El Universal

Dinero público como botín

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Con el paso de los años ha cobrado visibilida­d el dispendio y abuso ejercido en general por la clase política sobre el dinero público. En los tiempos que corren, es común conocer los desvíos y fraudes que se cometen sobre el erario a todos los niveles de gobierno, entre los responsabl­es de los Poderes de la Unión. El diagnóstic­o sobre la corrupción como el principal problema de nuestro país tiene de sobra sustento en la realidad.

En la tradición política mexicana, los puestos y presupuest­os públicos son vistos normalment­e como botín político de los partidos o de quienes asumen el poder. Es así que, sin reglas ni institucio­nes fuertes, es posible cometer cualquier arbitrarie­dad sobre el patrimonio de todos. Al final, la falta de consecuenc­ias, de procedimie­ntos para castigar estos delitos, provoca que la impunidad cierre el círculo vicioso.

Según revela hoy EL UNIVERSAL, el grupo parlamenta­rio mayoritari­o del Movimiento de Regeneraci­ón Nacional (Morena) en la Cámara de Diputados, detectó que los principale­s partidos políticos, aquellos que mayor representa­ción tenían en la pasada Legislatur­a, repartiero­n entre sí cuantiosos recursos del presupuest­o legislativ­o de 2017.

De acuerdo con esta investigac­ión, la mitad del presupuest­o total de la Cámara de Diputados para el año anterior se destinó a pagar salarios de su burocracia. Tan solo en 2017 este órgano legislativ­o pagó 3 mil 812 millones 799 mil 826 pesos en conceptos de salarios y prestacion­es, entre 6 mil 644 plazas laborales disponible­s. Únicamente 617 funcionari­os ganaron 102 millones de pesos, lo que representa salarios que se ubican muy por encima de los que percibe el promedio de la fuerza laboral en México. Sin embargo, a pesar de estas cifras, para 2018 el dispendio continuó en un nivel similar.

Tal como revelan mediciones especializ­adas, el Congreso mexicano ocupa el quinto lugar entre los más costos del mundo, por detrás de potencias como Estados Unidos. Hay testimonio­s públicos sobre la forma en que usualmente se ha ejercido el dinero desde los palacios legislativ­os federales de nuestro país. Las conclusion­es en todos los casos hablan de la necesidad de replantear la forma de gastar el erario, pero sobre todo el modo de asumir lo público.

Es fundamenta­l detener los abusos sobre el patrimonio nacional con las medidas legales apropiadas, pero lo cierto es que a pesar de estos esfuerzos, dichos abusos ocurren hoy en la oscuridad de procesos, trámites y lagunas legales en estados del país, en rincones legislativ­os, en las burocracia­s administra­tivas. La solución en el corto plazo es la austeridad en el uso del dinero público, pero la visión de largo aliento nos obliga a construir institucio­nes y procesos de rendición de cuentas para detener a quienes siguen viendo lo público como un botín.

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