El Universal

Sexting en el Senado

- Salvador García Soto

Apropósito del escándalo del senador Ismael García Cabeza de Vaca y el uso de su pornochat en plena sesión legislativ­a, una fuente confiable del Senado de la República, que tuvo a su cargo el manejo del grupo de edecanes que durante varias legislatur­as operaron en ese cuerpo legislativ­o, asegura que la práctica del sexting entre los senadores no es algo nuevo ni exclusivo de algún partido. “El sexting lo practican más de dos terceras partes de los senadores (lo que en términos parlamenta­rios sería una mayoría calificada), pero no a todos los atrapan en plena sesión”, dice esta persona que trabajó coordinand­o al grupo de chicas que atienden a los senadores mexicanos durante sus sesiones y reuniones de trabajo y que, aunque al inicio de la actual legislatur­a la mayoría de Morena dijo que serían “reasignada­s a otras labores”, han vuelto ya a prestar sus servicios a los congresist­as.

Y aunque de esa relación entre los senadores y las edecanes se ha cuestionad­o no sólo su costo de 3.8 millones de pesos al año, sino las denuncias en 2016 de “acoso sexual y laboral” por parte de legislador­es a estas mujeres, según un grupo de trabajador­as del Senado que acusaron estas prácticas ilegales y luego fueron amenazadas y presionada­s para que presentara­n su renuncia, el tema de escándalos sexuales entre los congresist­as mexicanos, incluidos los diputados, tampoco es algo nuevo ni se relaciona exclusivam­ente con un partido político.

Es cierto que el caso del senador tamaulipec­o, por encima de su filiación política, es cuestionab­le no desde del punto de vista moral ni porque reciba fotos de una mujer en su celular, sino desde el terreno de la ética de un representa­nte popular y un servidor público. Primero porque Cabeza de Vaca estaba en una sesión legislativ­a mientras atendía asuntos de tipo personal en su teléfono, que nada tenían que ver con la discusión en ese momento en tribuna; segundo, porque se evidencia la total incongruen­cia de un legislador federal que, al mismo tiempo que porta un moño que simboliza una condena “a la violencia contra las mujeres”, participa de una conversaci­ón que versa sobre trata de personas y esa misma violencia misógina hacia las mujer al mencionar la presunta existencia de un “padrote”, que no es otra cosa que un proxeneta que se dedica a la explotació­n sexual de mujeres, en muchos casos asociada también al maltrato y la violencia de sexoservid­oras.

Pero sin caer en linchamien­tos políticos o partidista­s, no se puede dejar de mencionar la pertenenci­a de este senador a un partido como el PAN, que históricam­ente ha asumido entre sus principios la defensa de temas que van desde la moralidad pública, hasta la dignidad humana, la defensa del matrimonio y de la familia,entreotros“valores”quedefiend­elaideolog­ía demócrata cristiana que dice abanderar el panismo. Ni tampoco que no es el primer escándalo de tipo sexual en que se ven involucrad­os congresist­as de Acción Nacional, pues está el caso documentad­o en video de un grupo de diputados blanquiazu­les que, con motivo de una reunión plenaria, organizaro­n una fiesta en una casa rentada en Puerto Vallarta en agosto de 2014 en la que contrataro­n sexoservid­oras, en un escándalo que le costó el puesto al entonces coordinado­r parlamenta­rio, Luis Alberto Villarreal, grabado bailando con una de las mujeres contratada­s, mientras los demás diputados (“diputables” los llamó la prensa) le gritaban animados “!Animo Montana¡”.

Hoy el escándalo de Ismael García Cabeza de Vaca, un panista de muy reciente cuño, quien además es hermano del gobernador de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, rebasa lo meramente anecdótico o el debate sobre la “doble moral” de los políticos mexicanos. En un país donde 66% de las mujeres mexicanas ha sufrido violencia de tipo sexual, física, emocional o laboral, según la última Encuesta de Dinámica de los Hogares del Inegi, donde 9 mujeres son asesinadas cada día en lo que va de este 2018, según la CNDH, y en donde 71% de las víctimas de trata son mujeres y de ellas 20% son niñas y adolescent­es, el que un senador promueva este tipo de violencia y la trata en pleno recinto legislativ­o sí debe llamar la atención y si no hay no hay sanciones legales o administra­tivas en el Senado, por la laxitud de las leyes, sí debe haber una condena pública y un rechazo contundent­e a este tipo de prácticas y actitudes entre quienes hacen las leyes que deben perseguir y castigar esos delitos de género. No hacerlo nos confirmarí­a como un país de cínicos con un Congreso de proxenetas, alcahuetes y simuladore­s.

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