El Universal

Los socios de Raniere en México

El silencio en México debió convencer a los asociados de Raniere de que era posible echar la basura bajo la alfombra

- León Krauze

En Estados Unidos, la caída de Keith Raniere —el líder de una tétrica secta de autoayuda con presencia en varios países, entre ellos México— ha sido noticia por meses. No es para menos. El supuesto gurú ha sido acusado de una lista de cargos de gran seriedad, comenzando con un elaborado esquema de chantaje sistematiz­ado y varios crímenes repugnante­s, incluido tráfico sexual. La historia ha aparecido en decenas de diarios en EU, incluso en un largo reportaje de portada en la New

York Times Magazine. Insisto: tampoco es para sorprender­se. Además de los cargos que enfrenta Raniere, la lista de sus supuestos cómplices incluye nombres de escándalo como Allison Mack, actriz de TV que se dedicaba a reclutar potenciale­s esclavas sexuales para su líder, o Clare Bronfman, multimillo­naria heredera de la firma Seagram y mecenas de Raniere.

El guía de la secta lleva seis meses detenido y espera juicio tras las rejas en Brooklyn. Mientras, sus víctimas han comenzado a contar su historia. La actriz Catherine Oxenberg, por ejemplo, acaba de publicar un libro en el que narra el doloroso proceso de liberación de su hija India, que fue parte del círculo de esclavas sexuales de Raniere. Se trata de una lectura aterradora, parecida a los grandes textos de denuncia de la cienciolog­ía. En suma, el colapso de Keith Raniere, su empresa NXIVM y sus programas de supuesta autoayuda, entre ellos el llamado ESP, se ha vuelto una tormenta noticiosa y una vergüenza descomunal y definitiva para sus creadores.

En México, la historia ha sido distinta. A pesar de que Raniere ha tenido diversos centros de operación y empresas, muy pocos medios le han dado al tema la atención que merece. Ángulos sobran. Hace un tiempo publiqué, en Letras Libres, la historia de Encender el Corazón, un video de reclutamie­nto disfrazado de documental que Raniere hizo en México embaucando a gente bien intenciona­da, entre ellos los productore­s de la cinta y los señores Lebarón en Chihuahua, que la protagoniz­aron. Otro ejemplo: el equipo de investigac­ión de Noticias Univisión ha publicado varios reportajes excelentes documentan­do nexos de Raniere con la familia Salinas, entre otras cosas. El equipo de Carmen Aristegui dio a conocer grabacione­s explosivas en las que Emiliano Salinas, hijo del ex presidente Salinas de Gortari, reconoce haber sabido de la existencia del grupo de supuestas esclavas sexuales de Raniere (que eran marcadas como ganado con las iniciales del líder) para luego justificar su existencia. Más periodísti­ca mente relevante, imposible. Aún así, la gran mayoría de los noticieros de radio y televisión han preferido no tocar el tema. Algunos decidieron enlatar reportajes exhaustivo­s que tenían preparados y otros incluso optaron por hacerle entrevista­s a modo a Salinas. Ya sabe usted, querido lector: de esas cosas tan pero tan raras que a veces pasan en nuestro periodismo.

El silencio periodísti­co debe haber convencido a los asociados de Raniere en México de que era posible echar la basura debajo de la alfombra y listo. Emiliano Salinas y su socio Alejandro Betancourt anunciaron, de pronto y sin mayor explicació­n, que se deslindaba­n de ESP, la empresa que manejaron por años, de la mano de Raniere. ¡A otra cosa, mariposa! Otros empresario­s mexicanos cercanos a Raniere se han resistido a dejar de operar. El caso más notable es el de una compañía llamada ANIMA Inc., dedicada a organizar espectácul­os masivos. Aunque la página de internet de la empresa ya no lo dice, ANIMA Inc. fue fundada hace una década por Raniere, siguiendo su “filosofía humanitari­a y conceptos”. La socia principal de Raniere en ANIMA, fundadora y directora artística de la empresa, es A le jandraGonz­á le zAn aya, hermana del secretario­de Hacienda. Las eñoraGonzá le zAn aya también ha participad­o en ESP el grupo de autoayuda de Raniere, lo mismo que Esteban González, directivo de ANIMA.

Los contactos con las altas esferas de la política mexicana le rindieron frutos a Raniere y González Anaya. En la última década, su empresa organizó varios eventos de considerab­le magnitud, incluido el Desfile de Día de Muertos del 2017, de la mano de la Secretaría de Turismo, en un momento en el que las acusacione­s contra Raniere ya aparecían en las páginas de algunos diarios en EU. Llegará el momento, supone uno, en el que los encargados de la Sectur expliquen por qué otorgaron contratos a esa empresa cuando era evidente que el hombre que la había fundado no era, digámoslo de manera elegante, de fiar.

Lo de 2018 es harina de otro costal. Resulta que ANIMA ha seguido en operación, trabajando con institucio­nes privadas y, aparenteme­nte, con instancias gubernamen­tales. Un ejemplo: el Tec de Monterrey, Campus Guadalajar­a, cerró un convenio para que asesorara a los alumnos de Artes Escénicas en Industrias Creativas. En el Tec (universida­d de la que egresé) quizá no se han enterado de los vínculos de ANIMA con un hombre como Raniere. Sería bueno que lo hicieran.

También sería deseable que Turismo, encabezada por Enrique De la Madrid, revelara el alcance de sus vínculos con la empresa (sobre todo cuando diversos reportes han señalado la participac­ión, en el grupo de autoayuda de Raniere en México, de Federico y Fabiola De La Madrid, hermano y cuñada del secretario). ANIMA fue, por ejemplo, colaborado­r oficial en Una Probadita de México, un evento de promoción en el Mundial de Rusia organizado, entre otros, por Sagarpa y Sectur. Sobra decir que, cuando ocurrió la fiesta en Rusia, Keith Raniere ya había sido acusado de un sinfín de atrocidade­s.

En fin. Se acerca ya el Desfile de Día de Muertos en la Ciudad de México. La convocator­ia para voluntario­s está abierta. Sería lamentable que se comprobara que una de las celebracio­nes más hermosas y solemnes está vinculada a una empresa creada por un hombre acusado de esclavizar mujeres sexualment­e para marcarlas como ganado de su propiedad. Sería de verdad muy lamentable. Esperemos que no.

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