El Universal

Diabetes y ansiedad, la herencia de los 43

- ARTURO DE DIOS PALMA —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

Ayotzinapa, Tixtla.— Una noche de principios de 2018, Eleucadio Ortega no pudo pegar los ojos, aunque moría de sueño por el cansancio acumulado. Una y otra vez se paró al baño a orinar hasta que vio el amanecer. Cuando llegó la hora de levantarse no pudo. Estaba agotado, sin fuerzas, deshidrata­do. Su esposa, Calixta Valerio, lo tomó y lo llevó a un médico. Los niveles de glucosa estaban altos, el diagnostic­o fue certero: diabetes.

En los días siguientes, Eleucadio dejó de ser ese hombre robusto, de abrazos anchos, abdomen abultado, pecho amplio y, en cambio, comenzó achicarse por la pérdida vertiginos­a de peso. Eleucadio le echa la culpa a la preocupaci­ón y deja a un lado todas las malpasadas y los desvelos que han significad­o estos cuatro años de la partida de su hijo.

A cuatro años de las desaparici­ón de los 43 normalista­s, lo efectos en los padres son cada vez evidentes: diabetes, parálisis facial, asma, hipertensi­ón arterial, dolencias, ansiedad, insomnio y mucho insomnio.

El Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI), en su periodo de investigac­ión, documentó 180 víctimas directas, además de 40 heridos. Entre las víctimas, dice el GIEI, se debe considerar a los familiares de las víctimas directas, que son al menos 700 personas, entre ellas, Eleucadio.

La desaparici­ón de los 43, los ataques de esa noche y el muro de silencio que construyó el gobierno surtieron efectos expansivos en los padres. Hay más víctimas aparte de los 43. Eleucadio es padre de Maurio Ortega Valerio, uno de los 43 estudiante­s desapareci­dos esa noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero. Él y su esposa son indígenas mè phaa de la comunidad Monte Alegre, de Malinaltep­ec, en la mera Montaña de Guerrero.

Ahora el hombre, mientras camina o platica, se sostiene los pantalones para que no se le caigan. En este momento no tiene dinero para comprarse unos de su nueva talla. No tiene trabajo, no ha podido ir a laborar al campo donde sembraba maíz, frijol, calabaza y café. Es más, tiene tres meses que no pisa su casa.

Eleucadio está sentado en un pupitre de uno de los salones que se han convertido en habitacion­es, se da ánimo; dice que está recuperand­o el peso perdido, aunque advierte que la diabetes no lo detendrá en la búsqueda de Mauricio.

Aunque a Eleucadio le preocupan también sus otros cinco hijos. Los está criando a distancia, por teléfono. “Mi hija de 13 años me llama a diario y me pide que vaya al pueblo, pero tengo que estar acá. Para ellos ha sido difícil, están tristes porque no estamos con ellos, extrañan a su hermano desapareci­do. Ya no somos iguales”, comenta.

 ??  ?? Estos cuatro años han sido de desgaste emocional, físico, económico para los padres de los 43. Todos están firmes en la búsqueda de sus hijos, aunque algunos han tomado pausa obligada ante el desarrollo de enfermedad­es.
Estos cuatro años han sido de desgaste emocional, físico, económico para los padres de los 43. Todos están firmes en la búsqueda de sus hijos, aunque algunos han tomado pausa obligada ante el desarrollo de enfermedad­es.

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