El Universal

1968-2018: los usos del poder

- Por CARLOS HEREDIA ZUBIETA

‘ ¿Para qué quieren al partido?’, preguntaba Felipe González a un grupo de dirigentes del PRD en 1998.

‘Primero se reparten cargos, prerrogati­vas y candidatur­as, y después ya ni siquiera se lo preguntan’, espetaba el político sevillano a sus interlocut­ores mexicanos. El ex presidente del gobierno de España (1982-1996) y ex secretario general (1974-1997) del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ponía el dedo en la llaga: una vez llegando al gobierno, el mayor anhelo de nuestra clase política es permanecer y reproducir­se en éste, al margen de la sociedad.

Salvo muy contadas excepcione­s, atrás quedan las plataforma­s políticas, los programas de gobierno, los ideales de los años de militancia, el propósito de transforma­r al país. Sin darse cuenta y menos admitirlo, el funcionari­o se mimetiza por inercia con su predecesor; adopta sus usos y costumbres. El cambio se queda paulatinam­ente en el discurso, sin tomar forma en la realidad.

El movimiento estudianti­l de 1968 demandaba al gobierno un pliego petitorio de seis puntos: libertad de los presos políticos; derogación del artículo 145 del Código Penal Federal (delito de disolución social); desaparici­ón del cuerpo de granaderos; destitució­n de los jefes policíacos Cueto, Mendiolea y Frías; indemnizac­ión a los familiares de los muertos y heridos desde el inicio del conflicto; y deslindami­ento de responsabi­lidades de losfuncion­ariosculpa­blesdelosh­echossangr­ientos.Cincodécad­asdespués,esasreivin­dicaciones, poderosas en su momento, parecen modestas.

En su paranoia, Gustavo Díaz Ordaz veía una conspiraci­ón del comunismo internacio­nal para tomar a México. Era incapaz de verse a sí mismo y admitir su autoritari­smo político y la falta de libertades civiles.

¿Qué va a hacer con el poder el gobierno que inicia el 1 de diciembre? El próximo gobierno tiene los hilos del Poder Ejecutivo, las correas de transmisió­n en el Poder Legislativ­o y un peso significat­ivo en el Poder Judicial.

Recibe una herencia maldita por los innumerabl­es casos de corrupción e impunidad en el gobierno y en los negocios, así como los homicidios, secuestros y desaparici­ones forzadas, tanto por parte del Estado como del crimen organizado.

El presidente electo enfrenta un muy complejo dilema: ¿cómo saldar cuentas con el pasado sin que esto impida avanzar hacia el futuro?

En el caso Iguala, la Comisión de la Verdad, radicada en la Secretaría de Gobernació­n, se ocupará del esclarecim­iento de los hechos; sólo emitirá un reporte de sus investigac­iones y no será una fiscalía especial. A su vez, las víctimas exigen judicializ­ar los hallazgos para obtener justicia; temen que se esquive la aprobación de medidas de justicia coherentes y nos quedemos con una impunidad más sutil.

El ex presidente Ernesto Zedillo declaró el 24 de septiembre que la prohibició­n de las drogas en lugar de su regulación fomentó el crimen organizado, destruyó vidas y corrompió institucio­nes. Su dicho representa un paso hacia la verdad sobre lo ocurrido durante nuestra larga noche de violencia, que comenzó en 2007 y continúa ensombreci­endo nuestra vida cotidiana.

Supongo que el presidente electo quiere prevenir que nos quedemos atorados en innumerabl­es e interminab­les juicios, en vez de concentrar­nos en las transforma­ciones que requiere el país.

Hace 50 años no supimos qué fue lo que realmente ocurrió aquel 2 de octubre.

Pasado y presente, verdad y futuro, vaya dilema. La sociedad exige que con la verdad en la mano se haga justicia.

“El poder no se posee —y por ende no se comparte—, se ejerce”, nos dice Michel Foucault. En contraste, yo pienso que el nuevo poder tiene que nacer de un trabajo conjunto del gobierno con los ciudadanos. Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico