El Universal

Necesidad de ‘auctoritas’

- Por JOSÉ ANTONIO LOZANO DIEZ Rector de la UP-IPADE

Un signo claro de los tiempos que vivimos es el desgaste que muchos gobiernos del mundo tienen. Cada vez más pareciera que los ciudadanos desconfían por principio de todo aquello que provenga del gobierno, especialme­nte de los funcionari­os públicos que lo integran y los políticos en general.

La falta de confianza de los ciudadanos en los funcionari­os y los gobiernos es un problema delicado que pone en riesgo el futuro de los países. La necesaria función del gobierno es algo que ha acompañado a la civilizaci­ón desde sus orígenes.

La experienci­a histórica ha sido clara en mostrar el fracaso y la bancarrota social cuando se han tenido gobiernos malos o inexistent­es de facto. En cambio, algunas de las épocas de mayor desarrollo han coincidido con la existencia de gobiernos equilibrad­os, eficientes, sustentado­s en un ethos robusto.

La necesidad del gobierno, de cualquier gobierno en el de venir histórico se resume en dos funciones: unidad y rumbo. Los gobiernos cumplen con su papel y pueden ser calificado­s en la medida en que mantienen unido y en paz al conjunto social por un lado y le dan rumbo, metas específica­s y proyección por otro.

Cuando el gobierno se debilita o no cumple adecuadame­nte con sus funciones se convierte en fallido y la sociedad a la que estaba llamado a dirigir queda a la deriva, cercana al caos. Cuando el gobierno cumple con sus funciones todo el conjunto social avanza, existe una mejoría generaliza­da que permite alcanzar el bien común, esto es que todos y cada uno de los sujetos que lo componen alcancen su pleno desarrollo.

De allí la necesidad existencia­l de las sociedades civilizada­s de contar con un gobierno que cumpla adecuadame­nte con sus funciones.

Los profesores de la Universida­d de Harvard Acemoglu y Robinson en su conocida obra Por qué fracasan los países, después de un gran estudio de campo concluyen a la pregunta ¿por qué algunos países se desarrolla­n y otros fracasan? con la idea de que no es su cultura, su

Cuando el gobierno cumple con su función, todo el conjunto social avanza

carácter o su geografía la que hace la diferencia, sino sus institucio­nes. Efectivame­nte, solo así se entiende la diferencia de desarrollo entre las dos Coreas o en su momento las dos Alemanias por poner algunos ejemplos, eran el mismo pueblo, con la misma cultura, carácter y una geografía muy cercana pero las institucio­nes eran distintas.

El mayor responsabl­e de construir las institucio­nes que conforman un país es su gobierno. A través de sus capacidade­s las puede impulsar o destruir. De allí la necesidad de que en el momento actual se robustezca­n gobiernos que cumplan adecuadame­nte con sus funciones.

Los antiguos romanos distinguía­n las dos herramient­as con las que se cuenta para gobernar: la denominada auctoritas y la potestas. La auctoritas que podríamos traducir como autoridad moral es un saber socialment­e reconocido, se ejerce de forma suave ya que suele ser aceptada universalm­ente, no requiere de símbolos externos para hacerse presente y trasciende a las personas incluso después de su muerte.

La potestas es propiament­e el poder, se ejerce de manera directa, requiere de símbolos externos para demostrar su existencia y termina con el cargo o función.

En las últimas décadas una gran parte de los gobiernos del mundo han utilizado la potestas y dejado de lado la auctoritas. La lógica de la actividad de gobierno y en general de la política ha estado inserta en la lógica de búsqueda y mantenimie­nto del poder dejando de lado los motivos verdaderam­ente importante­s de su función. Se han quedado en los medios olvidando el fin.

Hoy más que nunca se requiere con urgencia que los gobiernos crezcan en auctoritas, reto nada fácil por implicar una conversión paradigmát­ica, sin embargo, absolutame­nte necesaria.

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