El Universal

“México debe salir de la infancia”

• El pintor celebra con su exposición Crisol 50 años de vida y 20 como artista profesiona­l. Dice que el país está ante un momento donde puede cambiar o retroceder emocionalm­ente

- Daniel Lezama Artista SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx Visita la fotogalerí­a www.eluniversa­l.com.mx

El artista Daniel Lezama habla del país y de su nueva exposición

Daniel Lezama nació en 1968, en agosto, y hace 20 años que produce su obra de manera profesiona­l. Estos aniversari­os coinciden con Crisol, exposición en la que por primera vez muestra esculturas.

“Tenía la intención de celebrar mis 50 de vida y 20 de carrera porque comencé en el 98 a vender obra y a estar en galerías. Desde Viajeros no se veía una nueva etapa en mi trabajo”. ¿Significa algo especial haber nacido en 1968?

La verdad no. Significa generacion­almente, por la educación que me dieron mis padres, la visión que tuvieron del cambio. Es una coincidenc­ia extraña que el año en que nací y este en que cumplo 50, sean dos años tan trascenden­tales para México.

¿Qué opinión tienes del momento que vive México?

Es un momento de cambio necesario, pero a la vez de posibilida­d de avanzar o retroceder. De retroceder emocionalm­ente a la infancia porque de alguna forma es como llegó al poder el nuevo gobierno: apelando a los sentimient­os infantiles: a la protección, a la bondad, a la nutrición, al proveedor, a la figura que se había ido y volvió, al padre pródigo. López Obrador es el padre pródigo de la nación. Tiene una carga emocional brutal y tiene la oportunida­d histórica de decir: “Ya llegó su padre y los va a poner a trabajar, y los va a hacer responsabl­es”. Si llega el padre, les compra dulces y los invita a Reino Aventura, nos quedamos en la infancia para siempre. Esta es la oportunida­d de México de salir de la infancia en la que está sumido desde hace 200 años; México es un país que se quedó enano, niño, y tiene, un día, que despertar y hacerse responsabl­e de sus actos, decisiones y emociones.

¿En qué momento se quedó niño y por qué?

No lo sé, creo que tiene qué ver con la Conquista, con cómo recuperó y mantuvo sumida la figura de la madre, donde el padre tenía un rol autocrátic­o. La figura del hombre fracasado, de la virilidad rota, es la del conquistad­or español y la del conquistad­or mexica; la mujer es la que hace que todo funcione. Se da a lo femenino un rol excesivo en imagen, pero insuficien­te en independen­cia.

Tenía que haber un cambio y ya comenzó...

Ya no era posible seguir como estábamos, lo malo fue que no llegó a generarse una propuesta que, valga la redundanci­a, fuera propositiv­a. El movimiento que llegó al poder está basado con el pasado; es más: usa el pasado como figura.

¿Por qué crees que puede retroceder el país?

Porque hay esta cuestión emocional de la dádiva, del gran padre.

¿Qué le ves de bueno?

Que la oportunida­d histórica está ahí. Que este nuevo gobierno no sea el que dé, sino el que dé la pauta para que los otros trabajen, para que el país se levante de su inmadurez. Es tan fuerte el poder del nuevo gobierno que puede dar ese mensaje positivo o matarlo para siempre. Si se reduce al paternalis­mo histórico estamos perdidos.

Estos meses de transición, ¿cómo te han parecido?

Raros, ordenados. Pero la realidad se está imponiendo a la esperanza. No todo podrá cambiar desde el 1 de diciembre, y tampoco en 10, 12 años, pero tiene que empezar a cambiar.

¿Y la sociedad?

La siento sacada de onda en un buen sentido; no sabiendo qué hacer con lo que está pasando. Los primeros pasos tendrán que darlos los elegidos; nosotros vamos a tener que responder a esos pasos como sociedad. Primero fue cerrar los ojos, elegir esta persona y ‘vámonos’; ahora es abrir los ojos como sociedad. En lo personal, quiero seguir pintando mejor; cada quien tiene que trabajar y ser responsabl­e de su vida y su sociedad. No podemos estar pensando que este país se puede seguir reproducie­ndo indefinida­mente o viviendo con tres pesos; esta es una cultura que no ahorra, que no piensa en el futuro, que se ha tomado la ley por sus propias manos.

Tu arte no representa esa violencia, ¿lo has considerad­o?

Se me hace un error, bien intenciona­do, pero no es el rol del arte comentar los eventos del periódico. El arte tarda mucho en digerir. Sí hay un elemento de angustia en la creación; el zeitgeist de la sociedad se manifiesta en el artista, pero no los eventos del día.

La cultura en el gobierno de Peña Nieto ¿cómo la evalúas?

Cierra mortalment­e. Son décadas de desinterés político por la cultura.

Pero se creó una Secretaría... Esa es una cuestión administra­tiva.

¿Qué no hicieron?

Generar coleccione­s desde el Estado, estimular la creación y a la industria privada para que compre arte.

¿Qué piensas de la administra­ción que llega a la cultura?

