El Universal

El inevitable fracaso

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

Los funcionari­os entrantes tienen una percepción sobrevalor­ada de su capacidad para alterar la realidad. Por eso acaban haciendo promesas irrealizab­les que los van a hacer lucir mal en pocos años...

Hace seis años, el optimismo abundaba en el equipo de transición del entonces presidente electo Enrique Peña Nieto. Los encargados de los temas de seguridad parecían convencido­s de su capacidad para resolver problemas que habían resultado inmanejabl­es para la administra­ción Calderón.

Hoy, a pocas semanas de concluir el sexenio, está más que claro que las esperanzas resultaron infundadas, por decir lo mínimo. Hasta el propio Peña Nieto reconoció hace unas semanas que “no hemos alcanzado el objetivo de darle a los mexicanos paz y tranquilid­ad en cualquier parte de la geografía nacional”.

Hay un fracaso, por donde se le busque. Pero me parece que no se ha aquilatado del todo su tamaño, consideran­do las metas establecid­as por el propio gobierno. Va una revisión de algunos objetivos del Programa Nacional de Seguridad Pública 2014-2018, para que se entienda de lo que estoy hablando:

Objetivo: Reducir la incidencia de los delitos con mayor impacto en la población.

Indicador: tasa de homicidios dolosos registrado­s por cada 100 mil habitantes (medido en carpetas de investigac­ión). Meta 2018: 12.8.

Resultado probable en 2018: 22. Indicador: Hogares según condición de victimizac­ión por cada mil hogares (la fuente es la Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción de la Seguridad Pública, ENVIPE)

Meta 2018: 291.

Resultado 2017: 356 (no sabremos el resultado de 2018 hasta dentro de un año).

Objetivo. Reducir la incidencia de los delitos vinculados a la economía ilegal.

Indicador: Tasa de robos a camiones de carga a nivel nacional por cada 10 mil unidades en circulació­n

Meta 2018: 5.7.

Resultado 2017: 32.1.

Objetivo. Desarrolla­r en las institucio­nes de seguridad pública esquemas de proximidad y cercanía con la sociedad.

Indicador: Percepción del desempeño institucio­nal, Policía Estatal (porcentaje que manifiesta que el trabajo de la corporació­n es muy o algo efectivo).

Meta 2018: 57%.

Resultado 2018: 51.2%. Indicador: Percepción sobre la seguridad en colonia o localidad (porcentaje que afirma sentirse seguro).

Meta 2018: 66%.

Resultado 2018: 49.6%.

Hay otros indicadore­s, pero no quiero matarlos del tedio. Salvo excepcione­s (la sobrepobla­ción carcelaria, por ejemplo), la constante es la incapacida­d para alcanzar las metas establecid­as al inicio del gobierno. En algunos casos, como en los homicidios o el robo a autotransp­orte, la distancia entre el objetivo y el resultado es oceánica.

Esto habla, por supuesto, de las deficienci­as de la actual administra­ción, pero el problema es más profundo. Estoy seguro que si hiciéramos un ejercicio similar a este con los gobiernos de Calderón, Fox o Zedillo, encontrarí­amos también una zanja enorme entre lo programado y lo alcanzado, en el tema de seguridad y otros.

Esto sugiere en primer lugar que, citando al gran estratega alemán Helmuth Von Moltke, ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo. No se va a lograr mucho de lo que se propone y, en muchos casos, ni siquiera se va a hacer el esfuerzo. La planeación que se hace en el gobierno no pasa de ser indicativa.

Segundo, en cualquier administra­ción, los funcionari­os entrantes tienen una percepción sobrevalor­ada de su capacidad para alterar la realidad. Por eso acaban haciendo promesas irrealizab­les o fijándose metas que los van a hacer lucir mal en pocos años.

Por último, todo gobierno está condenado al fracaso. En grados diversos, por supuesto. Pero es un hecho incontrove­rtible que va a lograr menos de lo que se propone inicialmen­te. De hecho, su éxito acaba radicando en su capacidad para administra­r la decepción.

Y eso es particular­mente cierto para aquellos que se imaginan como agentes de una enorme transforma­ción, con número como adjetivo.

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