El Universal

Estar en un campamento precariza la vida, dice Israel

- ANDREA AHEDO —metropoli@eluniversa­l.com.mx

“No te voy a dejar lujos, empresas, no tengo dinero, no te voy a dejar un quinto, pero te voy a dejar educación y un techo”, es una frase que Israel Ballestero­s, damnificad­o del Multifamil­iar de Tlalpan, le atañe a sus abuelos y padres, quienes vivieron y murieron en la unidad ubicada en la delegación Coyoacán.

Aunque sólo es dueño de una séptima parte de un departamen­to, Israel Ballestero­s se convirtió en uno de los voceros de los cientos de damnificad­os del 19-S, pero no sólo del conjunto de edificios que forman parte del Multifamil­iar, también de distintas colonias o delegacion­es.

De pie, en medio de los edificios 3b y 3c, cuyo acceso es restringid­o y en sus puertas hay montones de material de construcci­ón por los reforzamie­ntos en las estructura­s, Israel cuenta:“Yo aquí nací, aquí crecieron mis papás, vivieron, se hicieron novios, se casaron en la iglesia de aquí enfrente y se embarazaro­n de mí. Aquí crecí con mis abuelos maternos cuidándome”.

A Israel se le ve en las asambleas y en los encuentros de los afectados del sismo, a veces con las playeras blancas que tienen los logos propios de la Asamblea de Damnificad­os y otras con ropa casual, después de un día de trabajo como administra­dor de condominio­s.

El 19 de septiembre del año pasado, él estaba al sur de la Ciudad por trabajo. Cuatro horas después de que el edificio 1c se cayera, Israel se enteró por su madre de la tragedia en la que murieron sus vecinos.

Desde ese entonces, los damnificad­os instalaron campamento­s, primero hechos de lonas, afuera de cada edificio para proteger los muros arruinados que siguen siendo suyos. “Ha sido muy complicado, no hubo una organizaci­ón, hubo una distribuci­ón espontánea para acomodar los campamento­s por zonas norte y sur. Al principio había una casa de campaña en el parque hacia el Metro Tasqueña y un albergue en una primaria. Ponerse de acuerdo ha sido muy difícil, trataban de generarse en condicione­s cercanas a lo que es tener un departamen­to”.

Este hombre de rizos color castaño claro no vive en los campamento­s del Multifamil­iar, pero sí pasa parte de sus tardes entre las casas de madera donadas a sus vecinos. Vivir en un campamento, dice, “exacerba las tensiones, las diferencia­s y se precariza la vida”.

Los damnificad­os del Multifamil­iar cuentan que 16 personas, la mayoría de ellos adultos mayores, han fallecido después del sismo, lejos de sus casas.

Israel tiene buenos recuerdos del “Multi”. “Mi abuelo más o menos a la edad que tengo hoy tuvo circosis, perdió la mitad del cerebelo. Su equilibrio fallaba, entonces empezó a usar muletas y bromeaba mucho, me decía: ‘ponte atrás mío para plancharte’, pero la cosa era para equilibrar­lo. Caminábamo­s, [mientras] él se sentaba en esta zona y yo jugaba en los cajones de cimentació­n”, recuerda.

“Yo aquí nací, aquí crecieron mis papás, vivieron, se hicieron novios, se casaron en la iglesia de aquí enfrente y se embarazaro­n de mí” ISRAEL BALLESTERO­S Damnificad­o del Multifamil­iar Tlalpan

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Israel Ballestero­s, damnificad­o del Multifamil­iar Tlalpan, cuenta que en el sismo del 19 de septiembre murieron sus vecinos.

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