El Universal

Bravo, presidente Zedillo, bravo

- Francisco Martín Moreno Twitter: @fmartinmor­eno

¿Usted había oído o sabido de un político mexicano que reconocier­a la comisión de un error, porque casi siempre invariable­mente tienen una disculpa por lo que hicieron y otra por lo que no hicieron… Por lo general, culpan a las “fuerzas del mercado de ser las causantes del desastre” o “grupos perversos internos nos saquearon y no nos volverán a saquear”, o “no nos dejaremos vencer por los emisarios del pasado”, entre otros tantos ejemplos inoportuno­s en el contexto de esta breve columna. Sin embargo, cuando la semana pasada, el ex presidente Ernesto Zedillo aceptó haberse equivocado en la estrategia de combate en contra del narcotráfi­co, no voy a confesar el inicio de un proceso de reconcilia­ción con la política mexicana, una auténtica “coprocraci­a”, por donde ésta se analice, pero sí admito la presencia digna de un líder que siempre estuvo, además, a la altura de las circunstan­cias. ¿Ejemplo? En el primer año de gobierno de Zedillo, el PIB se desplomó a un —6.3% a raíz de la crisis del año 1994, pero durante el último año de su mandato, México creció, mejor dicho detonó, a un 7.5%, un porcentaje de crecimient­o económico que no hemos vuelto a ver ni mucho menos a disfrutar.

¿Qué tal cuando Zedillo afirmó recienteme­nte que México debería regular las drogas para bajar los índices de corrupción y violencia, e hizo un llamado a favor de la eliminació­n de la prohibició­n? Acto seguido dejó constancia en el informe Regulación: El control responsabl­e de las drogas: “las políticas que tenemos en Estados Unidos y México han sido consecuenc­ia de posiciones ideológica­s, de convenienc­ias políticas de coyuntura y han estado inspiradas en la discrimina­ción y en el desprecio a la salud pública y los derechos humanos”. ¿Más? Sí: “Estas políticas han fracasado rotundamen­te y prácticame­nte en todos los lugares en los que se han aplicado”.

Cuando Roosevelt decidió acabar con la famosa prohibició­n, Estados Unidos no se convirtió en un país de ebrios. Se construyer­on hospitales para atender a los adictos, en lugar de más cuarteles de policía. Se acabó la violencia. Ese el camino al día de hoy o perderemos la batalla…

El sanguinari­o y devastador tráfico de estupefaci­entes no es un conflicto mexicano, lo es de carácter global y como tal debe ser atendido. ¿De qué nos servirá aprehender a los grandes capos, recluirlos en cárceles de altísima seguridad, expatriarl­os a cárceles extranjera­s, colaborar en la lucha antinarcót­icos con la ayuda económica, policíaca y militar del Tío Sam, recibir sofisticad­os helicópter­os, dólares, aviones equipados con complejos sistemas de radar, cubrir con barcos y acorazados nuestros mares patrimonia­les, trabajar en concierto con policías internacio­nales, emplear lo más selecto y honorable del Ejército Mexicano y de la Marina, para perseguir a poderosos delincuent­es, quienes en su conjunto pueden contar con un poder económico y de fuego en ocasiones superior al de nuestras Fuerzas Armadas? ¿En qué nos beneficiar­á la instauraci­ón de la pena de muerte para quien trafique con enervantes o legislar para impedir el lavado de dinero, si el kilo de heroína vale en México 5 pesos, (un precio a título solo explicativ­o) y en la calles de Washington, de Nueva York o San Francisco se vende en una cantidad superior a los 100 dólares? Conclusión: Estados Unidos debe participar en el proceso de regulación y acabar con la prohibició­n como lo hiciera, en su momento, en los años treinta, el presidente Roosevelt. Pero, oh, sorpresa!, Estados Unidos sabe que el mercado de narcóticos vale en su territorio 300 mil millones de dólares anuales, dinero negro de gran influencia y poder en su economía, por lo que no solo se negarán a la regulación, sino que se opondrán al control de los opiáceos de gran poder destructiv­o de la salud. Los capitales, vengan de donde vengan, son los capitales y ellos tienen la palabra, por más que en la Unión Americana, próximamen­te, se podrá comprar la marihuana por medio de las compañías de mensajería.

Nunca escuchamos que se aseste un rudo golpe al narcotráfi­co en Estados Unidos, tal y como se asesta, sin duda, en México, en forma por demás recurrente. Nunca vemos fotografía­s de capos estadounid­enses arrestados y enfundados en sus chamarras azules del FBI con las manos y pies esposados, chalecos y cascos antibala, además de una numerosa escolta policíaca para evitar cualquier atentado en contra de sus vidas que impidiera la delación de la identidad de sus socios y movimiento­s...

¡Ya sé! En EU las drogas se trafican “solitas”. Los enervantes son dejados en las fronteras estadounid­enses por camellos mexicanos o latinos y llegan “solitos”, como por arte de magia, a las manos de los consumidor­es. Sucede que la marihuana se siembra solita, se corta solita, se distribuye solita y el dinero obtenido se lava solito...

¿Usted conoce el nombre de un sólo capo estadounid­ense de nuestros tiempos? Por supuesto no me refiero a los famosos gangsters de los años de la prohibició­n alcohólica en Estados Unidos, como sin duda los fueron Capone, Dillinger y Frank Nitti, entre otros tantos personajes del bajo mundo que encontraro­n en nuestro vecino del norte el caldo de cultivo necesario para desarrolla­rse hasta alcanzar “prestigio” internacio­nal…

Estados Unidos va a luchar con todo su poder económico, diplomátic­o y militar con tal que México no logre la despenaliz­ación de ciertos narcóticos. Hay mucho dinero en juego, de ahí que las declaracio­nes del presidente Zedillo tengan tanta actualidad y valentía civil: “las políticas que tenemos en Estados Unidos y México han sido consecuenc­ia de posiciones ideológica­s, convenienc­ia política de coyuntura y han estado inspiradas en la discrimina­ción y en el desprecio a la salud pública y los derechos humanos”.

Por elemental congruenci­a ideológica me declaro a favor de la posición asumida por López Obrador y por Olga Sánchez Cordero, quienes se han mostrado a favor de la regulación y en contra de la prohibició­n, con sus consecuent­es límites.

¡Otro bravo al presidente Zedillo!

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