El Universal

Ayotzinapa: la verdad, aunque duela

- Por BEATRIZ MOJICA MORGA

Nada ni nadie han podido sustentar la verdad de lo que ocurrió en Iguala con los normalista­s de Ayotzinapa esa noche del 26 de septiembre y los días y meses siguientes, ni dar certeza de su paradero.

Este hecho fue un gran botín político, un arma que han usado para descalific­ar a sus rivales o poner en evidencia ineptitude­s, omisiones y manipulaci­ones en todos los órdenes de gobierno.

En pocos días, Enrique Peña Nieto transitó de la indiferenc­ia a la manipulaci­ón de la evidencia. En tanto, la indignació­n y la rabia crecieron.

Lo único cierto es que los cientos de miles de fojas que integran los expediente­s de la PGR; CIDH; CNDH; artículos, notas periodísti­cas y mesas de análisis, hicieron pedazos una hipótesis que todo apunta, fue fabricada.

La periodista Anabel Hernández en su libro La Verdadera Noche de Iguala, apunta de manera aguda que los restos de Alexander Mora Venancio “descubiert­os” por Tomás Zerón de Lucio en el río de San Juan en Cocula, serían evidencia de que el responsabl­e de la múltiple desaparici­ón fue el Estado; si como se presume, hubo una escenifica­ción en ese sitio, Zerón tendría que saber dónde están los estudiante­s.

Los sucesivos titulares de la PGR ignoraron a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), cuando llamó a aclarar el grado de participac­ión en los hechos de la Policía Federal, del Ejército, las policías municipale­s y las autoridade­s estatales.

Tampoco respondier­on a 123 preguntas que le plantearon para el esclarecim­iento del caso, entre ellas: ¿por qué hubo una reunión de autoridade­s en el C4 la misma tarde del 26 de septiembre del 2014?, o ¿por qué la policía custodiaba la entrada del basurero de Cocula desde el 5 de octubre?, cuando se descubrió hasta el 27 de octubre que supuestame­nte los estudiante­s habían sido calcinados en ese basurero.

En el fin de su mandato, el presidente Enrique Peña Nieto reiteró su incomprens­ión de la magnitud de la tragedia, al calificar a la investigac­ión de la PGR como “seria y profunda”, y aunque reconoció que fue necesario abrir las pesquisas a una auditoría externa, no aceptó sus conclusion­es ni recomendac­iones.

La tragedia de los estudiante­s abrió una perspectiv­a de la realidad que aún persiste: la grave inoperanci­a de los sistemas de seguridad pública, de investigac­ión y procuració­n de justicia, así como la colusión de los cuerpos policiacos con la delincuenc­ia organizada.

Más allá de verdades históricas y de discursos alienantes cabe la pregunta: ¿qué tanto hemos avanzado desde aquel fatídico 2014?, ¿cuáles de esas terribles condicione­s que generaron el suceso persisten?, ¿estamos preparados para evitar que la historia vuelva a repetirse? La respuesta es terrible: no se ha hecho nada para cambiar las condicione­s de la región, no hay reparación del daño, las condicione­s de Guerrero han empeorado y no se implementó ninguna política pública que garantice que la historia no vuelva a repetirse.

La Comisión de la Verdad que proyecta impulsar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tendrá una gran tarea de llegar a la verdad, aunque duela; pero también tiene que ver con la reconstruc­ción y recuperaci­ón de la confianza en las institucio­nes, por ello, no sé si sea buena noticia la declaració­n que dio Olga Sánchez Cordero, de que sus conclusion­es no serán vinculante­s.

Garantizar la no repetición de hechos tan lamentable­s pasa por tener una Fiscalía General realmente independie­nte. ¿Lo lograrán? Ex secretaria general del PRD

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