus hermanos en prisión con el apoyo del gobierno del estado; reconoce que está más tranquila al saber de la conmutació­n, pero aún tiene dudas sobre qué pena purgarán sus hermanos.

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Doña Carmen comenta que le gustaría viajar a Malasia para visitar a sus hijos, pero no puede hacerlo debido a su estado de salud y por falta de recursos.

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