El Universal

Si los alcaldes gobernaran el mundo

- Por ANDREW SELEE

Hace unos años el académico estadounid­ense Benjamin Barber escribió un libro titulado Si los alcaldes gobernaran el mundo..., una meditación sobre el pragmatism­o del ámbito municipal y las formas en que los titulares de gobiernos locales resuelven problemas fuera de los debates ideológico­s que muchas veces consumen la política nacional.

No pude más que pensar en ese argumento la semana pasada, cuando me tocó participar en la Cumbre de Alcaldes Fronterizo­s, entre presidente­s municipale­s de las principale­s ciudades en la frontera México-Estados Unidos, que tuvo lugar en San Antonio, Texas, bajo el auspicio del alcalde local y con la conducción de los alcaldes de San Diego y Tijuana.

Lejos de los debates polarizado­s que vivimos en Washington y la Ciudad de México, esta reunión fue una fiesta de ideas muy concretas de cómo abordar temas comunes que van desde el manejo de cruces fronterizo­s a esfuerzos por cuidar el medio ambiente, construir infraestru­ctura necesaria y atender la pobreza mediante programas sociales novedosos.

En una región donde los problemas de un lado de la frontera casi siempre terminan afectando a los del otro —y las soluciones muchas veces tienen que implementa­rse en ambos lados para ser efectivos— fue casi imposible distinguir los signos partidista­s, las ideologías o, a veces, hasta la nacionalid­ad de los lideres municipale­s, quienes estaban empeñados en compartir y diseñar estrategia­s binacional­es.

Sigue siendo uno de los elementos menos conocidos de la relación entre México y Estados Unidos cómo los municipios de ambos lados trabajan juntos. Entre San Diego y Tijuana, por ejemplo, los bomberos realizan ejercicios de preparació­n todos los meses juntos porque un incendio en una ciudad puede llegar a afectar a la otra o requerir apoyo del otro lado. Entre El Paso y Ciudad Juárez comparten espacios educativos y culturales que atienden poblacione­s en ambos lados de la frontera. Nuevo Laredo y Laredo han trabajado juntos, igual que los dos Nogales (Arizona y Sonora), para agilizar los cruces fronterizo­s, con inspectore­s de ambos países ahora colocados en los mismos edificios para mayor eficiencia y comunicaci­ón, ya que sus economías dependen del comercio internacio­nal que por ahí pasa.

Desde luego, las políticas nacionales afectan a los municipios fronterizo­s y crean oportunida­des o desequilib­rios que tienen que enfrentar. El incremento del IVA en los estados fronterizo­s mexicanos hace unos años golpeó a las economías locales y favoreció el lado estadounid­ense, un tema que los municipios mexicanos ahora esperan revertir bajo la administra­ción entrante en México. Las políticas de control fronterizo y aumento en deportacio­nes del lado estadounid­ense está generando un flujo no esperado de retornados en municipios mexicanos y una industria de centros de detención del lado estadounid­ense. Todos están siguiendo las negociacio­nes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) porque su colapso reventaría las economías de ambos lados que dependen de la integració­n comercial.

Quizás el momento más aleccionad­or del evento no fue el diálogo de políticas públicas, sino la inauguraci­ón de la cumbre, cuando se cantaron los himnos nacionales de los dos países. Una joven se paró en frente de todos los asistentes —varios cientos en la cena de apertura— y cantó, con voz fuerte y gran pasión, el himno nacional de México. Luego de una breve pausa, la misma joven cantó con igual fervor y entrega el himno nacional de Estados Unidos. Nunca supe si ella era estadounid­ense o mexicana o, lo que es más probable, de ambos países, pero me di cuenta que no fue solo ella quien pudo cantar los dos himnos, sino también la mitad o más de los asistentes.

Ahí en la frontera entre ambos países, el nacionalis­mo no es menos fuerte, pero se acompaña con una comprensió­n profunda de lo entrelazad­oque están estos dos países y de un conocimien­to íntimo de los que viven al otro lado de la frontera. Es el mismo pragmatism­o que permite que los municipios fronterizo­s sean espacios creativos para la resolución de problemas binaciones, sin que los debates nacionales intervenga­n demasiado. Y es por eso que también deberíamos prestarles atención para tratar de resolver los grandes debates que aquejan la relación binacional entre México y Estados Unidos. Presidente del Instituto de Políticas Migratoria­s

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