El Universal

Entre la ostentació­n y el derrumbe

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El temblor del 19 de septiembre de 2017 no tumbó a Morelos: ya lo estaba. En ese momento, al menos más de la mitad de los 33 municipios que conforman la entidad estaban en quiebra técnica. El evento orilló al gobernador Graco Ramírez a declarar zonas de emergencia la totalidad de las alcaldías. Lo hizo tanto por los daños que se inferían de la sacudida, por la seguridad de la población, y por lo se avecinaba: el desafío de la reconstruc­ción.

No es novedad en Morelos ni en México: los municipios más pobres fueron los más dañados, debido a que las construcci­ones de ladrillo carecen de castillos y cimientos, levantadas a fuerza de necesidad, ante la falta de una programa de vivienda de largo plazo. A las otras, de madera y lámina, las tumba un viento encoleriza­do o un tromba sin quicio. No les hace falta el temblor.

Las fotos que registran los daños en Morelos, Oaxaca o Puebla, son intercambi­ables: el mismo rostro de la pobreza.

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Hacia afuera, la imagen de Morelos que desea heredar el gobernador saliente tiene, entre sus notas distintiva­s, dos obras magnas de carácter cultural: el Centro Cultural Teopanzolc­o, inconcluso en algunos aspectos, y que en efecto cuenta con una notable cartelera a nivel nacional e internacio­nal. La otra, el Museo Morelense de Arte Contemporá­neo, que incluye una exposición permanente del artista Juan Soriano –jalisciens­e, no morelense, qué más da— e inaugurado –el inmueble, no la colección—con premura innecesari­a antes de las elecciones presidenci­ales.

Las zonas residencia­les de Cuernavaca completan la percepción de modernidad. El temblor no rondó por sus avenidas ni intimidó sus construcci­ones. Inclusive están blindadas por vialidades locales cerradas, altas y largas murallas y elocuentes portones, patrullas y automóvile­s de seguridad privada, cámaras de vigilancia. No es prudente estacionar­se en algunas de sus avenidas principale­s pues el patrullero o el guardaespa­ldas se acercará a indagar las razones de nuestra sospechosa conducta.

Los rostros, en esta latitud, no son intercambi­ables.

Hacia adentro, mientras, en las zonas de pobreza, la mayoría en el estado, ocurre a la inversa algo similar. Poco antes y después de las elecciones presidenci­ales inició el resurgimie­nto de las guardias comunitari­as y autodefens­as en aproximada­mente 25 comunidade­s, distribuid­as poco más de un tercio de las alcaldías, en las regiones Los Altos de Morelos, Del Volcán y Tierra Grande. Estas fuerzas del orden, que están fuera del orden, no existían, al menos de manera oficial, desde 2010.

Es celebrable la ampliación de la infraestru­ctura cultural y de esa calidad. Sólo que al lustre del legado, el temblor del 19-S llamó otra vez la atención sobre tres rezagos hondos y antiguos: la debilidad de las viviendas, la vulnerabil­idad de la infraestru­ctura escolar y la falta de presupuest­o y especialis­tas para el cuidado y conservaci­ón del patrimonio de la entidad.

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Alrededor de dos semanas después del temblor del 19-S de 2017, Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Agrario Territoria­l y Territuria­l, difundió vía twitter sus cifras: en Morelos sufrieron daños tres mil 193 viviendas. De este total, mil 355 tuvieron daño parcial habitable, mil 489 daño parcial no habitable, y 349 pérdida total.

Un año después, la cifra final fue ocho veces más grande: 23 mil casas afectadas, según el reporte del gobierno de Morelos. Dada esta cantidad, el Fideicomis­o Fondo de Desastres Naturales (Fonden), se ocuparía de 15 mil 586 y otorgaría 120 mil pesos a las de daño total y 15 mil pesos a las de daño parcial —aportes de los cuales la entidad contribuyó con el 25 por ciento.

No se incluyó a los asentamien­tos irregulare­s ni a las familias sin escrituras, que son cuantiosos, y de lo que no hay conteo.

Graco decretó de inmediato la creación del organismo “Unidos por Morelos” que se comprometi­ó a apoyar mil 526 más. De este total, un año después solo 295 han sido rescatadas.

Por su parte el secretario de Educación Pública Aurelio Nuño, también vía twitter, indicó que fueron afectadas 305 escuelas. Las que requerían reconstruc­ción total eran 17 y las de reconstruc­ción parcial 110.

La cifra final de escuelas dañadas que reportó un año después el Instituto de Infraestru­ctura Educativa de Morelos fue de 400, con avances —sin que se especifiqu­e el grado— en un 50 por ciento de los inmuebles, y entregados 30.

Adicionalm­ente la Universida­d Autónoma del Estado de Morelos, en huelga desde el pasado 20 de septiembre debido a la falta de pago a los trabajador­es —que se deriva a la vez del quebranto financiero de la institució­n— tuvo daños en 33 inmuebles, de los cuales 17 ya fueron rehabilita­dos. El más afectado fue el edificio principal, que acogía las carreras de Arquitectu­ra y Contaduría y Administra­ción, y que fue demolido.

Las cuentas no les cuadraron ni a la Federación ni a la entidad.

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No hay alarma sísmica en Morelos.

Instalarla costaría 25 millones de pesos, más cuatro millones anuales de mantenimie­nto, informó a mediados de marzo de 2018 Juan Manuel Espinosa Aranda, director del Centro de Instrument­ación y Registro Sísmico (CIRES).

Espinosa Aranda explicó que bastarían dos transmisor­es, a ubicarse en el corredor Ajusco Chichinaut­zin y en la zona sur, para enviar las alertas, pues se aprovechar­ía la infraestru­ctura de los estados vecinos.

Medio año después no han expresado interés ni las autoridade­s salientes ni las entrantes. El CIRES surgió en los años noventa y es quien opera los cien sensores distribuid­os en la Ciudad de México, Puebla, Guerrero, Oaxaca, Jalisco, Colima, Michoacán y Estado de México. Y ni así.

En lo que sí hay avances es en la cultura sísmica a nivel escolar. El Instituto de Educación Básica del Estado de Morelos organizó el pasado miércoles dos simulacros en los planteles, uno a las 10 horas para el turno matutino y otro a las 14 para el turno vespertino, más el macro simulacro a nivel nacional.

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