El Universal

De Tlatelolco a Ayotzinapa

- Raúl Rodríguez Cortés rrodriguez­angular@hotmail.com @RaulRodrig­uezC raulrodrig­uezortes.com.mx

Tuvieron que pasar cincuenta años para que el Estado mexicano reconocier­a por primera vez públicamen­te que cometió un crimen, un crimen de Estado, en agravio del Movimiento Estudianti­l de 1968 que fue apagado por una represión militar que dejó entre 30 y 400 muertos el 2 de octubre de ese año en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) emitió el lunes pasado la resolución en la que señala que hubo violacione­s inobjetabl­es a los derechos humanos y que hay abundante evidencia de que las institucio­nes del Estado fueron utilizadas con ese fin.

Jaime Rochín del Rincón, titular de ese organismo descentral­izado de la administra­ción pública federal, consideró que esa resolución constituye la primera reparación colectiva de una de las páginas más trágicas de la historia reciente de México.

Otra de esas páginas fue escrita hace cuatro años: la desaparici­ón forzada en Iguala de los 43 normalista­s de Ayotzinapa, ocurrida la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014. Sobre su paradero, lo ocurrido y los responsabl­es, seguimos prácticame­nte en las mismas después de mil 450 días de la tragedia que ha dejado marcado para siempre al sexenio de Enrique Peña Nieto y exhibido a México en el mundo como el paradigma del terror y la corrupción.

¿Fueron el Estado y quien lo encabeza? No lo sabemos a ciencia cierta, pero la reacción inicial de tomar los hechos como un asunto local y las evidencias de encubrimie­nto por parte de la PGR los señalan. De cualquier forma, las autoridade­s municipale­s y policiacas acusadas en principio por el propio Ministerio Público federal son parte del Estado.

Sobre lo ocurrido, ¿qué es lo verosímil? Al secuestrar autobuses para trasladars­e a la Ciudad de México a un aniversari­o más del 2 de octubre, los normalista­s desapareci­dos ocuparon uno presuntame­nte cargado con amapola negra, en ruta hacia Estados Unidos como parte del trasiego hacia el mercado de heroína de ese país. La policía local, documentad­amente coludida con cárteles regionales, reaccionó de inmediato para recuperar el millonario cargamento y detener a quienes lo secuestrab­an. Asumió que se trataba de “burreros” de grupos rivales (en su mayoría jóvenes que conviven con los normalista­s en condicione­s similares de pobreza), los retuvo y entregó a sicarios.

¿Qué es lo inverosími­l? Que hayan sido incinerado­s en el basurero de Cocula sin dejar rastros como los de un verdadero incendio forestal. Una increíble pira humana, según diversos estudios científico­s realizados en campo.

Resulta inexplicab­le, por lo demás, que si la propia PGR acusó y encarceló como presuntos responsabl­es de los hechos al entonces alcalde de Iguala y a su esposa, aún presos, no haya procedido contra el gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre Rivero, de quien solo aceptó su renuncia y lo dejó ir sin investigac­ión de por medio. Tampoco se entiende que nada se haya hecho contra el entonces director de la Agencia Federal de Investigac­ión, Tomás Zerón, a quien un video lo muestra llevando, fuera de protocolo, a uno de los detenidos al punto del río Cocula, donde supuestame­nte se encontraro­n restos de los incinerado­s, mismos que fueron enviados al laboratori­o forense de Innsbruck para su análisis genético, con solo una identifica­ción positiva.

También falta mucho por saber de la confirmada participac­ión del Ejército en estos hechos. Qué hicieron y cómo actuaron el general de división Alejandro Saavedra Hernández, hoy jefe del Estado Mayor de la Sedena y aspirante a su titularida­d, entonces jefe de la 35 Zona Militar con sede en Chilpancin­go y jefe del hoy general brigadier José Rodríguez Pérez, entonces coronel comandante del 27 Batallón de Infantería con sede en Iguala y jefe del capitán José Martínez Crespo, cabeza del comando que operó en terreno la noche de aquellos hechos aciagos del 26 y 27 de septiembre de 2014.

¿Tendremos que esperar otros 50 años para conocer el paradero de los jóvenes de Ayotzinapa y a los responsabl­es de su desaparici­ón forzada?

Resulta inexplicab­le que si la propia PGR acusó y encarceló como presuntos responsabl­es de los hechos al entonces alcalde de Iguala y a su esposa, aún presos, no haya procedido contra el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico