El Universal

EL MOLCAJETE SE RESISTE A LA EXTINCIÓN

Unas 15 familias preservan la elaboració­n de utensilios y piezas prehispáni­cas como metates y molcajetes, pese a la competenci­a poblana y la falta de materia prima

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Unas 15 familias de San Juan Teitipac, Oaxaca, preservan el labrado de metates y molcajetes. El oficio está en riesgo por la falta de piedra y la competenci­a de artesanos poblanos.

USan Juan Teitipac, Oaxaca na nube blanca es el preámbulo que antecede al nacimiento. En medio de una polvareda, las manos ágiles de artesanos van dando forma a los utensilios prehispáni­cos que aún prevalecen en las cocinas de las familias oaxaqueñas. Se trata de molcajetes y metates elaborados mediante el tallado de piedra.

Piezas como estas nacen en el hogar de la familia de Noé Martín Noriega Carranza y su esposa Narcisa Cruz, quienes extraen la piedra criolla de una mina ubicada entre los cerros del valle que rodea a San Juan Teitipac, a unos 35 kilómetros de la capital.

Mientras Noé alista las herramient­as para iniciar la jornada laboral, en medio del patio, Narcisa comenta que el oficio ha permanecid­o en la familia desde hace tres generacion­es. “La piedra la trabajó el abuelo de mi esposo, luego su papá y después nosotros con nuestros hijos”, comenta.

Las minas ubicadas en los cerros que rodean al municipio, explica, contienen bancos de piedra blanquecin­a que se “cuetean”, es decir, se explotan con pólvora para obtener piedras más pequeñas. Son esas piezas menores las que se eligen para transforma­rse en tejolotes, molcajetes, metates, piedras de molino y otros objetos que la familia realiza.

“Son trozos grandes y hay que escogerlos para ver qué parte sirve y para qué pieza”, apunta Noé. La pareja y dos de sus hijos que se dedican al oficio artesanal de la piedra van por lo menos una vez a la semana a la mina que adquiriero­n hace tres años.

Noé cuenta que la “cueteada” se realiza a pie. Luego, la piedra ya fragmentad­a se traslada en una camioneta. La labor de elegir los trozos adecuados puede llevarles hasta un día. Noé y Narcisa hacen hincapié en que la piedra originaria del Valle de Oaxaca, conocida como “piedra criolla”, es de color blanco, mientras que aquellos objetos que se ofertan en el mercado que son de piedra negra provienen de artesanos de Puebla.

“La mayoría de la gente, aunque sea oaxaqueña, no sabía que los artículos originales del estado son de color claro”, comenta Noé.

La producción de la familia Noriega Cruz es variable, debido al tiempo que tienen trabajando la piedra, reciben los pedidos en su casa, pues ya no tienen necesidad de salir a los mercados a vender, como en los primeros años. Incluso, reciben pedidos de diversas partes del estado, incluyendo la capital, por parte de restaurant­es y familias que preparan festividad­es.

Huatulco, Nuevo León, Aguascalie­ntes, la Ciudad de México, así como Estados Unidos son algunos lugares a donde el trabajo de la familia decora las mesas de restaurant­es y viviendas. El precio de un molcajete de tamaño estándar es de 400 pesos.

“Pirataje” poblano

Para que un fragmento de piedra se transforme en un molcajete u otro utensilo, Noé y Narcisa deben dedicarle hasta un día de trabajo. Después de la selección de la piedra, se le da forma con un marro y un cincel, picos, taladros y esmeril.

Noé aprendió desde los 13 años todo lo necesario para la elaboració­n de las figuras de piedra. Se casó con Narcisa cuando tenían 18 años y fue al año de matrimonio que ella se unió a las tareas del labrado de piedra. “Cuando me casé, llegaron los hijos y sin la posibilida­d de salir del pueblo para trabajar en otro lado decidimos dedicarnos de lleno a la piedra”, dice.

En un principio, el trabajo era totalmente manual, sin herramient­as eléctricas que facilitara­n las labores y acortaran los tiempos. Los trabajos eran más rústicos, pero no perdían calidad. A veces nos cansamos, dicen los artesanos que están por cumplir 60 años de edad; sin embargo, reconocen que ningún otro oficio podría darles el reconocimi­ento que les han dado sus molcajetes.

Aunque los productos que se realizan en San Juan Teitipac tienen garantía de por vida, Noé y Narcisa cuentan que los productos de Puebla representa­n una fuerte competenci­a para las familias que viven del oficio, pues sus costos son menores.

Oficio en extinción

Precisamen­te, la dureza de la piedra que con destreza trabajan los artesanos la llevó a convertirs­e en el material con el que en abril de 2005 se tapizó el zócalo de la capital oaxaqueña. Cuando iniciaron las obras de remodelaci­ón, decenas de personas se trasladaro­n con maquinaria pesada para sacar camiones de piedra criolla de las minas del poblado.

De acuerdo con la familia Noriega Cruz, los trabajos tomaron poco más de un año. “Estuve ayudando diariament­e a explotar por lo menos 20 bombas. Se sobreexplo­taron muchas minas… quedaron sin piedra”, lamenta.

“Sabemos que en algún momento las minas se acabarán. Si se acaban los bancos, ¿con qué vamos a trabajar? Muchas zonas quedaron afectadas por las obras que se realizaron en ese entonces”, reflexiona Noé.

Ante el riesgo de un oficio que se extingue, en diciembre del año pasado el gobierno del estado de Oaxaca seleccionó el taller de Noé y Narcisa como uno de los ganadores de la convocator­ia “Sembrando Tradicione­s”, que se lanzó a través de la Secretaría de las Culturas y las Artes. Como parte del reconocimi­ento se hizo un minidocume­ntal de la actividad que ellos realizan y que, les dijeron, es un oficio que está a punto de desaparece­r.

En San Juan Teitipac, calculan, son unas 15 familias las que se dedican a ello, pero no todas realizan el proceso completo, aunque refieren que antes eran muchas más familias las que elaboraban productos de piedra.

“Muchos hombres y mujeres murieron en la piedra… trabajando. Algunos de sus hijos siguen la tradición, pero compran la piedra, ya casi nadie explota las minas, ni trabaja como debe ser. En muchas familias de la comunidad el oficio se perdió porque los hijos quisieron dedicarse a otra cosa”, acota Narcisa.

“Sabemos que en algún momento las minas se acabarán. Si se acaban los bancos, ¿con qué vamos a trabajar?” NOÉ NORIEGA Artesano

“Algunos siguen, pero compran la piedra, ya casi nadie explota las minas. En muchas familias el oficio se perdió porque los hijos se dedicaron a otra cosa” NARCISA CRUZ Artesana

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Los artesano explican que las piezas oaxaqueñas están talladas en piedra blanca, mientras que las poblanas se realizan en la negra. Por su menor costo, los productos de Puebla han ido desplazand­o a los elaborados en San Juan Teitipac.
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La selección de los fragmentos de piedra toma aproximada­mente un día, luego el tallado a cinceladas uno más. La pieza terminada vale unos 400 pesos.

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