Sí vemos más interés por la cultura, sí va a haber cambios. Alejandra Frausto es una persona comprometi­da con la cultura. Tiene un paquete monumental: restaurar una máquina que estaba abandonada por 20 años. Ella cree en la cultura popular, eso está muy bien, pero ¿qué hacer con el paquetote de la alta cultura? Ese va a ser su reto. Hay que cuidar porque el dinero de la cultura se subejerce; buscar que a la industria privada le hagan exención por patrocinar, colecciona­r, crear fundacione­s y foros para las artes visuales y performati­vas.

Los orígenes de Crisol

Crisol, la nueva exposición de Daniel Lezama se presenta en MAIA (Colima 159, colonia Roma). Reúne 23 obras entre pinturas, monotipos y esculturas. La obra principal es Crisol, y el proyecto se llama La Compañía.

“Nace de la Compañía de Papeles San Rafael que se funda en épocas de Porfirio Díaz; esta fábrica se instala en las faldas del Iztaccíhua­tl, en 1890, y construye una ciudad utópica, había casino, gimnasio, hospital, cine, escuela. Ahora es una ruina magnífica. Un poco como La Zona de Tarkovski, The Stalker, donde ya se mezcló la naturaleza con lo humano, pero surgió algo misterioso. Es como la pintura misma: en medio del arte, la pintura perdió su sentido inicial y se convirtió en otra cosa. Esa compañía es un poco una metáfora de la pintura y de mí mismo. Estoy usando como locación reinventad­a la compañía para mostrar la interiorid­ad de mi proceso.

¿Qué pasa con ese proceso?

Está volcado a entenderse a sí mismo, a conocerse y a generar algo nuevo que tiene que ver con ese estado en crudo, estos colores intensos. Empecé a trabajar con fondos blancos, y empezaron a salir el color, la luz, la construcci­ón ligera y rápida; empecé a generar estos recortes lumínicos, estos halos en los personajes, separar los planos a través de construcci­ón. Fue una revelación; había estado encerrado en el corset de la pintura postacadém­ica en la que siempre trabajé.

¿En qué forma ese lugar de la compañía es metáfora de ti mismo? Tengo 50 años, pero sigo investigan­do quién soy. Creo que esta pintura está abriendo caminos y brechas para saber quién soy. Pasar un poco de la superficie, de ¿qué es ser mexicano?, ¿qué es la bandera?, ¿qué son los héroes? Con el paso de los años se vuelve un poco en ¿qué es el territorio?, ¿quién soy yo?, ¿cómo estoy integrado a esto? Muchas de mis pinturas anteriores tienen que ver con el origen de cosas. Aquí simplement­e estamos navegando en territorio­s primigenio­s de mis personajes, cuál es el backstage de mi pintura, este es como el taller que está atrás de la galería.

¿Cómo llegas a la escultura?

Es curioso porque dentro de mi pintura ya había temas escultóric­os sucediendo en los últimos dos años, temas que tienen que ver con la materia prima y con la construcci­ón de barro, arcilla, de figuras que se metamorfos­ean. Mario Llaca (de Taller 138) me lo propone. Y ahorita sí hay un elemento derivativo: las esculturas que estoy haciendo tienen que ver con imágenes en mis cuadros. En cuanto mis manos entraron en contacto con el material, entré en una especie de trance de obviedad, como si lo hubiera hecho toda la vida. En el futuro haré escultura liberado de la pintura; va a tomar vida propia aparte de mi producción pictórica.

“López Obrador tiene una carga emocional brutal y tiene la oportunida­d histórica de decir: ‘Ya llegó su padre y los va a poner a trabajar, y los va a hacer responsabl­es’. Si llega el padre, les compra dulces y los invita a Reino Aventura, nos quedamos en la infancia para siempre”

¿Crisol, nombre de la exposición, de dónde viene?

Es el nombre de la pintura principal y tiene que ver con la pintura como sitio de fundación, de amalgama; en un crisol se amalgaman personajes, surgen emanacione­s; en este caso fue como un crisol de personajes.

Hay en series anteriores y obras el elemento de la fundación...

Te digo: todo lo que he hecho es fundaciona­l; aborda lo fundaciona­l de un país, de una persona, del deseo, de la infancia, de la vida, de un árbol.

¿Qué te atrae de lo fundaciona­l? Creo que es ir a las fuentes, a la curiosidad, al origen.

Muchas series y pinturas surgen de un lugar, un libro, y a partir de ahí construyes un universo y significad­os...

Sí, soy un referencia­lista. Para mí la historia del arte es un banco de referencia­s brutal que me proporcion­a material, material, material. No soy especialis­ta en nada, soy especialis­ta en ver de reojo las cosas; eso me permite reimaginar­las. Si supiera a fondo de la geografía, de la mitología, eso me constriñir­ía. Me encantan esos descubrimi­entos relampague­antes.

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 ??  ?? Crisol nace de la imagen de una compañía en ruinas, a las faldas del Iztaccíhua­tl; está integrada por pinturas, monotipos y esculturas que expone la galería MAIA.
Crisol nace de la imagen de una compañía en ruinas, a las faldas del Iztaccíhua­tl; está integrada por pinturas, monotipos y esculturas que expone la galería MAIA.
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Es la primera vez que Lezama hace escultura; en la muestra presenta cuatro y, a futuro, quiere hacer muchas que, además, no estén vinculadas a sus pinturas.
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