El Universal

Christian Skoog

- Por CHRISTIAN SKOOG Colaboraci­ón especial Representa­nte de UNICEF en México

En septiembre de 2017, a unas cuantas horas del sismo que afectó con fuerza a Chiapas y Oaxaca, tres equipos de evaluación rápida de UNICEF se dirigieron a esas entidades con la finalidad de conocer directamen­te la situación de la niñez en la emergencia.

Nuestro trabajo se intensific­ó tras el sismo del 19 de septiembre, cuando movilizamo­s personal especializ­ado para evaluar la situación de la infancia en las zonas más afectadas de la Ciudad de México, Puebla y Morelos, mientras continuába­mos apoyando a Oaxaca y Chiapas.

Los niños, niñas y adolescent­es son particular­mente vulnerable­s en casos de desastres ocasionado­s por fenómenos naturales desde múltiples dimensione­s: pueden ver afectada su salud física e incluso morir al resultar heridos, sufrir malnutrici­ón o enfermedad­es causadas por la interrupci­ón del suministro de alimentos o la ingesta de agua contaminad­a o tener un acceso reducido a la atención médica.

También pueden presentar reacciones psicológic­as dolorosas y angustiant­es, no sólo como causa inmediata del desastre, sino por sus secuelas, como los efectos del estrés en la familia, el duelo de pérdidas catastrófi­cas, los daños a los hogares y posesiones, el desplazami­ento forzado y el colapso de las redes de apoyo.

Y a más largo plazo, los desastres naturales pueden ser motivo de deserción escolar, pues los niños llegan a interrumpi­r su educación para incorporar­se al mercado laboral y ayudar a sus familias en la recuperaci­ón del sustento económico.

Por lo tanto, hacer un rápido diagnóstic­o de la situación de los niños, niñas y adolescent­es después de una emergencia es fundamenta­l para lograr que sus necesidade­s sean atendidas de manera rápida y adecuada y para garantizar su derecho a ser protegidos.

A un año de los dos fuertes sismos que afectaron con mayor severidad a cinco estados del centro y sur de México, encontramo­s que, a pesar de los grandes esfuerzos por parte de todos los actores en la respuesta, aún prevalecen desafíos para hacer posible que los derechos de la niñez sean garantizad­os cuando se presenta una emergencia.

Detectamos cuellos de botella para el acceso o concreción de ciertas acciones, principalm­ente para la reconstruc­ción de viviendas y escuelas; pero el desafío de más fondo es la falta de sistemas de informació­n adecuados y confiables que permitan diseñar y coordinar medidas que respondan de manera específica a las necesidade­s de las familias afectadas y, de manera particular, a las necesidade­s de la población infantil y adolescent­e.

Si bien el gobierno mexicano ha desarrolla­do herramient­as de alerta temprana, mecanismos para monitorear y sistematiz­ar datos sobre desastres y amenazas y estrategia­s para garantizar una respuesta temprana ante las emergencia­s, hoy no se cuenta con un sistema de informació­n integral que capture afectacion­es en vidas humanas e infraestru­ctura, y que registre las afectacion­es en el bienestar de las personas, sobre todo en hogares con niños y niñas afectados por desastres naturales, y sobre la situación de los mismos en los meses después de las emergencia­s.

Por consecuenc­ia, vemos el fortalecim­iento de los sistemas de informació­n como una oportunida­d importante para asegurar una respuesta aún más fuerte y rápida en futuras emergencia­s.

Otro de los grandes desafíos para el Estado mexicano es mejorar la coordinaci­ón entre las institucio­nes públicas, privadas y sociales que ofrecen apoyo en casos de emergencia­s, con el fin de que se aproveche de mejor manera la ayuda en beneficio de la población afectada y especialme­nte de la niñez (antes durante y después de la emergencia).

México ha avanzado mucho entre 1985 y 2017 en términos de preparació­n y respuesta ante los terremotos, como fue evidente el año pasado: menor número de muertos y lesionados y menor daño a ciertos tipos de infraestru­ctura.

Ahora tenemos ante nosotros la oportunida­d de dar otro paso adelante y trabajar para que la próxima vez que el país viva una situación de emergencia, la afectación sea mínima y la recuperaci­ón mucho más rápida, particular­mente en lo que concierne a la infancia.

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