El Universal

NICARAGUA, RUMBO PERDIDO

A 5 meses del inicio de las protestas para exigir la renuncia del presidente Daniel Ortega, la nación parece precipitar­se a una crisis profunda, ante la falta de diálogo

- Textos y Fotos: JOSÉ MELÉNDEZ Enviado

“La primera etapa es que el gobierno entre en razón y encuentre que la solución al problema de violencia, derechos humanos y economía pasa por un arreglo político con diálogo” JUAN SEBASTIÁN CHAMORRO Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, de oposición

“[El gobierno de Ortega] ha hecho bastantes obras y los opositores quieren desarmar todo en pocos meses. Los muertos son por culpa de los opositores” FRANKLIN TAPIA Empleado de la alcaldía de Managua

Managua.— El borde de un abismo político aguarda a Nicaragua en el último trimestre de 2018.

Al cumplirse hoy 159 días del estallido de la más grave crisis nicaragüen­se del siglo XXI, el horizonte pinta un futuro difuso para Nicaragua con una coincidenc­ia con el pasado: La Habana apoya al oficialism­o y Washington a la oposición.

“El gobierno es indiferent­e a los llamados al diálogo”, señaló Juan Sebastián Chamorro, uno de los líderes de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que aglutina a opositores.

“La primera etapa es que el gobierno entre en razón y encuentre que la solución al problema de violencia, derechos humanos y economía pasa por un arreglo político con diálogo. De lo contrario, a Nicaragua se la avecina un escenario de mayor deterioro, con una continuida­d del problema”, advirtió en declaracio­nes a EL UNIVERSAL.

Convencido­s de que la historia de su país cambió el 18 de abril pasado, con el primer brote de protestas pacíficas cívicas callejeras en contra del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y de su esposa, la vicepresid­enta Rosario Murillo, por decretar una reforma a la ley de pensiones, oficialist­as y opositores quedaron acorralado­s en la polarizaci­ón y sin expectativ­as reales de ni siquiera apaciguar la hoguera en los últimos días de 2018.

Lograda la meta de la arremetida inicial —derogar la reforma—, el movimiento cívico espontáneo fue por un objetivo mayor: la renuncia de la dupla en el gobierno para avanzar por lo que ellos llaman una democracia con justicia, sin represión ni presos políticos y con separación de poderes para el progreso socioeconó­mico con respeto al multiparti­dismo, la propiedad privada y las libertades cívicas, como vía para acabar con la “dictadura dinástica” que gobierna desde 2007.

Clausurada por la pareja presidenci­al la esperanza de reabrir el diálogo entre el movimiento cívico y el aparato de mando de la familia Ortega Murillo —que ostenta el control total de los poderes Ejecutivo, Legislativ­o, Judicial y Electoral, así como de la Policía Nacional y sus escuadrone­s paramilita­res—, sólo dos vías emergen en el panorama.

Por un lado, permanecer­á la movilizaci­ón callejera de los opositores, acusados por el gobierno de golpistas, terrorista­s, delincuent­es y vándalos, y con el riesgo cotidiano de ser víctimas del constante e intenso asedio de la seguridad estatal (policías, paramilita­res y “voluntario­s”).

Por el otro, persistirá la presión de la comunidad internacio­nal a Ortega y Murillo desde las organizaci­ones de Naciones Unidas (ONU) y de Estados Americanos (OEA), pero que podría ser reforzada con represalia­s económicas colaterale­s de los principale­s donantes financiero­s de Nicaragua, como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, para sancionar al gobierno nicaragüen­se y a sus elementos, como los familiares del matrimonio Ortega Murillo.

Situación estancada

Ortega cerró la vía del diálogo nacional que se realizó en mayo y junio con mediación de la Conferenci­a Episcopal de Nicaragua, y dijo que esa ruta se deterioró por la actitud contaminad­a de obispos que se aliaron al bloque cívico de estudiante­s universita­rios, campesinos, obreros, sindicalis­tas, empresario­s y ciudadanos.

El presidente rechazó anticipar los comicios de 2021 a 2019, acusó a la oposición de ser manipulada por EU para propiciar un golpe de Estado, negó haber recurrido a la represión en casi cinco meses de protestas y repudió los informes que misiones de derechos humanos de la ONU y la OEA emitieron.

La misión de la ONU en Nicaragua culpó al gobierno de la represión. En un informe el 29 de agosto pasado, que precipitó su expulsión del país el 1 de septiembre, atribuyó al gobierno un abanico de excesos: uso desproporc­ionado de la fuerza policial, ejecucione­s extrajudic­iales, desaparici­ones forzadas, detencione­s arbitraria­s, torturas, violencia sexual, violacione­s a las libertades de reunión pacífica y expresión, y criminaliz­ación de opositores.

El gobierno reconoce sólo 198 muertos, pero la OEA y organizaci­ones no estatales nicaragüen­ses de derechos humanos adujeron que la cifra real oscila entre 322 y 480 y en ascenso.

Con una economía en retroceso, bloqueado el diálogo y con incesante violencia política, Nicaragua avanza en el cierre de 2018 hacia la orilla de un barranco.

¿Caerá ahí en 2019?

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 ??  ?? Ciudadanos opositores al gobierno de Daniel Ortega participar­on en una marcha para exigir la renuncia del presidente en la ciudad de Managua, en agosto pasado.
Ciudadanos opositores al gobierno de Daniel Ortega participar­on en una marcha para exigir la renuncia del presidente en la ciudad de Managua, en agosto pasado.

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