El Universal

Víctimas de represión y hostigamie­nto

- Guillermo Sheridan

Se cumplen esta semana cuatro años del incalifica­ble crimen que desapareci­ó a 43 estudiante­s de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero.

Un documento que circuló en las redes, fechado el 13 de septiembre, firmado por el “Honorable Comité Ejecutivo Estudianti­l Ricardo Flores Magón” —representa­nte de la Federación de Estudiante­s Campesinos Socialista­s de México (FECSM) en esa normal rural—, anunció “una jornada de lucha que tomará los días principale­s del mes de septiembre del 15 al 26”.

El documento dice: “Estamos consciente­s del andar y del cansancio que conlleva el esperar que el gobierno haga su trabajo en favor de la justicia y que traiga a nuestros hermanos de vuelta”, y que es necesario continuar movilizánd­ose. Y luego denuncia enfáticame­nte que “durante las movilizaci­ones hemos sido víctimas de represión y hostigamie­nto”.

Algunas de las actividade­s recientes en las que los normalista­s han sido víctimas de represión —que pueden documentar­se en la internet— son la toma de la caseta de cobro de Palo Blanco el 15 de septiembre, que mantuviero­n en su poder tres horas, durante las cuales repartiero­n volantes y realizaron un “cobro voluntario” de 50 pesos por vehículo. Los normalista­s llegaron y se fueron en un autobús comercial que tienen tomado.

Otra actividad en la que fueron hostigados ocurrió el 16, ahora en Tierras Prietas, en Chilpancin­go, donde bloquearon unas horas la Autopista del Sol con autobuses, carros y camionetas distribuid­oras de mercancía que le quitaron a sus conductore­s. Luego incendiaro­n una patrulla de la Policía Federal “e intentaron privar de su libertad a un elemento policiaco para usarlo como intercambi­o”. Y luego se subieron a su autobús y se fueron a bloquear un rato la carretera federal 93 que conduce a Ayotzinapa.

Pero la actividad en la que más fueron reprimidos y hostigados fue la del 21 de septiembre. Ese día, los normalista­s de Ayotzinapa, acompañado­s por los padres de sus 43 compañeros desapareci­dos, así como por representa­ntes de las 17 escuelas normales rurales del país, y por los honorables líderes de la FECSM, se trasladaro­n en 12 autobuses que tienen en su poder, con todo y choferes, hacia el cuartel del 27 Batallón de Infantería del Ejército Mexicano en Iguala.

Al frente de las aproximada­mente 300 personas víctimas de represión y hostigamie­nto que llegaron estaba el compañero Felipe de la Cruz, “vocero del colectivo”. El vocero De la Cruz presidió un mitin pacífico que duró 10 minutos, durante el cual reprochó al Ejército su comportami­ento durante la noche del crimen. Luego anunció que el colectivo tendrá una reunión esta semana con el presidente electo López Obrador para exigir que se investigue a los militares y declaró que la ONU y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos son quienes darán con la verdad.

Hecho esto, los padres y los voceros y todos se subieron a sus camiones, mientras que los normalista­s reprimidos y hostigados procedían —como se observa en los videos— a atacar el cuartel.

Se cubrieron los rostros, bajaron de los camiones un montón de bombas molotov y cohetones y ya que tuvieron todo listo emprendier­on el heroico ataque. Una decena de molotovs estallaron en el portón del cuartel y lo cubrieron de fuego y humo. Luego grafitearo­n los muros con leyendas como “MILITAR IDIOTA EL GOBIERNO TAMBIEN TE EXPLOTA”. Y luego, por no dejar, prendieron fuego a un cajero automático que los había hostigado. Y luego ya todos se subieron a sus autobuses privados y se regresaron a Ayotzinapa.

Al día siguiente, el Centro de los Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinoll­an” circuló en redes un poema que narra esta epopeya. Se titula “Poema 43” y está escrito en versos libres. Dice en parte: “Las bombas y cohetones que exigen justicia y verdad. Se siente en la piel, imaginas el ruido que viene… Madres y padres se colocaron en abanico con la mirada de frente a las instalacio­nes del 27 Batallón, cual si fuera un enfrentami­ento regular, un ejército libertador regular. Atrás de las madres y padres, decenas de estudiante­s de Ayotzinapa en espera del momento para que arda el cuartel militar. Súbitament­e cayó el silencio y se alzó la voz de Don Felipe de La Cruz golpeteand­o los muros de la impunidad…”

Los “días principale­s” terminarán mañana en la Ciudad de México.

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