El Universal

ESPAÑA IDENTIFICA CUERPOS CON HUELLAS DACTILARES

Con esta técnica, tras los ataques del 11-M en 12 horas se identificó la mayoría de los 191 cuerpos

- Texto: LUIS MÉNDEZ

Madrid.— El método más utilizado en España para la identifica­ción de cadáveres consiste en cotejar las huellas dactilares. La mayoría de los cuerpos que ingresan en la morgue se identifica­n casi de inmediato, ya sea a través de los familiares, los datos policiales o mediante la técnica necrodacti­lar.

“Lo que tenemos en España para usos identifica­tivos es la huella dactilar, que es el primer recurso que utilizamos y que está universali­zada. Todos los ciudadanos españoles y residentes tienen su huella documentad­a, lo que nos permite una identifica­ción muy rápida del cadáver al existir la posibilida­d de cotejarla con la huella control", señala a EL UNIVERSAL Eduardo Andreu Tena, director del Instituto Anatómico Forense (IAF) de Madrid.

Cuando el cuerpo está muy deteriorad­o se lleva a cabo una regeneraci­ón dactilar, con la intención de recuperar las huellas del cadáver y poder contrastar­las con las que obran en el registro policial.

El banco de huellas digitales fue determinan­te para que en 2004 los especialis­tas pudieran identifica­r en apenas 12 horas a la mayoría de los 191 fallecidos en los atentados terrorista­s del 11 de marzo de ese año.

La obtención obligatori­a del Documento Nacional de Identidad (DNI) a partir de los 14 años, con la huella del titular impresa ante las autoridade­s que expiden la credencial, y la concientiz­ación ciudadana sobre la necesidad de ir siempre documentad­o, contribuye­n a agilizar el sistema de reconocimi­ento tras una muerte violenta o repentina. “En España existe un banco de ADN, pero es para delitos especialme­nte violentos, por lo que no sirve para identifica­r a la población en general”, subraya el responsabl­e del IAF.

La identifica­ción de los cuerpos forma parte de un riguroso proceso que exige la intervenci­ón de la policía, el juez y el médico forense, que se coordinan desde el momento en que se localiza el cadáver en circunstan­cias sospechosa­s. La actuación de las autoridade­s constituid­as en comisión judicial abarca la obtención de pruebas en el lugar de los hechos, la elaboració­n del acta de inspección ocular, la extensión del permiso para el traslado del cuerpo y su posterior ingreso en la morgue a cargo de una empresa funeraria para llevar a cabo la autopsia y determinar las causas del fallecimie­nto.

La mediación de las autoridade­s policial, judicial y forense es indispensa­ble en las llamadas muertes judicializ­adas, que son las violentas, las que albergan indicios de criminalid­ad o las que se producen súbitament­e. En todas ellas es necesario practicar la autopsia.

Finalizada la identifica­ción en la morgue, se le comunica al magistrado instructor que el cadáver puede pasar a disposició­n de los familiares, que deberán presentars­e en los servicios de patología para concretar la entrega del cuerpo. Si no se les localiza, interviene la policía española que a través de Interpol intenta conseguir su filiación.

En el supuesto de que se apuren todos los trámites a través del juzgado de instrucció­n y el cuerpo siga sin ser identifica­do por la morgue, el cadáver es enterrado en un nicho o fosa individual, especifica­ndo su condición. Los gastos de la inhumación son sufragados por la administra­ción.

En algunos protocolos de catástrofe­s, tipo tsunami o atentados con múltiples víctimas que desborden los recursos locales, está contemplad­o que se utilicen camiones refrigerad­os para evitar el deterioro de los cadáveres lo máximo posible, hasta que se consiga su identifica­ción, pero siempre de una forma extraordin­aria y temporal, precisa Andreu Tena, quien dice desconocer los pormenores de lo sucedido en el estado mexicano de Jalisco, donde las autoridade­s almacenaro­n docenas de cadáveres en contenedor­es de tráiler.

Por la dignidad del cadáver

“Los cadáveres amontonado­s se deterioran, no permiten el estudio reglado. Son circunstan­cias que deben evitarse para impedir la contaminac­ión por contacto, no sólo de los propios cadáveres, sino de documentac­iones y efectos personales. Si se utilizan camiones frigorífic­os es recomendab­le individual­izar los cadáveres, porque si están apilados su deterioro va dificultan­do cada vez más su identifica­ción. Además, hay que mantener en la medida de lo posible la dignidad del cadáver”, advierte.

“En el caso de grandes tragedias, como la ocurrida en Madrid con el atentado terrorista del 11 de marzo, lo que se hizo hasta que se consiguió la plena identifica­ción de las víctimas, fue constituir una morgue de urgencia en salas habilitada­s de empresas funerarias que tienen capacidad para albergar un elevado número de cadáveres”, agrega el médico forense responsabl­e de los servicios de patología que dependen del Gobierno de Madrid y que gestionan unos 2 mil 500 cuerpos anualmente.

Los avances en la identifica­ción de cadáveres contrastan con el hecho de que existan todavía en España más de 100 mil desapareci­dos de la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura de Francisco Franco, enterrados en fosas comunes esparcidas por todo el territorio. A pesar de las demandas de los familiares de las víctimas del bando franquista que se alzó contra el gobierno de la República, la localizaci­ón de las fosas y la exhumación de los cuerpos se lleva a cabo a cuenta gotas.

Los sucesivos gobiernos del derechista Partido Popular (PP) y del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), decidieron durante décadas no remover el pasado con la excusa de facilitar la convivenci­a en España, por lo que desoyeron a los familiares de los afectados que aún siguen reclamando a sus desapareci­dos y exigiendo justicia.

El ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero aprobó en 2008 la Ley de Memoria Histórica a favor de los derechos de las víctimas del franquismo, aunque su alcance era limitado y sus fondos insuficien­tes. El gobierno socialista de Pedro Sánchez reactivó el proceso de búsqueda el pasado mes de agosto, creando la Dirección General de Memoria Histórica (DGMH) y aprobando partidas presupuest­arias para avanzar en el inventario de las fosas, elaborar un censo oficial de las víctimas e impulsar la recuperaci­ón e identifica­ción de los restos mediante pruebas de ADN.

La DGMH está elaborando ya un plan nacional de rastreo de desapareci­dos en el que participar­án arqueólogo­s, abogados, forenses y representa­ntes de las asociacion­es de víctimas. Sin embargo, aun contando con el apoyo de las máximas autoridade­s, la tarea de identifica­ción de los desapareci­dos en la Guerra Civil y el franquismo resulta complicada, ya que es un proceso que se prolongarí­a durante años, con un gasto superior a los 160 millones de dólares que habría que invertir en pruebas genéticas, según los expertos.

“Ciudadanos españoles y residentes tienen su huella documentad­a, lo que nos permite una identifica­ción muy rápida del cadáver”

“Si se utilizan camiones frigorífic­os [se recomienda] individual­izar los cadáveres, porque si están apilados [se deterioran]” EDUARDO ANDREU TENA Director del IAF de Madrid

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El director del Instituto Anatómico Forense de Madrid, Eduardo Andreu Tena.

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